Habían pasado dos semanas. Dos semanas en las que mi padre aún no había despertado y, las pruebas que le hacían no daban resultados claros. Dos semanas en las que me pasaba la tarde en el hospital haciendo deberes, estudiando o, simplemente, observando a mi padre inmóvil en aquella cama. Mamá venía por la mañana y, al mediodia, en cuanto Mario y yo llegábamos, ella se marchaba a trabajar. Hugo venía algunos mediodías a comer con nosotros y luego nos íbamos a casa o nos quedábamos en la habitación. Mario me recogía en la puerta cada día. Ya era algo habitual para mi salir por la puerta a las dos y media y subirme a su coche. Algo que no pasaba desapercibido por todos los estudiantes que salían a la misma hora.
Eran las once i cinco de un miércoles y me encontraba, como cada día de colegio a esa hora, en el banco que compartía con Clara, Christian y algunos amigos más. Hablábamos de la chica nueva que había llegado a clase cuando llegó Natalia. Natalia era una más del grupo, era un poco más baja que yo y tenía el pelo corto y castaño. Sus ojos, verdes, estaban disimulados con un flequillo que le cubría la frente y su sonrisa lucía cuando llegó a nosotros. Natalia y yo nos llevábamos muy bien. Durante los recreos estaba con Clara y conmigo, pero ese día había estado con su novio Marc.
-Chicos, el viernes es mi cumpleaños y voy a hacer una fiesta en mi casa. María y yo hemos conseguido que mis padres nos dejen. ¿Y sabéis que? ¡Estáis todos invitados! -gritó, llena de alegría.
María era la hermana mayor de Natalia y las dos cumplían años con un día de diferencia. Había conocido a María un día que fuimos Clara y yo a casa de Natalia a hacer noche de chicas. Se parecían mucho, aunque se notaba que la hermana mayor estaba más formada.
Mientras el grupo hablaba y comentaba lo divertido que sería poder ir todos, Natalia se acercó a mí.
-Miriam, tu novio también puede venir. -me dijo. Me sonrojé al instante, sabía que hablaba de Mario.
-Mario no es mi novio.
-No lo será, pero mira como sabes de quién hablo...
Estaba claro que sabía de quien hablaba, me venía a buscar cada día y, poco a poco me iba sintiendo a gusto a su lado. Ese mediodía me subí al coche de Mario y nos dirigimos al hospital. Nos paramos en un semáforo en rojo y noté como dirigía su mirada hacia mí.
-Miriam, tengo una sorpresa para ti.
-¿Una sorpresa? ¿Qué sorpresa? -me empecé a poner muy nerviosa y se me notó demasiado.
-A ver, es una tontería, pero relájate un poco.
Respiré, me calmé y vi como él le daba a un botón de la radio del automóvil. De repente se empezó a reproducir una canción a todo volumen.
-¡Te has grabado el disco de Bruno Mars! -exclamé, sorprendida.
-Nop. -dijo, marcando la p. -Me he comprado su nuevo disco.
-¿El nuevo? -pregunté.
Afirmó con esa sonrisa que tiene que hace que las bragas se te caigan al suelo.
-Pero si salió hace apenas una semana. No sabía que te gustara tanto como para comprártelo...
- A mí no es que me gusté mucho, acabo de empezar a escucharlo, pero a ti te encanta y creí que podíamos escucharlo cada mediodía de camino al hospital.
-Oh, no hacía falta. Podrías haberte comprado otro de un artista que te guste desde hace tiempo. -dije. No me creía que hubiera comprado ese CD solo para escucharlo juntos en su coche, cuando me venía a buscar al instituto.
Seguíamos en el coche escuchando a mi cantante favorito cuando me fijé en que ya se sabía parte de una canción. Le observé. Vestía unos pantalones tejanos oscuros y un polo blanco. Llevaba unas bambas marrones, pero no demasiado formales. Tenía el pelo alborotado pero le quedaba genial. ¿Y esa sonrisa? Madre, que sonrisa. Esos dientes blancos que resaltaban junto con los dos hoyuelos que se le formaban. Esa sonrisa preciosa, cautivadora i sensual. Se dio cuenta de que le observaba y giró su cabeza en mi dirección. Intenté no ponerme roja ni que se me notara lo nerviosa que me ponía cada vez que me miraba con esos ojos verdes, aunque en ese momento estuvieran escondidos detrás de unas gafas negras.
-¿Qué pasa Miriam? -me preguntó.
-Veo que poco a poco te vas aprendiendo las canciones. -dije, intentando parecer creíble.
Por suerte estábamos aparcando en el parking del hospital y no pudo comentar nada sobre mi estúpida escusa. Subimos a la habitación y como era costumbre ya, mi padre seguía en la cama inmóvil.
Eran las 7 de la tarde, habíamos comido Hugo, Mario y yo en la cafetería del hospital y nos dirigíamos a casa. Allí estuvimos viendo una película y luego yo me fui para la habitación a hacer unos ejercicios que tenía. Estaba concentrada cuando oí unos golpes en mi ventana. Parecían piedras, pero, cuando me asomé, no había nada. Volví a mis apuntes y me quedé dormida.
El día siguiente me vestí para ir a clase y me senté en mi puerta a esperar a Chris y Clara. No aparecían y decidí ir tirando, sino llegaría tarde. Iba con mis cascos de música cuando vi como alguien me hacía gestos desde la otra acera. ¿Mario? Iba en monopatín.
Llegué a clase tres horas más tarde y vi a Clara entrando corriendo. Esquivó varias mesas y acabó sentándose a mi lado.
-Tengo que contarte una cosita. -me soltó. Ella y yo nos conocíamos muy bien. Y sabíamos que cuando la otra decía que tenía que contar una cosita, era algo importante.
-Siento decirte que yo también tengo que contarte una cosita. -le dije, agachando la cabeza de vergüenza.
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Hasta el fin
Romance¿Es posible vivir en eterno amor? Quiero decir, es posible que, hasta cuando tienes que abandonar tu vida y mudarte, puedas enamorarte de alguien. ¿Es posible que con el corazón dañado te vuelvas a enamorar? Mi corazón está loco, igual que yo. Soy M...