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Espero a que Louis o Harry ya no estuvieran despiertos. Eso deseaba. No podía dejar de reconocer que se sentía incomoda con todo esto, ni siquiera conocía bien a Louis y ya sentía que este podía llegar a odiarla. Sentía su rencor. Y no entendía por qué llegaba a dolerle tanto. 

Estaba sola. Sin nadie. Más que dos hombres que parecían no tener sentimientos, de seguridad, que ni siquiera podía llamar como sus amigos. La situación era difícil. Sin contar con que su padre corría peligro de morir. Al igual que ella. 

Se puso de pie, a pesar de la oscuridad, conocía a la perfección aquella casa, aquella que le traía recuerdos, de lo fácil que podía resultar ser su vida antes. 

Abrió la puerta de su habitación, en bragas y aquella fina blusa de seda que Louis se había comido con los ojos. 

Preparó el café más fuerte de toda su vida. Dos o tres cucharadas. Esa noche no quería dormir, y tampoco es que pudiera hacerlo.
*****

Louis se talló los ojos. Aún con el sueño encima. Sabía que no podía dormir con Alexis ahí afuera. Con ella de responsabilidad. Y sobre todo, con ella enfadada, molesta y preocupada. ¿Pero que esperaba? ¿Qué Louis le explicara con papel y lápiz que podían matarla? Él nunca había cuidado de nadie, más que de sí mismo. Y ahora tenía que cuidarla a  ella.

Salió de la habitación. Con el torso desnudo. Confundido. Caminó por aquel pasillo que ni siquiera sabía a dónde lo llevaba. Y la vio ahí… preparando café. Aquella inocencia tremenda no combinaba con su aspecto. Dios, era preciosa. Solo llevaba bragas, finas bragas que remarcaban ese perfecto culo, levemente alzado. Provocador y excitante. Con la misma blusa, que no había dejado de mirar. Podía mirarla y excitarse al instante. Tanto y como lo estaba ahora. 

Se aclaró la garganta. Alexis volteó a mirarlo.

-Perdón. – se disculpó al instante. Ruborizándose. Louis sonrió.

-Yo tampoco sabía que estabas aquí. – le dijo sin dejar aquella fantástica sonrisa. Trato de desviar su mirada, de su figura.

-No pasa nada. - Alexis puso los ojos en blanco. Mientras se daba la vuelta, para continuar preparando el café. ¿Qué acaso no se daba cuenta que Louis se la comía con la mirada?

-¿Tampoco puedes dormir? – la miró de pies a cabeza. 

Dándole la espalda. Aquellas piernas le excitaban tanto. Dios, ella era fantástica. ¿Cómo mierda iba a saber que la hija del presidente estaba así de buena? 

-No. 

-Tal vez sea por lo que te dije. No quería ser duro.

-Estoy bien. – sonrió mirándolo a los ojos, por primera vez él pudo concentrarse en sus ojos. – no pasa nada. Creo que ya lo sabía. Moriré. No tenías que decirlo. – se sentó en la encimera de la cocina. Louis relamió sus labios.

Alexis empezaba a calentarlo realmente. 

-No va a pasarte nada. – le dijo sin mirarla. – para eso estoy aquí. 

Alexis sonrió. Aquel hombre podía ser detestable, pero, tal vez por un momento podía pensar que era diferente. Que era amable. O tal vez solo se equivocaba.

-Sabes que igual no será suficiente.

-Lo será. – se volteó a mirarla. – confía en mí. – se acercó a ella. Poco a poco podía percibir aquel perfecto aroma que transmitía su cuerpo. Ese exquisito perfume de rosas. La tenía a escasos centímetros de su cuerpo, de su boca, de sus labios. – yo voy a protegerte. – le quito la taza de café de las manos. Acariciando las suyas, lento, suave. Mientras probaba un sorbo de ahí. Sintió el adormecedor sabor de sus labios en el filo de la taza. Explotaría, debía hacer algo. Quería hacer algo, quería sentir su cuerpo junto al de él. Quería sentirla a ella. 

Alexis lo miró aturdida. ¿Qué mierda hacía?, Louis empezaba a coquetearle. O eso creía. Y es que era guapo. Más que eso. Era irresistible, tenía el físico de un militar estadounidense, por no decir que verdaderamente lo era, y era tan seductor como un jodido galán de película. 

-Buenas noches. – se despidió. Tomando de la taza de café por última vez. No podía ocultar sus ganas…quería tumbarla sobre esa jodida encimera, por no decir otra cosa, sentir ese penetrante perfume sobre su piel. Pero vamos, era un simple oficial de seguridad. Un recluta. Un peón. Un militar de mierda. Y ella era todo lo contrario, era una mujer preciosa, delicada, una princesa. 

-Buenas noches. – se despidió ella. Viéndolo entrar, se preguntaba si él habría sentido lo mismo que ella esa noche. Que tonterías. Pronto esa guerra de porquería acabaría. Ella volvería. Y el regresaría a su puesto. Así todo sería más fácil. 

Ojala y después, todo suene igual de sencillo.

I'll be you protector -LouisDonde viven las historias. Descúbrelo ahora