AVISO: De nuevo, este capítulo contiene escenas sexuales NO explícitas.
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Cuando Karina llegó a casa de madrugada y se desnudó, acostándose a su lado, Erik fingió que no estaba despierto. Ella, que trabajaba en un bar por la noche y solía llegar tarde los fines de semana, no trató de despertarle. Se acurrucó contra su espalda, con una leve sonrisa en los labios y los cabellos esparcidos por la almohada, y en pocos minutos se durmió, agotada. Erik sintió su cálida respiración en la nuca y el brazo de ella apoyado en su cintura. Arropado por el calor de Karina, el chico suspiró, aún con el recuerdo del cuerpo de Anais grabado a fuego en su mente.
Hacía apenas media hora que él había entrado por la puerta de su casa, sintiendo el malestar y la boca seca de la resaca. No había dudado en darse una ducha rápida con agua helada, ponerse su vieja camiseta para dormir y meterse en la cama. Ni siquiera se había preocupado en tomar un pequeño desayuno, como solía hacer todos los domingos de madrugada. Deseaba caer en un sueño profundo lo antes posible para así olvidarse de Anais y de aquella noche. Pero con Karina pegada a su espalda y Anais a su cabeza, era incapaz de relajarse y descansar.
Entonces, comenzó a divagar. Hacía mucho tiempo que no rememoraba la etapa de Anais y Karina, una de las más convulsas de su vida. Erik sabía que el mundo era complicado e injusto, y que su problema era un mal menor comparado con todos los del planeta. Había gente que se moría de hambre, personas en guerra, niños pobres, mujeres maltratadas, activistas metidos en prisión por defender causas justas, políticos y empresarios que robaban al pueblo sin escrúpulos en libertad, personas aún esclavizadas, animales muriendo sin parar, ecosistemas destrozados y maldad, caos y sufrimiento por doquier. Pero, aún siendo consciente de ello, nada le afectaba tanto como aquella historia que, cinco años después, amenazaba con volver a repetirse.
Habían pasado cinco años, y todo había cambiado. Ya no era un adolescente y se sentía más a gusto y seguro de sí mismo. Y estaba seguro de haber aprendido un mínimo de sus errores; era mejor persona. Tenía estudios, un trabajo, un sueldo que no daba para mucho, pero sí lo justo para vivir con comodidad... y seguía con Karina. Había perdido la cuenta de los años que llevaban saliendo juntos; seguramente, en pocos meses llegarían a los siete. Últimamente, incluso se estaba planteando proponerle que se fueran a vivir juntos, ahora que ambos tenían un trabajo y un sueldo y, por fin, habían terminado los estudios.
Pero Anais había reaparecido en su vida. Había vuelto a serle infiel a Karina. Y, en aquel momento, todos aquellos años que habían pasado entre el presente y su convulsa relación anterior, parecían haberse esfumado de golpe. Las cosas habían dado un giro inesperado y se preguntó qué pasaría después.
Perdido en sus pensamientos y arrullado por la respiración acompasada de Karina, Erik se fue deslizando hacia un profundo sueño plagado de turbulencias.
Cuando despertó, era más de mediodía y Karina seguía durmiendo a su lado a pierna suelta. Incluso roncaba suavemente. La luz se colaba por las rendijas de la persiana. Nada más abrir los ojos, supo dos cosas, que tenía hambre y que lo de Anais no había sido un sueño. Gimió y estiró los brazos, con cuidado de no darle a la chica. Sentía la cabeza como si le hubieran dado un martillazo, o dos, y le dolía todo el cuerpo. Pensó, con dificultad, que no quería salir de la cama jamás. Pero aquella convicción le duró poco: tuvo que levantarse para ir al baño. En penumbras, se encaminó hacia él.

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Anais
General FictionErik nunca fue el típico chico malo que juega con las mujeres para luego abandonarlas. Y, sin embargo, acabó utilizando a ambas, atrapado en un triángulo amoroso del que jamás quiso formar parte. Karina siempre había sido una mujer independiente que...