Capítulo 14: Segunda batalla por la Ciudad del Ocaso, segunda parte

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Segunda batalla por la Ciudad del Ocaso, segunda parte:

 

El estar montado sobre un dragón, era lo más increíble que Drak había hecho en toda su vida. Pero pero la inquietud que le causaba el saber que en la ciudad donde estaban sus amigos y sus padres estaba siendo atacada, no le permitía disfrutarlo.

Los enormes reptiles volaban en formación, a la cabeza iba Kalgan con Drak sobre su espalda, justo detrás iban los dos dragones dorados seguidos de los cuatro dragones plateados. Sobre dos de ellos montaban Zosertas y Aisia. Por último, siguiendo al grupo, iban los cuatro dragones de bronce.

            Zosertas contempló uno a uno a todos los dragones. Eran magníficos, sobre todo los dragones dorados. Éstos eran inmensos comparados con los otros dragones. Cada una de sus alas era tan grande como Kalgan. Sus escamas brillaban como el oro bañadas por la luz del sol ya que estaban volando sobre las nubes. Dos grandes espinas coronaban sus cabezas y alrededor de ellas tenían otras muchas pequeñas. Su cuerpo tenía unas proporciones perfectas, estilizado a la vez que musculoso. El que volaba a la izquierda era un macho, mientras que el que volaba a la derecha era una hembra. La única diferencia entre ellos era que el macho era ligeramente mayor y quizá un poco más robusto.

            El dragón sobre el que iba montado, que se había presentado como Rimlari y los otros dragones plateados no se quedaban atrás en belleza pues apenas se diferenciaban de los dorados, salvo por supuesto por sus argénteas escamas y por su tamaño ligeramente menor. Tres de estos dragones eran hembras, mientras que Rimlari era un macho. En este caso una de las hembras era más grande que las demás, incluso era más grande que el macho sobre el que Zosertas iba montado. Sus espinas estaban más desarrolladas que las de los demás y en algunas zonas sus escamas habían perdido el brillo de las de sus compañeros. Sin duda se trataba de un dragón de edad avanzada.

            Los dragones de bronce que le seguían eran todos prácticamente iguales. No eran tan bellos como los dorados y plateados, y parecían más bestiales. Sus cabezas eran más grandes en proporción con el cuerpo que en los otros reptiles, sus patas más poderosas, pero su tamaño era más reducido, ligeramente superior al de Kalgan. Además sus alas eran más anchas y menos alargadas.

            Llevaban volando tan sólo unos minutos cuando Kalgan empezó a descender, atravesaron el manto de nubes y las praderas de Ridebor aparecieron ante sus ojos. En vez de volar directamente hacia la ciudad, habían volado hacia el este, casi hasta llegar hasta Hurben.

            Aterrizaron junto un pequeño bosque de abedules. Los tres compañeros desmontaron y se acercaron a Kalgan mientras los otros dragones formaron un círculo a su alrededor.

            – ¿Qué hacemos aquí? Deberíamos estar en la ciudad.

            – Tranquilo Drak, no podemos precipitarnos, en la ciudad hay muchísimos dragones del mal. No tenemos ninguna oportunidad sin un plan. Narlast, ha sobrevolado la batalla y por ahora Délarus sólo está tanteando el terreno. Solamente ha atacado con pequeños grupos de dragones verdes. Quiere saber si hay dragones custodiando la ciudad. Todavía no atacado con dragones más poderosos ni con el ejército.

            – Está bien bola de nieve ¿cuál es tu plan? –dijo irreverentemente Aisia.

            Kalgan puso una mueca de sorpresa por el comentario de la chica pero la ignoró y siguió hablando.

– Mi plan es atacar por sorpresa a Délarus. Los dragones de bronce y yo atacaremos el flanco del ejército creando una distracción, es muy probable que Délarus y su dragón Wistlex alcen el vuelo y lancen contra nosotros a muchos de los dragones enemigos. Si hay suerte, entre los dragones plateados y los dorados podréis vencer a Délarus y a los otros dragones que le defiendan. No es seguro que venciendo a Délarus los otros dragones dejen de luchar pero por lo menos no tendrán un amo a quién obedecer.

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