Capitulo 28.

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Estaba amaneciendo y sólo necesitaba estar un rato más en sus aposentos para descansar la cabeza. Necesitaba ordenar mentalmente lo que había ocurrido en apenas unos días. Había pasado de vivir en Arkadia, como una persona más, con una vida completamente distinta y nueva a marchar a Polis y ocupar el puesto que le correspondía por derecho como Comandante de los trece clanes. Por si fuese poco, ahora, se enfrentaba a una guerra con uno de los pueblos mas potentes de la Tierra: Azgeda.

El número de habitantes de Azgeda era superior al de cualquier otro clan. Antes de aprender a caminar, aprendían a sujetar un arma entre sus manos. Eran enseñados en el arte de la batalla y de la guerra y crecían matando, cazando para sobrevivir. Eran los mayores que guerreros que Lexa había visto nunca. Ágiles en combate, asesinos. Ella misma tuvo que arrodillarse ante Azgeda pese a ser su Comandante. Hace años, cuando la reina le envió la cabeza de Costia, ella, tuvo que doblegarse, guardarse sus ganas y sus órdenes de crear un guerra en contra de ésta y de su pueblo e introducir a Azgeda en la coalición. Pero ahora, todo había cambiado. Ahora, no estaba dispuesta a esperar a que la cabeza de Clarke le fuese entregada de la misma forma que le entregaron la de su primer amor hace años. Ahora, iba a utilizar todo su poder para poner a salvo a los suyos, a los Skaikru. No iba a permitir que Azgeda volviese a irrumpir su mandato, su paz, su coalición.

Hacia unas horas, el representante de Azgeda había sido ejecutado por ella misma ante los ojos de todos los embajadores y los habitantes de Polis. Después, la cabeza había sido entregada a uno de sus guardias, que tenía orden inmediata de enviar aquella parte del cuerpo a la mismísima Reina Nia. Sabía que ese acto, llevaría consigo una reacción inmediata por parte de ésta y entonces, ella la estaría esperando.

Fue entonces cuando Clarke, sin ni siquiera llamar a la puerta, entró en los aposentos de Lexa bajo la mirada de ésta, que se quedó asombrada al comprobar cómo se había librado de la vigilancia de su puerta y cómo, sin pedir permiso, había entrado.

 - ¿Qué haces aquí?- preguntó la Comandante, que si, de hecho, esperaba a alguien en ese momento allí, no era a la Skaikru, si no a Titus

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- ¿Qué haces aquí?- preguntó la Comandante, que si, de hecho, esperaba a alguien en ese momento allí, no era a la Skaikru, si no a Titus.

- Despedirme- contestó con seriedad, como guardándose algo dentro de ella, algo que Lexa en seguida quiso leer. En lugar, de preguntarle, asintió con la cabeza, recordando que en unas horas, parte de su ejército encabezado por Indra, acompañarían a Clarke hasta Arkadia. Con todas las cosas que tenía en su mente, apenas se había fijado en la hora o en el paso del tiempo desde ayer.

La Comandante dio varios pasos hacía adelante, acortando la distancia entre ella misma y la rubia, que también, a su misma vez, se acercó a Lexa.

- Estarás a salvo- aseguró la morena, como si de hecho, eso fuese lo que Clarke necesitaba escuchar. Ésta, asintió con la cabeza, con la mirada ligeramente apagada. Lexa tenía claro que se escondía algo más detrás de aquella visita, detrás de la Skaikru, detrás de sus pensamientos.

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