VII

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El chillido de la puerta al cerrarse me pedía a gritos que me marchara, las garras de Rufus rasgaban la losa que cubría el suelo produciendo un sonido molesto y las pisadas de K y mías era lo más normal que había alrededor.

_ Te daré una habitación._ explicó ella antes de comenzar a arrastrarme por los pasillos oscuros. ¿Volver? Eso ya no era una opción.

_ ¿Cuánto tiempo lleva este lugar aquí?_ quise saber.

La pintura gastada de las paredes, las armaduras oxidadas que adornaban los pasillos, los cuadros de personas que alguna vez existieron y que ahora solo están en las paredes para dar a conocer cómo eran sus rostros. Todo, no era más que baratijas llenas de polvo y hogares para las ratas y demás alimañas.

_ No lo sé, cuando llegué aquí ya estaba tal y como la vez. El creador suele decir que no es más que un simple recuerdo para él._ respondió luego giró a la izquierda y la seguí.

_ ¿El creador?_ pregunté, era la primera vez que mencionaba otro nombre aparte de Olga, Rufus y Yellow. Cuando escuchó mi pregunta no pareció afectarle mucho, no era como si no quisiera hablar del tema como otras veces, solo sonrió.

_ Todo lo que ves aquí lo ha hecho él._ comenzó a girar en el pasillo, tal y como una bailarina, haciendo que su vestido se abriera como una flor sin siquiera dejar de caminar. Lo único que la hacía lucir imperfecta, era la persistencia del enorme animal que la seguía._ Todos le queremos como un padre.

_ ¿Todo esto? ¿Cómo crees que un solo hombre puede construir todo esto?_ enfatice el alrededor con mis manos.

_ Es el creador, para él nada es imposible._ contraatacó dejando de girar y mirándome seriamente con el ceño fruncido. Estaba determinada, si la contradecía nuevamente no saldría ganador.

Suspiré y asentí a su favor. Ella, complacida con mi respuesta, sonrió y abrió la puerta que estaba más cercana a ella.

_ Esta es tu habitación._ entró y la seguí. _ Tienes que despertar temprano para desayunar, pasaré a recogerte.

Antes de que pudiera pasar a mi lado para salir de la habitación, nuestros ojos se encontraron. Me perdí en sus ojos grises, llenos de secretos y sin nadie que los pudiera descubrir, como esta gran y oscura mansión. Ella no los apartaba de mí, tal vez con la intención de torturarme o hacerme ver lo mal hombre que soy en el reflejo de sus ojos. Al no poder dejar de mirarlos, cambiaron de color. De un momento a otro eran tan verdes como una pradera, llenos de vida, quise saber porque, pero K se apartó de repente y salió fuera de la habitación.

¿Qué había sido eso? Tal vez simplemente fue mi imaginación, tal vez la extrañaba tanto que había comenzado a reflejarla en otras personas, y, como la única persona que había visto en todo este tiempo de naufragio había sido K, no tenía más remedio que extrañarla mientras la miraba a ella.

Solo una cosa era segura. Esos hermosos ojos verdes, solo podía ser de Kharlotte.

* * *

_... le pegué tan fuerte que cayó en menos de un segundo. Yellow decía, que no podría domarlo nunca, pero se equivocaba...

¿Por qué ocultaba su rostro? Tendría sentido que escondiera algo, que no quisiera mostrarle a nadie más lo que había tras la máscara. Pero no había nadie más en esta isla, no hasta que yo había llegado.

De todos modos no existía ninguna razón para ocultar su rostro, yo hablaría con ella de todas formas. Pero no entendía porque había pensado en eso toda la noche, en ella, en su forma de ser y en sus extrañas cualidades.

Un dolor repentino en mi hombro me sacó de mis pensamientos. Me retorcí de dolor, claramente pude escuchar cómo se me dislocaba el hombro.

_ ¡Ah!_ grité cayendo al suelo y haciendo que mi voz se escuchara el todo el pasillo.

