Capítulo 2: Una ayuda inesperada

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CAPÍTULO 2: UNA AYUDA INESPERADA

El día siguiente de la marcha de Virrel, Drak se levantó temprano. El ajetreo en el castillo era mareante. Cientos de personas entraban y salían por la puerta, la mayoría llevando víveres y armas. Otros muchos eran familias de granjeros que llegaban de todas partes de Ridebor para refugiarse en el castillo. Los mensajeros habían hecho su trabajo y ya habían avisado a los habitantes de Ridebor que vivían cerca de Hurben.

Después de dar de comer a los caballos, Drak se sentó en unas escaleras que subían a lo alto de la muralla. Desde allí se veía el patio del cuartel y en él un montón de soldados haciendo la instrucción. Tenían armaduras plateadas con hojas de laurel grabadas y un yelmo, también plateado. Por armas llevaban todos espadas cortas, muy manejables, perfectas para la infantería y un escudo cuadrado con una rama de laurel. Frente a ellos estaba Zosertas, el capitán de la guardia, que les gritaba algo que desde allí era imposible oír. Junto a él estaban otros cuatro caballeros con una armadura parecida a la del capitán, es decir, con capa y un yelmo más elaborado que los de los soldados. Ellos debían ser los otros capitanes que formaban la guardia pretoriana del Señor de Hurben. Estos llevaban una espada larga a dos manos y un arco a la espalda. De pronto, oyó la voz de su padre que le llamaba desde abajo.

-¡Drak, ven aquí! No es momento de descansar.

 De un par de saltos Drak se plantó delante de su padre.

-Sígueme, tienes que ayudar a los soldados a poner las armaduras a los caballos.

 Durante todo el día estuvo colocando armaduras y charlando con los soldados. Se dio cuenta de que la mayoría de ellos no habían entrado nunca en combate, salvo unos pocos, no más de veinte, que habían luchado en la guerra contra Armenot hacía treinta años. Aunque éstos eran un poco mayores, al tener experiencia, eran los mejores soldados de la ciudad y la mayoría eran líderes de pelotón. Uno de ellos le contó que durante la guerra él y diez soldados se quedaron separados del resto del ejército. Se tuvieron que poner en círculo para defenderse unos a otros y que durante cerca de media hora estuvieron defendiéndose y acabando con cerca de setenta armenotianos. A pesar de ello, al final sólo quedaban en pie él y otros dos soldados cuando llegó la caballería del rey y arrasó a los enemigos que les cercaban. También le informó de las fuerzas con las que cuenta Hurben. Quinientos infantes, doscientos caballeros y cien arqueros.

 Casi sin darse cuenta acabó el día; desde la muralla se veía cada vez más cerca el ejército enemigo. Cientos de puntos brillantes se acercaban al castillo. A mediodía del día siguiente estarían aquí.

Nadie durmió esa noche. Casi todos los soldados estaban de servicio y los civiles estaban demasiado preocupados para dormir. Drak pensaba en Virrel, en si estaría viniendo con el gran ejército de la Ciudad el Ocaso. Casi al amanecer, entró en la habitación que les habían asignado a su familia el padre de Drak. Venía de una reunión con el Señor de Hurben y sus capitanes.

-La batalla empezará antes de lo esperado. El Señor quiere que la caballería salga a campo abierto para que no lleguen a la ciudad.

-¡Pero es imposible!- dijo Drak.-Con sólo doscientos caballos no vamos a poder hacer frente a miles de soldados.

-Lo sé pero hay que hacer algo hasta que venga el ejército del rey. Si llega demasiado tarde tendremos que defendernos desde el castillo y cuantas más bajas tenga el enemigo, más posibilidades de defensa habrá.

En dos horas, ya salían por la puerta de la ciudad los doscientos caballeros organizados en cuatro batallones de cincuenta caballos. Al frente de cada uno iban los cuatro caballeros que pasaban la instrucción con Zosertas. Y a la derecha de cada uno, un portaestandarte a caballo.

Azote de DragonesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora