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Abrí los ojos. Esperé a que la luz del sol que suele escaparse de las rendijas de la cabaña que impidieran ver a mí alrededor, como no sucedió, no fuera ninguna molestia para mí mirar lo que estaba frente a mí.

Una tela blanca ondeaba como una bandera con la brisa de la playa, se sacudía de un lado a otro y nadie la detenía. La tela estaba amarrada a un pilar que al mismo tiempo sostenía el techo de un quiosco con la ayuda de tres pilares más. -¿Acaso estoy soñando o he muerto?- pensé, mientras parpadeaba para poder abrir mis ojos por completo.

No estaba soñando, y definitivamente no había muerto, porque el aire salado de la playa todavía inundaba mi olfato y el murmullo de las olas era captado por mis oídos. Mis ojos no se equivocaban, estaba dentro de un quiosco adornado con telas blancas. Y no solo eso, también había dormido en una hamaca que estaba amarrada a dos de los pilares que sostenían el techo.

Me levanté y salí de allí, mis pies tocaron la cálida arena y lo que parecía una ilusión se hizo más real. –Definitivamente no estoy soñando-. A lo lejos, pude ver la cabaña a punto de caerse, el lugar donde había dormido anteriormente. Luego miré hacia el mar y desde la orilla, una corta melena roja se movía con el viento y un destello verde aleteaba alrededor de ella.

Era K, que venía corriendo hacia mí con Yellow persiguiéndola. Su vestido blanco se pegaba a su piel casi del mismo color mientras el viento lo azotaba, y su sonrisa se podía distinguir a pesar de la lejanía, a pesar de que una máscara cubría su rostro desde la frente hasta por debajo de la nariz.

_ ¿Ya despertaste?_ me preguntó cuando estuvo frente a mí, yo solo asentí con la cabeza a su pregunta y ella sonrió más ampliamente._ Genial, tengo esto para el desayuno._ dijo alegremente, mientras sacudía frente a mi tres peces que sostenía con sus propias manos, parecían estar vivos todavía.

_ Es bueno saberlo, porque muero de hambre._ dije devolviéndole la sonrisa y ella comenzó a dar saltitos. Nuevamente el recuerdo de Kharlotte pasó ante mis ojos cuando lo hizo, pero lo ignoré.

_ Si lo sé, ¡y espero que lo comas todo!_ no parecía ser la joven que había intentado matarme días atrás, tampoco la que me había llamado insensato.

Encendió una pequeña fogata con algunos trozos de madera y atravesó a los peces con pequeñas ramas de manera cruel y sin ninguna delicadeza. No parecía ser una persona normal, ni mucho menos. Eso lo tenía claro, incluso, no había desistido de la idea de que ella fue producto de mi imaginación.

_ ¿De dónde ha salido ese quiosco?_ le pregunté observándola clavar las pequeñas ramas que atravesaban los peces dentro de la arena, cerca del fuego, haciendo que los peces recibieran el calor de la fogata para asarse.

_ ¿A qué te refieres? Siempre ha estado ahí._ dijo, sin apartar los ojos de lo que hacía y como si fuera lo más normal del mundo.

_ Nunca lo había visto. He estado aquí muchos días en el mismo lugar y nunca había visto ese quiosco._ replique, extrañado por su respuesta.

_ Entonces estas ciego. He estado aquí desde que recuerdo y siempre he visto ese quiosco ahí._ ella me miró, en sus ojos grises pude ver que me retaba a contradecir sus palabras, como si yo tuviera alguna necesidad de tacharla por loca e incoherente. No fui capaz de decirle lo contrario y aparté la mirada de ella. Tal vez era yo el que estaba fuera de sí._ No eres quien para decir que estoy equivocada, conozco este lugar mejor que tú.

Guardé silencio, y ese silencio se hizo eterno entre los dos, hasta que Yellow comenzó a silbar con el canto de un canario.

_ Incluso Yellow está de acuerdo conmigo._ finalizó ella y me tendió uno de los pescados para que lo tomara. Lo hice, y comí del él. No me atreví a decir que, a pesar de no tener el gusto de ninguna especia o sazón, estaba delicioso.

Corazon de MetalDonde viven las historias. Descúbrelo ahora