AVISO: Este capítulo contiene escenas sexuales. Yo NO escribo las escenas sexuales de manera explícita, pero si no te agrada leer este tipo de cosas, comienza a leer después de "Calor, y después nada, solo silencio". También hay cierto lenguaje soez, aunque trato de evitarlo, aquí era necesario.
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Tenía los labios húmedos. Eso fue lo único que pudo pensar Erik cuando Anais se abalanzó sobre él. Tenía los labios húmedos y una seguridad que asustaría al más rudo de los hombres. Anais le sujetó de los cabellos con fuerza y aprisionó su labio inferior entre los dientes, con suavidad, acariciándolo con la lengua. El muchacho gruñó, sorprendido, sin saber muy bien qué hacer. Pero ella, quizás envalentonada por el alcohol, quizás haciendo de tripas corazón, le empujó con su cuerpo hasta que su espalda chocó contra la pared. La pierna de ella se coló entre las de él y sus pechos apretaron el abdomen de Erik, que cogió aire, nervioso. El corazón del chico comenzó a latir a mil por hora y agradeció que ella le mantuviera sujeto contra la pared, porque no tenía muy claro si sus pies estaban firmemente agarrados al suelo o, por el contrario, le fallarían las piernas en cuanto Anais le soltase.
—Fuiste un cabrón —murmuró ella con su labio inferior aún sujeto entre los diente.
Sus dedos le agarraron el pelo con tanta fuerza que Erik comenzó a sentir dolor por los tirones.
—Fuiste un cabrón y ni siquiera debería estar besándote —volvió a susurrar, apretando más su cuerpo contra el de él.
Erik hizo caso omiso a las palabras de ella.
Anais levantó la rodilla con suavidad, acariciándole los muslos, hasta presionar su entrepierna.
Erik respiró con fuerza y un gruñido salió de su boca. Sintió el calor de Anais, la humedad de los labios de ella, sus dedos clavados en la cabeza y la rodilla abajo... comenzó a tener calor. Fue incapaz de pensar. Le temblaron las manos cuando, bruscamente, agarró a la muchacha de la cintura con las dos manos, clavándole las uñas por encima de la fina camiseta que llevaba. En ese momento, el moño de Anais se desató, la goma cayó al suelo y los cabellos, libres, se esparcieron alrededor de la muchacha, haciéndole cosquillas a Erik en los brazos y en la cara.
La lengua de él invadió la boca de ella, húmeda, furiosa. Anais gimió y sonrió de medio lado. Tiró más aún del pelo de Erik, arrancándole un gruñido de dolor y, como respuesta, las uñas de él se clavaron con tanta fuerza en sus costados, que supo que al día siguiente tendría marcas. Le dolió, pero aquel dolor supuso una extraña dosis de adrenalina, y ni siquiera se quejó.
Se besaron durante largo rato, restregando sus cuerpos, agarrados con furia, mordiéndose los labios y luchando con las lenguas. Hiperventilaban. Sentían la piel arder y la cabeza embotada. Pero no les importó. Anais, insatisfecha, volvió a la carga.
—Eres un gilipollas, y te odio —su voz desliaba veneno.
Esta vez, Erik no la ignoró. Agarrándola con más fuerza de la cintura, arañándola sin reparo alguno, sin permitir que se separara ni un centímetro de él, dio la vuelta y la estampó contra la pared. Anais gimió por el golpe y, del susto, soltó los cabellos de él, dejando caer ambos brazos. Erik apoyó todo el peso de su cuerpo contra ella, quitándole la respiración. La agarró del cuello, clavándole los dedos. Anais, con la cabeza apoyada en la pared y la mirada furibunda, contuvo el aliento.
—Si me odiaras tanto, no estarías aquí conmigo.
Anais trató de zafarse del agarre, pero no pudo. Le miró fijamente a los ojos, acusadora.
—Si me odiaras tanto como dices, ni siquiera me hubieras besado.
La mano de ella le cruzó la cara. Fue un golpe directo, certero, que sonó por todo el trastero. Erik la soltó, anonadado, y se llevó la mano a la mejilla. Parpadeó varias veces. Se separó unos pocos centímetros de la muchacha, sin saber qué hacer. Anais aún mantenía el brazo en alto y sus ojos se clavaban en los de él, furiosos, encendidos. Le agarró del cuello de la camisa y se puso de puntillas, acercándose a su boca hasta que los labios de ambos casi se juntaron. Erik sintió el aliento húmedo de ella cuando habló:

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Anais
Narrativa generaleErik nunca fue el típico chico malo que juega con las mujeres para luego abandonarlas. Y, sin embargo, acabó utilizando a ambas, atrapado en un triángulo amoroso del que jamás quiso formar parte. Karina siempre había sido una mujer independiente que...