La profesora preguntó a Ben si estaba seguro de que había sido Matt, y él dijo varias veces:
"¡Yo lo ví!"
Oí algo que, sinceramente, no quise haber escuchado. Cuando Ben dijo que había visto a Matt, éste murmuró: “Ten por seguro que no vas a volver a verlo”. Lo dijo con una voz tan fría que se me heló la sangre por un segundo.
Miré de reojo a la profesora y a Ben, y me dio la impresión de que no lo habían escuchado. La profesora le devolvió el juego a Ben y tanto ella como Matt se fueron a hablar con el director del colegio. Al parecer, iban a ponerle un castigo. Ben todavía estaba preocupado de que a la salida de clase le dieran su habitual paliza y le volvieran a robar el juego, así que me pidió que lo guardara y esa tarde llevara el juego a su casa, que me llamaría al llegar para decirme una hora exacta. Acepté. Al salir de clase, él tomó el camino habitual para ir a su hogar y yo fui a la mía como normalmente hacia. Normalmente Ben llegaba a casa antes que yo, ya que yo tenía que pasar por el trabajo de mi padre para que me diera las llaves de casa, y la paliza que los tres matones propinaban a Ben todos los días no duraba más de 10 minutos, así que esperaba oír el teléfono justo al abrir la puerta, pero no. Pasaron diez minutos, veinte, treinta, y no llamaba. Me preocupé, por si lo habían dejado inconsciente al pegarle esta vez, pues como ya dije antes, a veces se propasaban. Pero nunca llegué a imaginar lo que sucedía. Salí corriendo hacia la casa de Ben con el juego en la mano, y justo antes de llegar, en la orilla del lago que había frente a su casa, oí unas risas, algunos gemidos y algún que otro grito. Ben vivía en las afueras y nadie solía pasar por allí, así que me extrañó oír jaleo. Busqué con la mirada y entonces, lo vi. Aquellos tres matones estaban pateando algo, algo que estaba tirado en el suelo. Después de forzar un poco la vista, vi que era Ben, quien emitía gemidos de dolor y se cubría el rostro con las manos. El miedo me paralizó, y me quedé quieto, observando. Vi que Matt cogió un palo de madera y le gritó a Ben:
“Decías que me viste coger tu asqueroso juego, ¿no? Tranquilo, ¡No vas a volver a ver nada!” Entonces alzó la mano e hincó el palo en el ojo derecho de Ben.
No pude contener el gemido y unas lágrimas salieron de mis ojos mientras Matt sacaba el palo y lo clavaba con fuerza en el otro ojo de Ben. Caí de rodillas sobre el asfalto y vomité mientras oía los gritos de desesperación de Ben. Quería acercarme, pero la sensación de miedo que me recorría el cuerpo me lo impedía. Levanté la vista, me sequé las lágrimas y al ver con más claridad, noté que todo estaba lleno de sangre. La ropa de Matt y el rostro de Ben estaban manchados de una sustancia roja que salía a borbotones por sus ojos. Y entonces lo oí. A pesar de estar a 10 metros de ellos, oí a Ben decir con una voz entrecortada:
“No debiste hacer eso”.
Matt cogió del cuello a Ben y lo levantó, arrojándolo al lago y poniéndose de cuclillas a su lado.
Tomándolo del cuello, hundió su cabeza en el agua. Matt reía al observar a un Ben sin ojos, con los pulmones llenándose de agua, vy como su vida se escapaba por entre sus manos, pero en el rostro de Jacke y Alex había una expresión de terror. Les oí decir:
“¡Detente! ¡Es suficiente!” Trataron de detenerle pero Matt les propinó una patada a ambos y estos se alejaron de él.
Al poco tiempo de haberlo tenido bajo el agua, diciéndole todo tipo de insultos, Matt le soltó. Se puso de pie y lo miró. Jacke y Alex se habían ido, y temiendo que lo viera alguien, salió corriendo. Imagino que iría a su casa, ya que una vez desaparecido de la escena morbosa, no presté atención a donde se dirigía. Me acerqué a Ben con las piernas temblorosas, llorando, y lo zarandeé. Le abracé con toda la fuerza que pude y lloré. No sé cuanto tiempo estuve allí, llorando mientras lo abrazaba, sólo recuerdo que en todo momento traté de no soltar el juego de Majora’s Mask que aún tenía en la mano. Estuve allí, sollozando hasta que llegó la policía. Una vecina de Ben los había llamado al oír esos gritos en el lago. Y esto no pude perdonármelo jamás, no ayudar a mi mejor amigo es algo con lo que todavía tengo pesadillas.
Me llevaron a casa, y una vez estuve allí, me duché y, mientras me limpiaba la sangre de Ben, me di cuenta de que el cartucho de Zelda también estaba manchado. Se me escaparon unas cuantas lágrimas y lo limpié con un trapo. Debajo de la gruesa capa de sangre, había una palabra escrita: “Majora”. Esa palabra no estaba esa mañana, cuando Ben me dio el juego, pero lo pasé por alto, pues no era lo que más me preocupaba en ese momento. Dejé el juego en la mesita de noche, ya que quería guardar el último recuerdo que tenía de él.