➻Seis

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Entro a su hogar, encontrándose con la mirada de su madre, lo abrazo con cariño. Miguel sintió que las lágrimas se acumulaban en sus ojos azabaches, pero no quería mostrar su dolor enfrente de su madre, no quería decir tal cosa a su madre, puesto a que no sabía que en realidad el fue el novio del joven castaño.

—No quiero verte cerca de él... —como si su madre leyera su mente, susurro, lo más borde posible. Miguel se alejó un poco, mirando la seguridad en el rostro de su madre—, el no es normal... no lo quiero ver cerca de ti.

Su madre acaricio su mejilla con ternura, dejando un suave beso en su frente. Todos los pensamientos que ahora tenía Miguel en su cabeza eran, ahora, el alejamiento del castaño. No lo quería cerca y está vez cumpliría lo que su madre suplicaba con tanta urgencia. No se acercaría a Rubén, no lo haría, porque podía perder su vida, como lo hizo con Yener.

(***)

Rubén se encontraba tirado en su cama, con las sabanas hasta su cabeza, hundida bajo la almohada. Sus manos rascaban casi inconsciente el colchón, rasgándolo. Su madre había salido, no quería ser víctima de su hijo, y su mejor idea fue salir y dejar que Rubén se quedara sólo.

-Ella le ha prohibido verte.... ¿aún no crees que es una amenaza?

Volvió a escuchar esa voz, pero por primera vez en la noche, escucho claramente las palabras soberbias de aquella persona. Sus ojos se abrieron y las sabanas volaron lejos de su cuerpo.

— ¿Qué? —preguntó con un hilo de voz. No podía pasar aquello, ya no lo vería en el colegio tampoco.

-Le ha prohibido volver a verte... mátala Rubén, mátala y quédate con tu precioso Miguel.

— ¡No! Tu lastimaras a Miguel, es mejor que no haga nada... no, no haré nada—se aferró a sus piernas, cerrando los ojos e imaginando a su Miguel envuelto en sangre, igual que a su padre.

No importaría la decisión de su madre, con tal de protegerle él lo haría. Porque lo amaba y no quería hacerle daño.

(...)

Miguel se miro al espejo en su casa, pensando en Rubén, y en las anteriores palabras de su madre. Miro el espejo frente a él, mirando su rostro joven, con unas grandes ojeras debajo de sus ojos. Se sentía agotado, triste y molesto. Eran bastantes emociones para un niño de sólo quince años.
Miro por última vez su reflejo en el espejo, pero en sólo unos segundos, el vidrio trono en pedazos, cayendo al suelo y uno volando a su rostro, cortando su mejilla. Retrocedió espantado, dejando salir un grito angustiado. ¿Que había pasado? ¿Como Mierda paso eso? Su cuerpo tembló con agresividad, y corriendo salió del baño, tomando su mochila, saliendo con una rapidez impresionante de su habitación, quería salir, escapar de donde sea que lo hubiera metido su ex novio.

Al llegar a la escuela, miro a varios de sus compañeros parlotear alegres, mostrando tranquilidad y relajando su cuerpo tenso. Se había limpiado la herida en la caminata de su casa al colegio, pero aun ardía demasiado, y tenía miedo de infectarla. Lo vio, a lo lejos, sentado fuera de los baños con su móvil en mano. Recordó el primer día que le enseñó a usarlo, cuando ambos fueron y lo compraron para poder comunicarse. Como si de magia fuera, el castaño se giró demasiado rápido para que Miguel alcance voltear el rostro, su mirada oscura se topó con la pura de Miguel. Sonrió como de costumbre a su ex novio de cabello y ojos azabaches, sin esperar a que este la devolviera. Pero había algo que encendió su cuerpo de rabia y molestia; Miguel tenía una herida grande en la mejilla.

Pensó en la madre de Miguel, pero no pudo imaginar que haya sido ella. Pero pensó en alguien más... Si, en ese ente que lo perseguía. Sus manos apretaron el móvil en su mano, y con molestia y sobre todo, mucho rencor, se acercó a Miguel, quien no pudo reaccionar retrocediendo unos pasos.

— ¿Quien? —preguntó sin formular bien la pregunta—, ¿Quien Mierda te ha hecho eso? —volvió a modular sus palabras. El pelinegro observó inmóvil el rostro del castaño, fue incapaz de hablar, haciendo que la desesperación del castaño fuera más, que evidente—, ¡Te he hecho una pregunta! —volvió a dar pasos hacia adelante, intimidando al chico de ojos cafés oscuro.

-¿Enserio le estas preguntando eso?

Rubén paró en seco sus pasos. Abrió los ojos en sorpresa y entendimiento. Obviamente no había sido su madre, había sido él con sus pensamientos. Miguel lo miro perplejo, tratando de calcular bien sus pasos, o de huir, o quedarse. Retrocedió esta vez Rubén, asustado de su poder.

-Me sorprende que no entiendas lo que eres aún... jajaja.

Y como su fuera un rayo, en su cabeza apareció el momento en el que él espejo del baño de Miguel estallaba, exactamente cuándo prometió acabar con su madre, y con cualquiera que le alejase de su lado. Sus piernas temblaron con agresividad, y ahora pareciera que sólo eran él y Miguel.

— ¿Rubén? ¿Estás bien? —salió casi con la obligación de hacerlo. El castaño frente a él se veía asustado, y parecía que en su mente veía y escuchaba cosas desagradables, pero... ¿Qué?

—Adiós... —logró formular antes de salir corriendo otra vez de sus instintos asesinos.


s c a r e d ↮rubelangel™Donde viven las historias. Descúbrelo ahora