Capítulo 8: Preparando la venganza

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Preparando la venganza:

Los rayos tronaban en el cielo en los alrededores del castillo, pero ninguna gota de agua caía de las negras nubes. Desde la separación del mundo las montañas inexpugnables impedian el paso de la humedad del mar a las tierras del este lo que provocaba que las tormentas se disipasen sin descargar sobre el erial en el que se había convertido ese territorio.

            Delarus contemplaba el horizonte desde la azotea de su torre con su perenne media sonrisa dibujada en su cara. A lo lejos dos siluetas aparecieron en el cielo y poco a poco se fueron aproximando al castillo. Dos criaturas aladas se posaron suavemente frente a el señor del castillo. Eran dos dragones, uno era un dragon violeta de doce metros de largo con un jinete a sus espaldas ataviado con una armadura también violeta. Era humano, uno de los pocos que quedaban al este de las montañas inexpugnables. Y el otro era un dragón gris, mucho más pequeño que el otro, pues apenas superaba los ocho metros. A la espalda de éste también había un jinete pero era una pequeña criatura medio humanoide de apenas un metro de estatura con una larga cola y vestido con una armadura de cuero verde oscuro.

            Los dos recien llegados desmontaron de sus cabalgaduras e hicieron una reverencia a Delarus. Éste con un gesto les indicó que bajaran al interior del castillo. Antes de entrar cada uno habló un momento con su dragón y descendieron por las escaleras de piedra hacia la sala donde el señor del castillo recibia a sus visitas. Los dragones debían esperar en la azotea a que sus amos terminasen lo que tenían que hacer. El dragón violeta se acercó despacio hacia el reptil gris.

            -Hola Skirl, hacía mucho tiempo que no nos veíamos.

            -A mi me ha parecido demasiado poco tiempo –gruñó el grisaceo animal, se dió la vuelta y se tumbó.

            -Veo que sigues tan malhumorado como siempre. ¿No te alegras de ver a una vieja compañera?.

            -¿Por qué debería alegrarme? ¿Porque luchamos juntos en Isvantelia? Los dos hicimos lo que nos mandaron, igual que lo estamos haciendo ahora.

            -Venga larguirucho, fueron unas batallas increibles,  los asquerosos dragones dorados cayeron uno tras otro. Fue glorioso –dijo el monstruo violeta y con un gesto juguetón dio un coletazo al gris. Éste al momento se levantó sobre sus patas y abrió sus fauces lanzando un furioso rugido contra quien perturbaba su reposo. El otro dragón dió un paso atrás y desplegó sus alas en un gesto al parecer defensivo. Los dos reptiles se miraban fijamente esperando el próximo movimiento del contrario.

            Los dragones grises tenían una forma muy distinta a la de los otros dragones. Eran muy alargados, con un cuello y una cola muy largos que movían continuamente con un movimiento ondulante. Su cuerpo era pequeño y con unas patas cortas pero fuertes. Su cabeza era alargada con multitud de dientes asomando fuera de la boca y tenían dos cuernos ligeramente curvados hacia atrás. Sus alas eran bastante largas y estrechas lo que les daba un vuelo rápido con un aleteo constante. Su piel era gris acero, más oscura en el lomo que en el vientre.

            En cambio los dragones violetas tenían el cuerpo parecido al de los demás dragones, la mayor diferencia con sus parientes era que poseían la mejor maniobrabilidad en vuelo de todos los reptiles voladores debido a que disponían de un par más de alas. Sus cuatro alas les hacían los mejores voladores del mundo pudiendo cambiar de dirección rápidamente, incluso podían volar hacia atrás. Otro rasgo distintivo era una alta cresta que iba desde lo alto de la cabeza hasta el final del cuello y dos especie de crestas más que formaban algo parecido a unas orejas a los lados de su cabeza. Su color era violeta intenso con pequeñas manchas oscuras a lo largo del lomo.

            -Tranquilo Skirl, era sólo una broma –dijo entre risas el animal morado y plegó sus cuatro alas lentamente.

            Vuelve a tocarme Irena y te arranco un ala. A ver que tal vuelas sólo con tres.

            -Vale, no te pongas así. Sólo quería recordar tiempos pasados.

            Skirl se volvió a dar la vuelta y se recostó, después Irena hizo lo mismo.

Delarus y sus acompañantes entraron en la misma sala donde meses antes el soberano había echado a Lingar el dragón negro por el fracaso en su misión. Esta vez aparte del espinoso trono carmesí, había dos sillones frente a él y a su lado otro trono parecido al primero. Éste ya estaba ocupado por alguien. Era una persona ataviada con una armadura roja con adornos negros y una capa también negra. Su figura era bastante estilizada y su rostro estaba oculto por un yelmo con solamente una rendija a la altura de los ojos, coronado con una crin de rinhipus, un animal parecido a un caballo. Los dos visitantes hicieron una pequeña reverencia al enmascarado y se sentaron en los sillones. Delarus lentamente se se sentó en su trono, para después dirijirse a los recien llegados.

            -Bien, os he mandado llamar porque ha llegado el momento de continuar con mi plan. Mis sospechas de que los reinos humanos están recibiendo ayuda de los alantares han sido confirmadas, o al menos están siendo ayudados por los dragones del reino alantar. Así que necesito vuestros ejércitos para poder tomar la capital del reino humano más importante, Ridebor. En dos meses partiremos hacia las montañas inexpugnables, abriremos el portal y pasaremos a las tierras del oeste. General Redar, prepare sus dragones violetas y verdes y a toda la infantería de la que pueda disponer.

            -Sí, mi señor –contestó el más alto de los dos invitados.

            -Y general Tarp, prepare sus guerreros. Tengo una misión para sus tropas de asalto.

            -Entendido, mi señor –dijo la extraña criatura del otro sillón con una desagradable voz.

            -¿Alguna pregunta? –Delarus cogió una copa que tenía a su derecha y dió un sorbo.

            -Sí mi señor –respondió el general Redar-. Con el debido respeto, me gustaría saber a que se debe que nuestro objetivo sean los reinos humanos en vez del reino alantar de Alantelia. Pensaba que su deseo era destruir a los que le repudiaron y echaron de su antiguo hogar. Delarus sin mover un solo músculo de su faz, hizo un gesto con su mano y su general salió despedido del sillón dos metros hacia atrás empujado por una fuerza invisible y haciendo un ruido sordo al caer al suelo. El subordinado del oscuro señor se levantó jadeando debido al golpe. El otro soldado ni se inmutó, simplemente miró a su compañero con desdén.

-Eso no es asunto tuyo. Yo ordeno y tú obedeces sin más. Ahora marchaos, tengo mucho que hacer.

Azote de DragonesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora