23 | Venganza

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Capítulo 23. Venganza.


Katelyn Clark.

—Te amo, nunca te he dejado de amar. Y lamento tanto haber sido tan cabeza hueca y arrepentirme cuando sentí que te perdería, no sabes cómo me quema saber que yo fui el que jodió todo. Yo ya no puedo seguir sin ti, ya no quiero, no puedo. Te necesito.

Y sí, me tomó tan desprevenida que incluso llegué a pensar en la pequeña posibilidad de perdonarlo.

—No sé ni siquiera cómo he seguido estos años sin ti, sin ustedes. Me encargué de cambiar para ser una versión mía que ustedes se merezcan, una que sea como has soñado siempre.

Pero ¿qué sucedía si ahora ya no quería nada de él?

—Quiero pedirte hoy una nueva oportunidad, una que te juro que aprovecharé cada maldito segundo, porque estoy dispuesto de dar todo con tal de intentar formar la familia que siempre debimos ser. Por favor, déjame intentarlo.

Su sonrisa nunca se esfumó, sus ojos nunca dejaron de verme y sus manos nunca dejaron de temblar. Y me besó. Pero yo nunca dejé de pensar en el pasado.

Él nunca cambiaría y siempre mentiría. Yo sí que cambié y sí que mentí.

—Tengo nauseas, debo de irme. –Dije tan rápidamente como si de verdad lo necesitara.

Y corrí aun sintiendo el amargo sabor de sus labios, un sabor tan desconocido que llegó a ser desagradable.

Pero fui testigo de cómo su sonrisa que años antes me había parecido hermosa, desapareció al escuchar mis palabras. Sé que le dolió al igual que sé que no me importó.

—Jodete esta vez tú Canela, yo ya me cansé de que me jodas. –Susurré a la nada como si mi voz llegará a él.

Él era mi pasado y aunque lo quisiera o no, todo aún no había terminado de pasar. No podía seguir con mi vida cuando ni siquiera sabía que el tiempo seguía corriendo.

Y lo odié como nunca creí que se pudiera hacer, lo odié por una razón tan simple: nunca pude sacármelo de la mente. Porque todo seguía tan latente que incluso al respirar dolía, recordar era como arañarme internamente y no podía soportar pensar cómo había estado tan ciega.

No podía negarlo, él seguía tan adherido a mí como si fuera mi propia piel.

Mi plan era perfecto y tan sucio como él había hecho. ¿A quién dañaría? si yo ya estaba dañada.

—Estás demente, ni se te ocurra intentarlo. Deja de pensar en eso, Kate. Todo ya quedó en el pasado, enterrado como debe de ser. –Dijo después de horas de hablar con ella.

Quería dañarlo, debía dañarlo y podía dañarlo. ¿Qué más faltaba?

—No, yo no puedo dejarlo en paz. Necesito saber que hice algo.

—Ese algo es olvidar, no quieras jugar a tener súper poderes porque no los tienes y sabes que terminará mal.

Pero ella se negaba a apoyar mi idea, mientras yo repetía que sabía lo que hacía cuando no sabía ni que haría.

—Saldrás dañada, también Camila, lo sé.

—¿De qué lado se supone que estás Renata, del mío o de los que me han hecho daño? –Pregunté volteando hacía ella.

Ella sin dudar un segundo habló:

—Siempre estaré de tu lado, aun cuando quieras esconder un cadáver. Pero esta vez no estás pensando bien, siento que algo no va a salir bien. Lo presiento, hazme caso.

Dulce venganzaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora