Capítulo 3

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Oí la puerta y unas risas, había llegado mi hermano. Salí al comedor para saludarle y preguntarle por su nuevo día, pero cuando llegué vi que no venía solo.

-¡Madre mía! –exclamé.

-Miriam, ¿Estas bien? –me preguntó mi hermano.

¿Quién era ese chico tan guapo y que hacía en mi casa? Estaba embobada mirándole cuando me di cuenta de lo extraño que estaba siendo para el y para mi familia.

-Perdona Hugo. Sí, estoy bien. No sabía que traerías a nadie a casa y me he sorprendido.

-Mimi, este es Mario, un amigo de la universidad. Vive aquí cerca así que hemos venido juntos y quería enseñarle donde vivía y presentarle a mi familia.

Mario. Es bonito, pero vamos que a este chico le quedaría bien cualquier nombre, como si se llama Gustavo o Federico. Se acercó a darme dos besos y le hice una pequeña radiografía: piel morena del sol, ojos verdosos, pelo castaño y bien peinado, espalda ancha, piernas delgadas y culo respingón. Perfecto.

Estuvimos todos hablando un rato en la sala de estar cuando soñó su teléfono. Le oí decir que estaba en casa de un amigo y que ahora iba. Volvió y, disculpándose, dijo que se tenía que ir ya que era tarde.

-¿Era tu novia? –solté en voz alta sin darme cuenta. Sentí como mi hermano me mataba con la mirada, lo que no sabía él es que yo misma me hubiera matado por decir lo que pensaba en voz alta.

Él rió y me contestó:

-No, Miriam, era mi madre diciéndome que debía ir a cenar ya. Pero no te pongas así de roja, no pasa nada.

Le acompañamos a la puerta y nos despedimos, teníamos que cenar nosotros también.

Antes de irme a dormir me acerqué a la habitación de mi hermano.

-Hugo, lo siento muchísimo.

-Enana no sé qué voy a hacer contigo cuando me espantes a todos mis amigos.


Hasta el finDonde viven las historias. Descúbrelo ahora