_ ¿A caso no me estas escuchando?_ K hablaba tan tranquilamente que costaba creer que había sido ella la que me había pegado._ ¿Nunca te dijeron que es de mala educación ignorar a las personas cuando hablan?

_ ¡Me has dislocado el hombro!_ grité. Quejándome del gran dolor que me había provocado.

_ Y te mereces mas por no prestarme atención._ me ayudó a ponerme de pie hasta de llegar al comedor para desayunar. Me sentó en una de las sillas de la gigantesca mesa que adornaba el lugar.

Un enorme candelabro estaba colgado en el techo encima de la mesa. Apenas podía medir su peso y altura a simple vista, aunque el techo estaba muy alto, sentía que en cualquier momento aquel adorno caería para destruir la mesa.

_ Regreso en un instante._ informó ella, y volvió salir fuera del salón, con sus pisadas haciendo eco alrededor.

Inspeccioné el lugar para ignorar el dolor que sentía. La luz del sol se infiltraba atreves de los enormes ventanales, iluminando todo el salón. Las paredes pintadas de un color hueso ya gastado y las incontables sillas vacías alrededor de la mesa parecían despertar de un sueño de oscuridad al recibir el calor de la luz. Un lugar bastante grande, para estar oculto en medio del bosque.

Pero nada de esto me impresionaba, más bien me llenaba de melancolía, haciéndome recordar cosas que quiero olvidar. Como la pelea que había tenido la última vez que estuve sentado en una mesa como esta, las ganas que sentí de ser tan fuerte como para romper la enorme mesa a la mitad y las palabras que todavía siguen en mi cabeza como una maldición.

''Ella simplemente no es suficiente para ti''. ''No pertenece a nuestro mundo''.

Entonces, ¿cuántos mundos hay dentro de este? ¿Cuál es el mejor de todos para vivir? Porque, si fuera capaz de elegir uno ahora mismo, desearía estar en el de ella. Abandonar el mío, mi propio universo, para solo pertenecer al de ella.

_ Creo que esto ayudara con tu hombro._ K entró nuevamente al comedor.

Cualquier otra mujer estaría nerviosa, solía pasar. Las mujeres solían golpearme accidentalmente y entraban en pánico con el ver mi rostro y reconocer quien era, algunas veces se apresuraban a curarme, otras simplemente se disculpaban y salían de mi campo visual. En cambio K, caminaba a mi dirección con unos cuantos vendajes en sus manos, una sonrisa en el rostro más blanca que su propia mascara y sin ningún remordimiento en sus ojos, con la calma más grande que había visto en mi vida.

Pero eso no debía de sorprenderme. Después de todo, ella había intentado matarme.

Se acercó a mí y comenzó a envolverme el hombro de una forma muy extraña con algunos de los vendajes, no lo hacía delicadamente y me provocaba un enorme dolor con tan solo tocarlo. Pero no fui capaz de apartarla, deje que terminara con el pensamiento de que tal vez se sentía un poco culpable y quería remediarlo.

_ Vamos a desayunar._ la miré. No había tomado en cuenta que eso del desayunar conllevaba a tener que salir fuera de la mansión, ir a bosque y buscar algo para comer. Para ser sincero, era inservible con los dos brazos y ahora me faltaba uno._ No te preocupes, ya he traído el desayuno a casa.

La miré con el ceño fruncido y ella miró hacia la mesa, seguí su mirada y encontré la enorme mesa repleta de frutas parecidas a las que ella había dado hace algunos días.

_ ¿Cuándo has ido a recogerlas?_ pregunté.

_ Eres muy molesto, no haces más que preguntar y preguntar._ ella tomó una fruta y comenzó a comérsela sin ningún tipo de educación._ Mejor come algo que iremos a la playa más tarde.

Imité su acción, tal vez ella estaba en lo cierto. No tenía nada de qué preocuparme, después de todo, no estaba solo en todo esto.


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