-No tengo la menor idea de lo que me estás hablando -dijo Marjorie, en tono quejumbroso. Llegaba tarde a un desfile de moda y las preguntas de Vienna la estaban entreteniendo-. Oh, maldita sea. Me he puesto el perfume que no era. Bal à Versailes en plena tarde. Nadie se esperaría eso.
-Piensa en ello como una declaración de estilo -propuso Vienna con indiferencia.
Repasó otro grupo de cartas de los 1840. Era correspondencia entre las Cuatro Famosas y la mayor parte pertenecía a Sally Gibson, la institutriz de las hermanas menores. Tenía montones de papeles apilados sobre el escritorio, en diferentes pliegos que correspondían a la década en la que se habían escrito. Vienna había acometido la colosal tarea de inspeccionar absolutamente todo lo que había en los despachos de todas las casas, por si su padre había clasificado mal algún documento crucial que la pudiera conducir hasta el diamante.
-Seguro que papá te dijo que era el collar de los Cavender -aventuró, mientras sacaba las cartas de sus sobres protectores de plástico y abría las que estaban atadas con lazos-. Te lo contaba todo.
-En este caso no -insistió Marjorie-. Estoy tan sorprendida como tú. La primera vez que vi ese collar fue cuando cumpliste veintiún años.
-La tía abuela Rachel lo sabía. ¿No te dijo nada?
-Ni una palabra.
-Oí cómo le decía a papá que estaba maldito.
-Eso es ridículo -replicó Marjorie, aunque la voz le tembló de incertidumbre.
-¿Ah, sí? ¿Y qué me dices de lo que me pasó la última vez que lo llevé?
Vienna no había tenido la intención de sacar el tema del baile, pero lo cierto es que se había sentido muy frustrada desde que había hablado con la señora Danville. La reconcomía pensar que había algún otro tipo de conspiración en marcha para impedirle llenar sus vacíos de memoria. Incluso la policía se había mostrado muy poco cooperativa y se la habían quitado de encima con una excusa tonta sobre los archivos. Al final un joven inspector le había dicho que iría a buscar su expediente al edificio donde almacenaban los casos antiguos. De eso hacía dos semanas y no había vuelto a saber nada de él hasta aquella mañana.
Como siempre, su madre se cerró en banda sobre el tema.
-Creo que ni tú ni yo vamos a ganar nada removiendo el pasado. En serio, Vienna, no sabía que eras supersticiosa.
-Sólo quiero saber dónde está el diamante -declaró.
Era el botón que había que pulsar para que su madre se sentara y le hiciera caso-. Lo cierto es que estaba pensando que sería un colgante sensacional con tus perlas negras. Cartier podría convertirlo en una pieza de impresión.
Marjorie se quedó callada unos segundos, indudablemente soñado despierta con las posibilidades.
-Tu padre encargó la réplica cuando estabas en el hospital. Pensó que sería más seguro que no llevaras el de verdad. -Hizo una pausa-. La policía nunca descartó que el móvil fuera el robo, ¿sabes?
-¿Así que papá reemplazó Le Fantôme y no me lo dijo?
Marjorie le dio su respuesta acostumbrada para todas las preguntas sobre aquella noche.
-No queríamos preocuparte.
-No estoy preocupada, mamá -aseguró Vienna, que había dado con la explicación perfecta para su búsqueda-. Es que tengo que actualizar el seguro. Así que, ¿dónde está el diamante?
Marjorie tamborileó con las uñas sobre la silla. Finalmente dijo:
-No lo sé.
-¿Tenemos alguna caja fuerte que no conozca?
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El jardín oscuro.
RomanceNovela de Jennifer Fulton. Espero les guste, es una de mis favoritas.