Instagram (Blas Cantó)

Capítulo 11

Entramos en la oficina y los chicos se pusieron cómodos, tal que así:

-Álvaro en el sillón rojo de mi office que tanto le gusta (después os cuento el porqué que es gracioso).

-Dani en la silla de al lado.

-David en el chaiselongue donde empezó toda esta historia.

Lo del sillón rojo y Álv pues fue una cosa rarilla la verdad. Osea, mi oficina es toda en blanco y negro menos ese sillón. No sé, pero me mola mucho que sea así.

El caso fue que nos fuimos todos a Ikea porque decidimos ir los 5 y ayudarnos a escoger la decoración los unos de los otros. Total, y para no haceros el cuento largo que después me ignoráis, que Álvaro y yo fuimos los últimos en escoger la decoración y, como nos llevamos tan bien, pues queríamos oficinas gemelas. Y básicamente andábamos buscando lo mismo para ambas. El problema es que no siempre había dos unidades de cada artículo y muchas veces tuvimos que desechar la idea de comprar uno por ese motivo. Y estábamos buscando hasta que encontramos ese sillón rojo que nos encanto a los dos nada mas verlo.

¿Problema? ¡Sólo había uno!

Y ya íbamos a desechar esa idea cuando a David se le ocurrió que quizás podríamos compartirlo.

Y desde ahí, hasta ahora. Decidimos comprarlo y repartirnoslo. Yo lo tengo un mes y Álv lo tiene al siguiente. Supongo que sobra decir que cuando hay reunión en mi oficina todos sabemos que ese es el sitio de Álv y cuando la hay en la suya, que ese sitio es mío.

Ah, y nos tenéis que ver el día que cambiamos el sillón de sitio. Es súper gracioso. Osea parecemos dos niños pequeños con juguete nuevo jejejeje.

-¿Se puede?- pregunto una voz desde fuera de la oficina.

-Carlos, no preguntes y entra anda- respondió Dani nervioso.

-Vale, pero en estos casos siempre me decís que tengo que llamar- dijo mientras abría la puerta y se quedaba al lado de ella.

La mesa estaba puesta de manera que si abrías la puerta, no podías ver a la persona que entraba hasta que la cerraba. De modo que si yo estaba apoyado en la mesa solo podía ver a Carlos. Y eso no justificaba de ninguna manera la cara de flipe que tenían los otros 3.

Hasta que Carlos cerró la puerta y entendí todo.