Corazon de Metal

VIII

Sentir la calidez de la arena bajo mis pies me resultó algo incomodo. Pude haber pensado en las múltiples enfermedades que puedo adquirir al andar descalzo por toda la isla, pero lo único que pasó por mi cabeza fue la diferencia que había entre estar dentro del bosque que en aquella playa.

Me resultaba familiar y cotidiano haber estado solo una noche en las profundidades del bosque, estar en la desierta playa junto a K solo me parecía pasajero, un simple viaje de verano que había decidido tomar. Me estaba acostumbrando a vivir en aquella isla, demasiado rápido de lo que debería.

Puse mis manos sobre mis caderas desnudas y observé el océano, como, más allá del horizonte se unía con el cielo y parecía que el azul era todo lo que llenaba este infinito mundo. Pensé en las palabras que me había dicho K, pensé que tal vez ella estaba en lo cierto aquel momento. Puede que todo lo que había en esta isla fuera tan normal como los animales parlantes y la magia en los cuentos de hadas y, el simple hecho de no tener conocimiento de ello, era lo que me hacía temer de ellos.

_ Vamos a nadar._ susurré, esperando que ella escuchara mis palabras.

K se puso frente a mí, sus ojos me miraban incrédulos y desconcertados por mis palabras. Yellow estaba en su hombro derecho haciéndola parecer una especie de pirata gracias a la presencia de la máscara sobre su rostro.

_ Dime que he escuchado mal._ pidió ella, tratando de reprimir una sonrisa divertida._ O que solo es una divertida broma.

_ ¿Por qué no? Después de todo me dijiste que eres la mejor nadadora del mundo, que puedes pelear con lo que sea bajo el océano o sobre la tierra._ la reté y ella frunció el ceño.

_ ¿Me estabas escuchando cuando te conté la historia?_ le sonreí, pero ella no cambió su expresión._ Tienes razón, soy la mejor nadadora del mundo y puedo hacer lo que sea bajo el océano o sobre la tierra. Pero tú no, y no iré a nadar solo para salvarte la vida por sesta vez.

_ Solo lo has hecho dos veces._ contraataqué y ella se cruzó de hombros sin darle importancia.

_ Esta decidido, no iremos a nadar._ declaró y continuó jugando con Yellow.

No entendía que me pasaba, estaba herido y K estaba en lo cierto, no era el mejor nadador del mundo ni nada parecido. Antes de salir de la mansión me había encargado de colocar mi hombro en su lugar, fue un proceso doloroso y sin los medicamentos adecuados, todavía podía sentir el dolor. Sin embargo algo en mi interior me pedía entrar a mar.

Con la adrenalina y la curiosidad afectando mis sentidos, entré lentamente a la playa. La orilla era tan profunda que apenas dar unos cuanto pasos el agua ya llegaba hasta mi cintura, y el calor que emanaba del sol no podía calentar la arena bajo mis pies.

Mientras avanzaba, unas pequeñas olas se empeñaban en hacerme volver al borde de la playa, sin embargo yo estaba decidido. Tomé una bocanada de aire y me sumergí bajo ellas, moviendo mis pies simultáneamente bajo el agua fui capaz de avanzar unos cuantos centímetros más hasta estar dos metros de distancia de la orilla, los mismos metros que había estado en el momento en que K salvó mi vida por primera vez.

Salí a la superficie, ya no sentía nada solido bajo mis pies por lo que tuve que continuar moviendo mis pies para mantenerme en ella y miré hacia la playa donde se encontraban Yellow y K. Esta última ya se había percatado de mi ausencia y miraba en mi dirección estática, sin mover ninguna parte de su cuerpo.

Volví a sumergirme bajo el agua y nadé un metro más lejos de donde estaba. Era más que lejos que la última vez que había entrado al mar, y nada había pasado, Olga no había aparecido. Miré a la playa nuevamente y me sorprendió ver a K nadando rápidamente hacia mí, no le costó mucho llegar hasta donde yo estaba. Una sonrisa adornaba su rostro, su vestido blanco rebelaba su cuerpo gracia a que el agua lo había vuelto transparente. Sentí mis mejillas arder y rápidamente aparté mis ojos de su cuerpo para encontrarme con los ojos de ella.