Capítulo 24

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24.

Diana apretó los labios y miró hacia el lado. Parecía nerviosa, y eso me preocupó en cierto punto. Tom nos quedó mirando desde la cocina con el ceño fruncido, y me puse más ansiosa cuando vi a Diana rebuscar en su bolso algo que parecían ser papeles médicos. Estaban dentro de una carpeta.

—Mamá, qué pasa, qué es eso. —Abrí los ojos de par en par y me cubrí la boca. Por mi cabeza pasaron cientos de ideas terribles y Tom se dio cuenta de ello, así que corrió hasta mi lado para sentarse conmigo y rodearme con su brazo. Me pareció un gesto de consuelo, lo que me hizo sentir peor—. Por Dios, no me asustes, hoy no es el día en que precisamente puedo recibir malas noticias. Mamá, ¿qué te pasa? ¿Tienes algo?

—Oye, Vanesa... —Diana agitó las manos intentando tranquilizarme. Tenía el corazón en la garganta y Tom me apretó el muslo suavemente para que no perdiera el control—. No te alteres, no tengo nada malo, ni tu papá ni nadie, ¿vale? No me dejas ni empezar a hablar.

—¿Entonces qué mierda es eso? —pregunté.

—Ey, tranquila —murmuró Tom, dejando que tomase su mano y le enterrase las uñas.

—Ten... —Diana extendió su mano hacia nosotros, ofreciéndonos unos papeles que no tomé.

—No quiero. —Tom, a mi lado, rodó los ojos como si pensara que estaba exagerando y recibió la carpeta por mí. 

—Ábrelo —dijo Diana.

—¿Qué es?

—Vanesa —Tom me interrumpió poniendo la carpeta entre mis piernas—, no seas tonta. Ábrela. —Con manos temblorosas obedecí, y no entendí qué cosa estaba viendo. Unas cuantas fotos borrosas.

—Ecografías —murmuré lentamente. No quería equivocarme, pero al darme cuenta que había acertado, que sí eran ecografías, me empezaron a temblar las manos por la ansiedad. Se me humedecieron los ojos—. Mamá, ¿estás embarazada? 

—Sí. —Ella asintió.

—¿En serio? 

Me reí.

—Tom, ¿escuchaste? Voy a tener un hermano.

—O hermana —dijo él, pero no me importó y salté de mi asiento para lanzarme encima de Diana. Empecé a reír de forma nerviosa, lo que sentí era una mezcla entre emoción y miedo.

Diana dejó que la abrazara, Tom se quedó sentado con las piernas cruzadas mirándome hacer un tonto espectáculo una vez que liberé a mi madre y empecé a saltar por todos lados. 

Era una situación sumamente extraña. Algo que jamás hubiese imaginado.

Una vez que me calmé y tomé asiento, Diana tomó su bolso y se despidió de nosotros con un beso en la mejilla. Quise pedirle que se quedara un rato más, pero tenía demasiada prisa y su visita se sintió con gusto a poco. Pude ver de reojo como Tom movía de un lado a otro con impaciencia su pierna. Cuando la puerta se cerró y el silencio se quedó de nuestro lado, él fue el primero en ponerse de pie.

—No lo puedo creer —le dije con emoción en el tono de mi voz.

—¿No crees que es un poco extraño? —Tom se encaminó hasta la cocina nuevamente.

—Mucho —asentí—. Es un poco injusto. 

Me levanté también y seguí a Tom. Vi como revisaba la olla en donde estaba cocinando.

—¿Qué cosa?

—Ya ni siquiera estoy con ella. Siempre quise un hermano, pero demoró demasiado.

Un Juego de amigos [Versión Extendida].Donde viven las historias. Descúbrelo ahora