MARATÓN 1/3
Siento como la mano de Caleb aprieta con fuerza mis pequeños dedos, joder si no fuera porque estamos en un avión y parece que está viendo pasar la muerte por delante de sus ojos me aventuraría incluso a decir que quiere asesinarme o amputarme una mano.
― ¿Así que te da miedo volar? ― Le pregunto con cierto tono de burla mientras intento zafarme un poco de su agarre para sacar los chicles de mi bolso.
―Ahora no Alejandra no me vengas con tus mierdas― Yo rompo a reír y él me aprieta con más fuerza a la vez que cierra sus ojos con firmeza.
―Tienes... ¿Cuántos? ¿27 años? ¿28? Y eres modelo ¿No va siendo hora de que te acostumbres a volar? ― Vuelvo a reírme pero un poco más bajo que la vez anterior, aunque en este caso él no contesta y yo bufo mientras me meto un chicle a la boca y le ofrezco otro a él― ¿Quieres? Si mascas chicle durante el despegue los oídos no se te quedan taponados― Él omite mi ofrecimiento y yo pongo los ojos en blanco. Borde de mierda. Miro hacia el asiento de la derecha, topándome con el mismo joven rubio de antes que me mira con una tierna sonrisa.
―Estos niños...cada día son peores― Un gruñido de Caleb me hace darme cuenta de que me ha oído. Pues mejor, que se joda, el rubio simplemente se ríe y le dirige una mirada de soslayo a Caleb.
―Soy Eric Hermann, el maquillador del niño de tu izquierda― Observo a Caleb y vuelvo la vista hacia el joven, que por su acento parece más alemán que otra cosa. Me sonríe divertido y estalla en carcajadas ante mi expresión.
―Dios yo...realmente lo siento, de veras, esto me ha pillado tan de sopetón, lo siento vaya tontería, que sexista soy claro que un hombre puede ser maquillador solo que...bueno no me lo esperaba― él me sonríe de una forma muy tranquilizadora y yo solo quiero tirarme del avión...joder, que vergüenza.
―No te preocupes, supongo entonces que tú serás Alejandra ¿Cierto?
―La misma― Anuncio yo con una pequeña sonrisa― Encantada de conocerte
―Lo mismo te digo, pero que sepas que les tengo cierto recelo a los españoles― Arqueo una ceja y él hace lo mismo arrancándome una sonrisa
― ¿Se puede saber por qué?
―Esa Eurocopa y ese mundial eran de los alemanes― Estallo a carcajadas y él me secunda ante la mirada atónita de los demás pasajeros, el avión parece haberse estabilizado ya, y la presión de Caleb sobre mi muñeca también ha disminuido, al menos ya no temo por el futuro de mi mano. Después de hablar largo y tendido con Eric me cuenta que tiene 29 años, que nació en Berlín y se enamoró de una canadiense, así que se fueron a vivir a Vancouver cuando él tenía 24 años, más o menos mi edad ¿Veis? No estoy loca. También me cuenta que en un viaje por Estados Unidos en busca de inspiración para su mujer (Porque sí, se casaron cuando él tenía 24 años) que debe ser artista pues se toparon con Nueva York, más concretamente con el barrio de Queens, y ahí conoció a Caleb.
Yo no puedo evitar escucharle atentamente durante todo el relato, porque no entiendo qué es lo que tiene Eric, pero te apetece de tal manera quedarte a escucharle, que se desahogue, que te cuente todo, porque por alguna extraña razón, me gusta escucharle. Cuando termina y ve como a mí se me están cerrando los ojos me ofrece su hombro para dormir y la verdad...yo no voy a decir que no. Aunque le echo un vistazo a Caleb, el cual no ha dicho ni una sola palabra desde que hemos despegado y eso...me extraña, pero no, él sigue despierto viendo una película, puedo adivinar que se trata de El Caballero Oscuro...hombres, todos iguales...
El resto del vuelo transcurre igual, Eric y yo hablamos acerca de la comida asquerosa de los aviones, de la cara de mal follada que tiene una de las azafatas y del acojone que lleva en el cuerpo Caleb, el cual continúa sin decir ni una palabra, le tiendo mi mano cuando vamos a aterrizar, para transmitirle tranquilidad pero desvía la mirada y clava las uñas en sus brazos. Perfecto, maldito orgulloso de mierda...
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Dulce Locura #WSAwards
Literatura KobiecaMe llamo Alejandra, y soy una chica de 24 años normal, como tú, como cualquier otra, con mis mas y mis menos ( O más menos que más) Pero que un buen día tuve la perfecta idea de ir a vivir a Nueva York. Hasta ahí todo bien ¿Verdad? Fantástico, pues...