Capítulo 1: Seres de otro mundo

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CAPÍTULO 1: SERES DE OTRO MUNDO

Era una tranquila mañana en Ridebor. El verano estaba bien entrado y el sol calentaba desde primeras horas de la mañana. Soplaba una suave brisa que mecía el trigo y los pocos árboles que crecían esparcidos por el campo. Ridebor era un país mayormente agrícola, con grandes campos cultivados con cereales, vides y frutales, con los que los campesinos elaboraban pan, cerveza, vino y sabrosas mermeladas. Algunos de estos campos en esta época servían para alimentar a los érafos que constituían el ganado más abundante. Estos animales eran aves de gran tamaño no voladoras, pesaban cerca de media tonelada y proporcionaban carne, leche y plumas a las apacibles gentes de Ridebor. En invierno los pastores de érafos los llevaban a sus grandes rediles a pasar la noche y a alimentarlos debido a la poca hierba que crecía en esa estación.

            No había vallas ni obstáculos entre un terreno y otro, ya que existía una cortesía tradicional gracias a la cual no se daban disputas entre los propietarios. Lo único que podía impedir el paso de un campo a otro eran los ríos que servían de rediles naturales para los animales domésticos. Todos ellos desembocaban en el Lago Azul. Dicho lago era bastante grande, se tardaba casi un día en bordearlo y varias horas en cruzarlo por su parte más estrecha. Los habitantes de Ridebor pescaban, normalmente por ocio, en sus profundas aguas de un color azul intenso salpicadas del reflejo blanco de las nubes.

Al norte de las grandes llanuras que ocupaban la mayoría de la superficie de Ridebor estaba el gran Bosque Nuevo, llamado así por el cambio que sufrió en la antigüedad cuando fue liberado del poder de un señor del mal que allí moraba. Éste, con la maldad que emanaba, transformó el lugar en un siniestro laberinto habitado por hordas de sus legiones oscuras y por criaturas malvadas nacidas del mismo mal que ensombrecía las hojas de los árboles y todo lo que se encontrase debajo. Más tarde al ser vencido el señor del mal, el bosque volvió a sus orígenes y se convirtió en un lugar lleno de vida.

             Al norte del bosque se alzaban las Montañas Escarlatas habitadas por montañeses, hombres huraños a los que no les gustaba el contacto con los otros pueblos de Ridebor. Comparado con los rideborianos eran bastante primitivos, su gobierno no era claro por lo que no había ninguna organización. Llevaban barbas desaliñadas y el pelo largo, normalmente sujeto con largas trenzas. Solían llevar gruesas pieles de osos de las montañas a modo de capas y botas de piel de cabra montesa que curtían las mujeres. Vivían en pequeñas cuevas unifamiliares que salpicaban las laderas de estas montañas. Su principal actividad era la caza que practicaban a pie con lanzas que arrojaban con gran destreza.

 Al sur de las llanuras se encontraba un pequeño reino independizado de Ridebor tiempo atrás. Era Armenot; un país militarizado. Donde toda persona, desde que nacía, era entrenada para la lucha en grandes edificios preparados para practicar todas las disciplinas bélicas como el tiro con arco, la monta y la esgrima. Incluso las mujeres dominaban el arte de la lucha y existían competiciones de combate con espada o arco para ambos sexos. Sus gentes vestían siempre con  ligeras armaduras de acero pulido con elaboradas filigranas de oro u otros metales preciosos. Todos los ciudadanos de Armenot tenían cabellos y ojos negros como una noche sin luna y sus cuerpos eran  delgados pero fibrosos debido al entrenamiento que recibían. Vivían en aldeas amuralladas y con vigilancia continua a pesar de que no había habido ninguna guerra desde hace treinta años. Armenot y Ridebor coexistían pacíficamente y comerciaban entre ellos, pero nunca tenían mucha confianza mutua y era raro encontrar a un rideboriano y a un armenotiano conversando despreocupadamente.

              Aquella mañana Drak se había levantado pronto para ir a pescar en el lago. Montó en su caballo y fue tranquilamente hacía el este.

            Drak vivía en Hurben, un pueblo situado en el centro de Ridebor; en una colina que se levantaba pocos metros por encima de la llanura. Estaba ligeramente fortificado con una muralla y tenía una pequeña fortaleza; una casa torre donde vivía el Alcalde, el señor de Hurben.   

Azote de DragonesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora