Capítulo 39

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Me quito esa horrible bata de hospital y la reemplazo por unos jeans negros y una remera con el símbolo de Umbrella Corporation que tiene sus años, seis para ser exacta, que Ann trajo hace un rato. Me calzo las mismas zapatillas estilo converse con las que vine ayer y espero por ella pacientemente en la habitación, como la doctora Mills me indicó. 

No creí que fuera a dejarme ir tan rápido. Me asignó dos sesiones semanales con ella por tiempo indeterminado, por ahora, y luego me dió una breve explicación de lo que pretende que hagamos durante ellas.  Mi mente regresa en el tiempo para rememorar las sesiones que tuve en Inglaterra y me pregunto si serán similares o distintas. Recuerdo que me sentaba en un sillón de cuero marrón durante hora, a veces hora y media, y el doctor me pedía que hablara de mi vida; que mencionara cada detalle, sin importar que tan pequeño, insignificante o vergonzoso fuera y trataba de hacerme ver lo positivo de todo. 

"En la vida siempre hay equilibrio en todo, Hazel. Nada es completamente negro o completamente blanco, como el símbolo del Ying y Yang." Solía reiterar esa frase en, prácticamente, cada sesión.

La puerta de la habitación se abre e interrumpe mis pensamientos. Es la enfermera que me atendió ayer y trae consigo lo que parece ser una venda nueva, algodón y una diminuta botella oscura. Las cuales apoya sobre la cama e intercambia un par de palabras conmigo mientras sustituye la venda que llevo puesta del día anterior con un tono de voz plano y carente de energía. Creo que yo también tendría ese mismo aspecto si estuviera todo el maldito día metida aquí adentro, inspirando ese olor fuerte proveniente de la mezcla de medicamentos y ropa sucia, muy característico de hospital. 

Unos minutos después, Ann aparece acompañada de Louis y, cualquiera que nos ve caminar por  los pasillos, creería que somos una familia feliz. Ilusos. 

El viaje en auto de regreso a la casa me otorga el tiempo suficiente para pensar. Quizás no lo parezca, pero sucedieron demasiadas cosas en muy poco tiempo que hicieron que volviera al mismo punto en el que me encontraba hace casi ocho meses. El mundo nos destroza a todos y sólo algunos consiguen mantenerse fuertes en ese estado, mientras que los otros desaparecen en un intento por volver a juntar todas sus piezas. Creía formar parte de esa privilegiada minoría; creía haberme hecho más fuerte después de Luke, sin embargo, una vez más, la realidad me da una bofetada en el medio del rostro para hacerme ver que me equivoqué. 

—Hazel, ¿estás bien? —me pregunta Ann, echándome una mirada preocupada por el espejo retrovisor. Gira hacia el asiento trasero con dificultad debido al cinturón de seguridad. 

No he dejado de bostezar entre pensamiento y pensamiento, desde que subí al auto en el estacionamiento del hospital. Mi mandíbula empieza a doler por abrir demasiado la boca y mis ojos se tornan llorosos e irritados con cada inhalación y exhalación profunda que doy.  

—Sí —contesto a secas, enfocándome en mirar por la ventanilla y esforzándome por mantener la boca cerrada al mismo tiempo que otro bostezo intenta escapar de ésta. 

—¿Quieres algo de beber? ¿Tienes hambre? —insiste. 

—Estoy bien —reitero y me vuelvo hacia ella. Un par de ojos azules reflejados en el espejo retrovisor  llaman mi atención y establezco contacto con ellos. Louis desvía la mirada luego de un par de segundos y vuelve a poner su atención en el camino. Extiende su brazo, colocando su mano sobre el muslo de Ann y ésta vuelve a sentarse correctamente en su asiento. 

Distancia. Un abismo que se extiende aún más allá de lo que mis ojos alcanzan a ver. Eso es lo que esa mirada, que parece contener una fracción de cielo claro y limpio después de una tormenta, me hace sentir.  No hay preocupación, angustia, enojo o anhelo. Realmente está vacía o puede ser que no sepa cómo interpretar el lenguaje sin palabras de ese extraño. 

|| Damaged || Suga ||Donde viven las historias. Descúbrelo ahora