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Abrí los ojos y parecía que no lo había hecho. La luz del sol penetraba atreves del ventanal de cristal que vanamente estaba cubierto por pesadas cortinas de colores opacos. No pude ignorar la presencia de mi cama y del edredón cubriendo mi cuerpo. Estaba aturdido, pero seguía reconociendo el calor que aquella tela me ofrecía.

Las paredes color hueso, la enorme cama, el ventanal de cristal, los muebles y la lámpara en forma de araña que colgaba del techo.

Efectivamente estaba en mi habitación, en Londres.

Me levanté desconcertado. Sentí la fría loza de mármol bajo mis pies y parecía ser lo más extraño que había hecho en mi vida. Me miré a mi mismo en un espejo junto al armario. Vestía el pijama que siempre solía ponerme cuando iba a dormir, siempre había acostumbrado a dormir con el pecho descubierto.

_ Señor el desayuno ya esta servido._ una voz femenina se escuchó tras la puerta, habían golpeado un par de veces antes de hablar. No respondí, no lo vi necesario._ Señora, el señor no responde._ Escuché a la misma voz decir, pero de todas formas no me atreví a hablar. Me limité a inspeccionar las cuatro paredes que me rodeaban.

_ Hijo, ya vamos a desayunar._ abrí el armario, la puerta del baño. Todo era tan familia que me era imposible creer que estuvieran allí._ Collins, ¿sucede algo?_ volvieron a hablar tras la puerta, pero no respondí._ Voy a entrar.

Finalmente la puerta se abrió. Una mujer de cabello negro entró sin presentarse. Increíblemente su vestido azul sin brillo fue capaz de pasar por la puerta, pero su rostro no irradiaba felicidad alguna, parecía molesta. Conocía perfectamente aquel rostro, era el rostro de la mujer que me había educado para vivir en la alta sociedad y sin importarle sus sentimientos o el de las demás personas, para mantener el nombre de la familia en alto.

_ ¿Qué haces todavía en pijama?

Se acercó a mí con el caminar recto. El corcel que rodeaba su cintura la hacia ver delgada, y el maquillaje impedía que las arrugas fueran del todo visibles, sin embargo habían algunas canas imposibles de ocultar en su cabello. Sus brazos abiertos en mi dirección no eran los de una madre preocupada o asustada, solo significaban una cosa; esa era, no pierdas el tiempo haciendo cosas innecesarias.

_ ¿Esta todo bien?_ volvió a hablar.

_ Si madre._ al hablar, mi voz se escuchaba extraña hasta para mi mismo. Me sentía perdido, como si de repente hubiera olvidado algo, como si despertar bajo el calor de mi cama no fuera lo normal.

_ Entonces vístete para el desayuno, tu prometida esta aquí y no puedes hacerla esperar._ con un tonó divertido, mi madre dejó la habitación dándome el espacio suficiente para poder pensar.

Me vestí como era debido, según lo acostumbrado; mi traje gris. Bajé al comedor, la amplia mesa con mas de una docena de sillas solo era ocupada por cuatro personas; mi madre, mi padre, mi hermana pequeña y mi prometida Kharlotte. Y, de pie, alrededor de la mesa, estaban una docena de las sirvientas que servían en la casa.

Hice una vaga inclinación y me acomode en la mesa junto a mi hermana, frente a la hermosa sonrisa de mi prometida e inmediatamente las sirvientas comenzaron a servirnos.

_ Has tardado en despertar._ Mary me susurró de manera que nadie más en la mesa pudiera escucharla, ella suele tener un vocabulario irrespetuoso, pero era incapaz de hablar frente a nuestra madre dicho vocabulario._ Tenía la intención de ir a tu habitación y lanzarte agua fría, pero madre ha subido primero.

La miré con una sonrisa. Sus ojos cafés me miraron atrevidos esperando que les dieran el permiso para hablar, cuando les concedí dicho permiso ella no dijo nada, sino que posó la mirada en la joven dama que estaba sentada frente a mi y, que con suma delicadeza cortaba una pieza de tocino en su plato. Guiñé mi ojo a Mary y me gire para mostrar mi sonrisa a Kharlotte, carraspeé para que levantara su mirada y tan pronto lo hizo sonrió. Podía escuchar a mis padres hablar a un solo metro de mí.

_ Kharlotte, ¿cómo pasaste la noche?_ le pregunté, pero su nombre se sintió extraño en mis labios, como si tuviera unos miles de años sin pronunciarlo.

Ella levantó la mirada de su plato, y me sonrió de tal manera que mi corazón dio un vuelco, sintiéndome más vacio que nunca.

_ Muy bien, gracias. ¿Qué hay de ti? ¿Te has quedado despierto hasta tarde otra vez?

La pregunta fue algo que no me esperaba. ¿Despierto hasta tarde? Ni siquiera era capaz de recordar cuando me había quedado dormido.

_ Collins, te he dicho que hagas tus investigaciones durante el día. La noche es para descasar._ mi madre se introdujo en la conversación, pero no podía entender de que estaban hablando.

_ Trabaja durante el día, es normal que quiera aprender un poco mas durante la noche._ me giré a mirar a mi padre, sus palabras estaban llenas de lamento. Claramente no estaba de acuerdo con lo que diría_ Te dije que ser medico era un trabajo muy duro, pero no me escuchaste.

¿Medico? ¿Acaso yo soy medico? ¿Cómo es que no sabía aquello? ¿Cómo es que ni siquiera lo recordaba?

_ Collins, ¿estás bien?_ Kharlotte me miraba preocupada desde su asiento.

_ Si, estoy._ le dedica una débil sonrisa._ No te preocupes, no me he quedado despierto hasta tarde.

Ella suspiró aliviada, abrió la boca para decir algo más, pero la voz de mi madre la interrumpió.

_ ¿Y cómo van los preparativos de la boda?_ la pregunta no iba dirigida a mi, sino la chica de ojos verdosos. Se puso nerviosa con solo escuchar aquellas palabras, lo pude notar; comenzó a jugar con su comida moviéndola con la cuchara de un lado a otro._ No puedes seguir retrasándolo Kharlotte. Tenemos que comenzar con los preparativos de la boda.

Sonreí con aquellas palabras. Ya era un hecho lo de la boda, sin embargo no estaba feliz. ¿Por qué si era lo que siempre había querido? Casarme con Kharlotte era en lo único que era capaz de pensar. Ni siquiera recordaba haber estudiado medicina; con todo eso, un montón de preguntas llegaron a mi cabeza.

_ ¿Qué dices hijo? ¿Cuál sería la mejor fecha?_ volví a mirar a mi padre quién, al igual que mi madre, no sonreía. Al parecer la única que irradiaba felicidad era Kharlotte, que con la pregunta se llenó de entusiasmo y comenzó a soltar los días que le parecían perfectos.

Se veía hermosa, sus ojos desprendían un brillo de amor puro. Yo no era capaz de acompañarla en su alegría. Solo deje mi falsa sonrisa enmarcada en mi rostro, deseando con todas mis fuerzas que la pelirroja no lo notara, pero ella no dejaba de sonreír.

Claramente, algo no estaba bien.


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