Capítulo 8

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El tal Pablo resultó ser un chico muy majo que bailaba genial. Estuvimos hablando mientras tomábamos un vodka con limón y, sin preámbulos me contó que le gustaban los chicos. Eso me sorprendió después de cómo había bailado conmigo minutos antes.

Estaba cansada y algo achispada cuando decidí salir fuera un rato, necesitaba tomar el aire.

-Hola. -dijo una voz masculina detrás mío. La conocía, pero no sabía quién era en ese momento.

-Hola. -respondí.

Cuando la voz llegó a mi lado me giré y vi que era Adri.

-Ah, tu...

-Sí, yo. ¿Prefieres que me vaya?

En realidad, sí, pero necesitaba distraerme un poco o acabaría tirada en el suelo.

-No.

- ¿Qué te pasa?

-Nada. -dije. No pensaba decirle nada de lo que él quería que le dijera, pero, ya que había bebido demasiado, solté: -No somos nada, solo amigos, no entiendo por qué eres incapaz de creerme cuando te digo que no puedo quedar contigo porque tengo que hacer otras cosas, como desempaquetar todo lo que traje de Madrid. Piensa un poco, solo llevo aquí tres días, no he tenido tiempo de hacerlo.

-Bueno, pero... -fue a decir.

-Pero nada. Hoy esperabas que yo te dijera algo y ya has visto que no pienso ir detrás de alguien que no me cree. No dejaste ni que me explicara ya que decidiste desconectarte y no volviste a abrirme así que no pongas escusas porque no habrá ninguna por la cual me sienta culpable de nada de esto.

-Tienes razón. -dijo.

-Ya es algo.

-Lo siento Miriam, pero pasé una tarde estupenda y me moría de ganas de volver a quedar, pero me dijiste eso y pues me frustré bastante.

-Déjalo. Da igual. Al final ni he desempaquetado ni nada. Ayer vino mi hermano a buscarme al instituto y me quedé en casa con él. Mañana tendré que hacerlo. -dije. Si no tengo mucha resaca... pensé.

-Bueno, si quieres vengo a tu casa a ayudarte a hacerlo y luego podemos dar una vuelta o algo.

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Me dolía la cabeza. Había bebido más de la cuenta y no recordaba como llegué a casa. Cuando acabé de asearme, bajé a desayunar con mi hermano y lo encontré haciéndome unas tostadas

Estábamos viendo un programa en la tele mientras comíamos nuestras tostadas con leche, cuando el timbre de casa sonó recordé que había quedado con Adri la noche anterior para ayudarme a desempaquetar.

- ¿Vienen a por ti? -me preguntó mi hermano.

-Más bien vienen a ayudarme a desempaquetar...

- ¿Quién?

-Adri.

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Acabamos de guardarlo todo en su sitio cuando decidimos ir a dar una vuelta. Al mediodía Adri me invitó a comer a un McDonald's y luego fuimos a una heladería que quedaba cerca de este. Luego me acompañó a casa cuando ya se hacía de noche.

-Anda, mírala, por fin llega. -me dijo mi hermano cuando llegué a casa.

-Calla anda.

-Podrías haber enviado un mensaje diciendo que no venías a comer.

-Perdón.

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Había pasado un mes desde que había llegado a Barcelona. Un mes en el que cada día hacía lo mismo. Adri y yo acabamos el trabajo de Lengua y nos pusieron un 10. Había empezado a bailar en la academia los martes y los jueves y en un par de meses teníamos un festival. De vez en cuando me iba de fiesta con Eva y las chicas y nos lo pasábamos genial. Hugo traía a casa a amigos suyos de la universidad y poco a poco los fui conociendo. Había planeado un viaje con Hugo a Madrid para tres o cuatro semanas adelante, si no tenía muchos exámenes, en el cual me quedaría todo el fin de semana en casa de Laia.

-Mimi, ¿tienes algo para hacer este finde? -me preguntó Adri.

-Diría que no. ¿Por qué?

-Mi madre organizará una fiesta para el cumple de mi hermana y, como os lleváis tan bien he pensado que podrías venir.

-¡Que guaiii!

-Tienes que venir disfrazada. -me soltó de golpe.

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Fui con Hugo a comprarme un disfraz, acabamos escogiendo uno de princesa. No me emocionaba vestirme de princesa, pero sabía que a Carla le encantaban y Adri me comentó que la mayoría iban a ir disfrazadas de eso. Cogimos uno con palabra de honor de color rosa pálido y con unos volantes a partir de la cintura.

Piqué al timbre y al rato me abrió Adri.

-Uau...

- ¿No voy bien?

-Sí, sí, estás preciosa vestida de princesa. Bueno a ver, que estás preciosa siempre, pero ahora estas genial. A ver, que genial también...

-Adri, relájate. Entiendo.

Pasé al jardín, el cual estaba decorado con telas de colores. Había unas mesas llenas de chucherías y de pasteles. De pronto, oí un grito detrás mío y, al girarme, me saltó encima una niña.

- ¡Miriam!

- ¡Felicidades!

Durante toda la fiesta fueron llegando niñas y niñas disfrazadas de princesas. Pasé el rato hablando con Adri cuando, sobre las ocho, y después de comer pastel rosa de Frozen, me fui a casa.

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Había empezado a hacer algunos exámenes y el catalán lo manejaba mucho mejor. Cada día quedaba más con Adri. Me gustaba quedar con él. Me gustaba demasiado.

Estaba en mi habitación cuando mi madre me llamó para que bajara.

-Mimi, tenemos nuevos vecinos. -me dijo. -Vendrán a cenar esta noche aquí. Tienen dos hijos mellizos de tu edad.

No me extrañó para nada que mamá los invitara a cenar. En cuanto podía, siempre invitaba a alguien a casa.

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Esa noche me puse unos tejanos negros y una camisa blanca que me había regalado Laia para mi cumpleaños. Me maquillé un poco y me hice una trenza que me recogía mi larga melena castaña. Cuando el timbre sonó bajé a saludar a mis nuevos vecinos.

Eran un matrimonio con dos hijos mellizos de mi edad, como bien había dicho mi madre. Christian, el chico, era más alto que yo. Tenía unos ojos claros y el pelo negro. Vestía una camisa negra y unos tejanos oscuros. Clara, era una chica rubia con el pelo largo y ondulado. Tenía los ojos oscuros, igual que su padre y vestía unos pantalones negros con una blusa azul marino.

-Hola, soy Miriam, pero llamadme Mimi, por favor. -dije, cuando acabaron de presentarse ellos.

-Encantada. -dijo Clara, dándome dos besos.

Esa noche cenamos todos en la mesa del comedor y, luego, decidimos ir a dar una vuelta mientras los padres se quedaban hablando.

- ¿En qué casa estáis? – pregunté interesada.

-En la de la derecha vuestra. La que tiene la verja verde. -contestó Christian.

Después de dar una vuelta por la zona y haberles conocido un poco, volvimos a casa donde sus padres les esperaban para irse ya. Ahora sabía que los hermanos irían a mi colegio, aunque solo coincidíamos en algunas materias.

Hasta el finDonde viven las historias. Descúbrelo ahora