Capítulo XII

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Notifiqué a mi familia sobre mi relación con Ludwig y, como siempre, mi hermana fue la que se encargó de 'comunicar' la noticia a nuestros conocidos y en todo el campus universitario. También conocí a los padres de Lud, ambos eran personas muy abiertas, por lo que no hubo problemas. En ocasiones, él se quedaba en mi casa a dormir, o yo lo hacía en la suya; nuestros padres siempre nos hacían la misma advertencia "usen protección" pero, lo que nadie sabía era que, en realidad, no habíamos llegado hasta ese punto, aún. Las semanas pasaron y, a finales de semestre, nuestro tiempo juntos se redujo considerablemente; yo debía entregar trabajos, investigaciones y proyectos, por lo que solo nos mirábamos en la biblioteca y cuando él se quedaba en mi casa.

-David... – Lud se acercó a mí, mientras terminaba un trabajo de análisis estructural – estás muy tenso, 'mon ami' – sus manos masajearon mis hombros.

-Lo siento, es solo que, últimamente he tenido mucha tarea – acerqué mi rostro hasta su mano y lo besé – pero este es el último, prometo que desde mañana y, durante las vacaciones, te compensaré...

-No... – se inclinó y atrapó mi oreja con sus labios – ¿crees que voy a esperar tanto? Además, necesitas un poco de alivio...

-¿Quieres que descanse contigo, en este momento?

-No, sigue con tu trabajo...

La voz de Ludwig tenía un tinte extraño, no lo comprendía; pero mi sorpresa aumentó al ver que hincaba en el piso y, a gatas, se metía bajo mi escritorio, acomodándose entre mis piernas.

-Lud... ¿Qué...?

-No digas nada – sus manos buscaron la cremallera de mi pantalón – y no me interrumpas, porque puedo arrepentirme...

Iba a objetar, más, sabía que debía hacerle caso; siempre se molestaba si no obedecía sus indicaciones, por lo que intenté seguir con lo mío, aunque me fue completamente imposible. Los dedos de mi novio liberaron mi sexo, acariciando con sumo cuidado y en poco tiempo, logró que despertara por sus atenciones; cuando la tibia humedad me envolvió, quebré el lápiz que tenía en mano, recargué mi frente contra el escritorio y apreté mi quijada, ahogando el gemido que amenazó con salir. Ludwig jamás había hecho algo así, incluso, cuando estábamos en la cama, era yo quien lo llenaba de caricias y besos, también le había dado sexo oral, pero él no se había atrevido más que a besar mi torso, al menos hasta ese momento.

Mi mano buscó su cabello, empezando a acariciarlo y, sin pensar, le marqué el ritmo que quería; él no opuso resistencia, simplemente se dejó manejar, pero su lengua llevaba un movimiento distinto. Me olvide de mi trabajo, alejé las hojas, las plumas, las reglas, el teclado de la computadora, en fin, todos mis materiales, no iba a prestarles atención en ese momento; dejé mi mejilla contra la superficie de mi escritorio y mantuve mi boca abierta, respirando agitadamente. Lud tomó el control y sentí que, cada que entraba en su boca, llegaba hasta el fondo de su garganta; no pude contenerme por mucho tiempo y eyaculé, ahogando un gemido.

Poco a poco volví a respirar normal, sin dejar de acariciar el cabello de mi novio; me recargué en la silla y busqué el rostro de Ludwig. El seguía hincado frente a mí, sus manos estaban cerca de su rostro y se lamía los dedos con sensualidad; tenía algo de mi semen en su barbilla y manos, evitando que cayera al piso.

-Lo siento – dije alejando la silla e hincándome con él para limpiarlo con un pañuelo desechable.

-¿Por qué? – sonrió y dejó que limpiara su rostro – estuvo rico – aseguró – ahora entiendo porque te gusta hacérmelo...

-Mi amor...

-David... – besó mis labios con suavidad – quiero hacerlo... – susurró y volvió a besarme, pasando sus manos por mi cuello – Ahora mismo... – exigió en un murmullo – No quiero esperar más...

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