Capítulo 23: La gata y las cartas.

197 13 63
                                    

Me quede ahí, plantada cual vegetal ante la taza. ¿Él realmente había entrado aquí después de todo?

Claro que no, él no tiene llaves.

Suspiré profundamente y me dirigí al salón, donde tomé mi mochila, la cual yacía en una silla, y salí del apartamento. Una vez cerrada la puerta me dirigí a clases, encontrándome con Nicole por el camino. Tenía muy buena cara, y no me extraña. Nos saludamos con un breve abrazo y seguidamente continuamos andando.

-¿Qué pasó anoche?- Dije con cierto tono a diversión.

-Eh, nada.- Me miró y al fijarse que la estaba mirando se sonrojó y volvió a apartar la vista de la mía.

-¿No me vas a contar cómo pasó lo vuestro? Venga, lo sé todo.

Nicole volvió a mirarme con los ojos levemente más abiertos. -¿Todo, todo?

-No hace falta ser muy listo para saber que lo tuyo con el chaval de intercambio funcionó, ¿no?. Pero tranquila, podemos guardarlo en secreto.

Asintió repetidas veces y musitó un gracias casi inaudible. Caminamos un poco más y nos paramos delante de la puerta del gimnasio. Nos tocaba educación física, lo que conlleva tener encima la mirada de Harry mientras no deja de mandarnos a correr. Aún faltaban un par de minutos para que el timbre inundara nuestros oídos.

-Nicole, -se volteó a verme- ¿esta tarde quieres venir a mi apartamento? Hace tiempo que no salimos las dos solas. Además quiero contarte una cosa.

-Claro, ¿de qué se trata?

-Aquí no voy a decírtelo, pero digamos que esta semana y poco me han pasado un cúmulo de cosas bastante extrañas.

Frunció el ceño y asintió sin darle más vueltas. El timbre sonó y con ello el grupo de alumnos que formaban parte de la clase. Entramos y ya estaba Harry en medio de la pista con un balón de goma espuma rojo en una mano.

Pasó lista -todo normal-, nos separó en dos equipos y lanzó el balón a un compañero de la clase para jugar al balón prisionero. Después de eso fue directo al graderío y se sentó, colocó papeles que sacó de una carpeta en su regazo y con un bolígrafo rojo comenzó a señalar cosas.

Exámenes, supongo.

Tres cuartos de hora de clase transcurriendo y no podía evitar lanzar una mirada hacía él cada vez que un compañero tenía que cambiarse de lugar.

No había levantado la cabeza desde que se sentó. Pensé rápido y aproveché el pequeño salto al atrapar el balón como una excusa para fingir que me había hecho daño al caer al suelo sobre mi pierna derecha, y dejar de jugar. Mi equipo se recolocó y yo fui cogeando hacia las gradas, sentándome a una distancia prudente de él.

Al notar ruido cerca de sí, levantó la cabeza levemente y el pelo al ser desplazado a un lado me dejó observar que tenía tanto en la ceja como en el labio inferior una pequeña herida rodeada de sangre seca mal curada.

Mi corazón empezó a acelerarse y cuando desvió la mirada hacia sus cosas de nuevo no pude evitar acercarme a preguntar.

-¿Harry?- Él me miró. -¿Qué te pasó?

Le observé pensar unos segundos y negó levemente. -Nada. Mi gata.

-¿Tienes una gata?

-Sí -dijo bajando la mirada de nuevo-, estaba en mi habitación el día que estuviste en mi casa, el día que te caíste de espaldas cuando abrí la puerta.

PsychopathDonde viven las historias. Descúbrelo ahora