Prólogo: El mercenario

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Si hay algo que cualquier idiota con cara de filósofo escritor puede saber de la vida, es que es impredecible, nadie sabe lo que le va a pasar o lo que le va a tocar, es como esta estafa de la lotería, las probabilidades de conseguir el boleto ganador es de una en un millón, pero la gente ingenua igual las compra para satisfacer sus tontos deseos de fe y esperanza, lo que quiero decir es que no sabemos lo que pasará el día de mañana.

Mi nombre es Sam Stoker, soy mercenario, un bastardo que mataría al perro del amigo del vecino de tu tía solo para conseguir dinero, evitaré hablar de mi desdichada infancia solo para no aburrirte, trataré de narrar lo más objetivamente posible y también evitare hacer descripciones de mis gestos mientras hablo con otras personas de la historia ya que normalmente siempre estoy cabreado, tan solo imaginen como sería mi forma de describirme mientras digo algo, por ejemplo:

--Me encargaré de ese sujeto—dijo Sam cabreado

--No haré tal cosa—respondió Sam cabreado

--Voy a matarte—contestó Sam cabreado

Ahora me entiendes. No es que me quiera comportar de forma antipática contigo, pero que puedes esperar de un sujeto que fue abandonado por su padre segundos después de haberlo eyaculado dentro del útero de su madre.

Pertenecí a un cuerpo de policía de mi ciudad natal por 10 años, si así es, fui policía, los típicos sujetos que no están presentes cuando te asaltan pero si para multarte cuando estas orinando en un árbol. El trabajo de por si era una mierda, lo único que hacía era llenar  pilas y pilas de reportes en una miserable oficina que apestaba a café rancio y a sudor de policía obeso, pero al menos disfrutaba viendo a la sexy secretaria cuyas tetas se turnaban para rebotar. El jefe de policía y sus asistentes lame suelas ignoraban mi gran talento, ¿Cuál es preguntas?, soy un gran pistolero, puedo atinarle a una mosca volando a 10 metros de distancia, y créeme que quisieras que yo fuera tu padre a la hora de participar en esos juegos de feria de dispararle al pato. Ni siquiera yo sé por qué soy tan bueno con las armas, tal vez lo herede de mi padre que nunca conocí o quizás solo sea un talento que yo mismo aprendí.

¡Mierda!, estoy hablando mucho sobre mí, dije que sería objetivo en mi narración...como sea, lo único bueno de ser un policía de oficina es que descubres la gran corrupción que existe dentro de este dichoso cuerpo de gente que se supone que debe protegernos, así que después de revelarle ciertos secretitos a la prensa, dejé la policía, porque lo más probable era que me mataran por soplón. Jamás entendí por que busqué ese trabajo, tal vez porque era la única forma "Legal" de pasearte por la calle con un arma.

Ahora soy mercenario, el mejor trabajo que elegí gracias a mis instintos de hombre corpulento, y también gracias a una galleta de la fortuna, pero no importan esos detalles. Viví 5 años dándole su merecido a criminales y a plagas de la sociedad, también haciendo ciertos sicariatos, nunca me sentaba a preguntarme si aquellas personas eran buenas o malas, pero ya que no las conocía me daba igual. La paga era buena y podía hacer lo que quiera con las personas que detenía, cosa que en la policía nunca me dejarían hacer.

Sin embargo nunca estaría preparado para hacerle frente al trabajo que me encargaron aquella tarde de verano, es ahí donde empieza esta historia, y si no te interesa pues no leas la siguiente parte.     

La muerte negra (+18)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora