Capitulo 6: La egoísta asesina

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Regresé con el hechicero para hablarle del encuentro que tuve con el asesino la noche anterior, creí que él podría ayudarme con mi problema de la malaria, y así fue, solo que no salió como yo lo esperaba:

--Entonces se apareció por la noche mientras dormías—

--Así es—

--ffffuuuu ooohhhh si que está bien cabrona la situación—

--¿Puedes ayudarme con mi enfermedad?—

--Chalas, no puedo curarte carnal, pero si puedo darte algo para que mantengas a raya tu enfermedad—

El hechicero levantó una piedra que estaba a su lado y de abajo sacó un pequeño frasco que contenía 5 píldoras redondas de color blanco

--Estas píldoras retardaran los síntomas de la malaria, pero solo son 5 y además su efecto dura poco, así que úsalas con prudencia—

--Gracias pero, ¿de qué están hechas?—

--¡Solo tómalas y ya!—

--Está bien está bien –

--Con respecto a la aparición del asesino, dijiste que empezaste a sentir una sensación extraña de miedo, y además te paralizaste—

--Si, la verdad es que fue algo muy extraño, sobre todo la manera en la que me introdujo la malaria, es decir, ni siquiera me tocó—

--La malaria se contagia a través de un mosquito, probablemente mientras aun dormías él liberó al mosquito en tu cuarto, y a causa de que eras la única persona en ese lugar no dudó en picarte—

--¿Pero como explicas el hecho de que quedé paralizado?—

--Eso tiene su explicación, y se remonta en la historia del pueblo sin nombre, veraz: como te había dicho ayer, me mude al pueblo hace ya muchos años para conocer sus plantaciones de hierbas exóticas, tal parece que el antiguo alcalde era un botánico explorador que viajaba a las remotas selvas del África y del Amazonas. Cada vez que regresaba al pueblo, traía consigo una gran cantidad de hierbas que las depositaba en un almacén oculto para ser estudiadas—

--Tuve la gran oportunidad de entrar en aquel almacén ya que me hice amigo del alcalde explicándole mis dotes para crear pociones mágicas. Él me mostró una de las últimas plantas que había conseguido en sus viajes, era una flor muy extraña de color rojizo, la llamaba "La egoísta asesina" ya que, en el lugar donde crecían, la flor más grande se enrollaba encima de las demás flores pequeñas para evitar que estas crecieran como ella, eventualmente morían con el tiempo debido a que ni la lluvia ni los rayos del sol alimentaban a las pequeñas flores por culpa de las enredaderas de la flor más grande—

--Pero eso no era lo único, según el alcalde, el extracto de esa flor era un veneno que provocaba ansiedad, miedo, dilatación de las pupilas y parálisis absoluta pero temporal del cuerpo. Hizo algunos experimentos con pájaros colibríes para ver como reaccionaban ante el extracto de la flor. Dijo que los pájaros, una vez que absorbían los jugos de esta, comenzaron a caer al suelo inmóviles, la única señal de vida que mostraban eran los violentos latidos de sus corazones, afirmó que incluso podía ver como los latidos se remarcaban en sus pechos como si los estuvieran golpeando por dentro. Eso confirmó más aun que aquellos pájaros estaban sufriendo los síntomas ya mencionados—

--Espera ¿a qué quieres llegar con esto?—

--Digo que la muerte negra pudo haberse valido de esta flor para causarte todas las sensaciones que sentiste en la noche y obviamente la parálisis—

--Eso quiere decir que él tenía acceso al almacén, probablemente esté utilizando todas las flores exóticas para causar las enfermedades—

--Es probable—

--Pero ¿Cómo pudo haber entrado al sitio si se supone que estaba oculto?... ¿cuántas personas saben sobre ese almacén?

--Solamente yo, el antiguo alcalde y el nuevo, pero el antiguo alcalde murió en su última exploración al ser asesinado por una tribu de indios locos—

--Entonces eso nos deja con el alcalde de ahora—

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Me dirigí hacia el bar del pueblo en donde obviamente se encontraba el alcalde, para él la cantina era como la iglesia. Cuando entré al sito estaban algunas personas del pueblo, sus rostros se veían serios y demacrados, algo poco común de ver en un bar. El único que se encontraba pegando gritos y cantos al aire era el borracho alcalde del pueblo, se encontraba en la barra bebiéndose cantidades inmensas de cerveza, su ropa y su barba apestaban a licor barato, sin duda un hombre despreciable. Caminé hacia la barra con una seriedad extraña en mí, le arrebaté la botella que se bebía y la reventé contra la pared

--¿¡Que mierda te pasa!?—contestó, ni se imaginan lo horrendo que apestaba su aliento, creo que un dragón de komodo moriría al olerlo

--Se acabaron los tragos alcalde, es hora de responder algunas preguntas—

--Es sobre tu pago ¿verdad? Pensaba dártelo a plazos—

--¿¡QUE!?...no...no me refiero a eso. Hábleme sobre el almacén de hierbas—

La cara del hombre cambio completamente, me miraba como si supiera algo que no debía, incluso la gente que estaba presente volteó la mirada hacia nosotros. El alcalde me hizo una seña con los ojos para indicarme que nos viéramos atrás del bar. Una vez que nos encontrábamos a solas comenzó a hablarme con tranquilidad:

--¿Cómo sabes sobre el almacén?—

--Me lo dijo el hechicero—

--¡Mierda! Nunca pensé que divulgaría ese secreto—

--Escúcheme bien: ese almacén probablemente sea la causa por la que la muerte negra consigue provocar enfermedades—

--Eso es imposible, nadie sabe de la existencia del almacén de hierbas, está escondido en el sótano del ayuntamiento al que solo yo puedo entrar. Mira incluso tengo la llave en mi bolsillo—

--¿Cuándo fue la última vez que entraste?—

--Hace ya 10 meses, no hay ninguna botella de licor así que no me interesa entrar en ese aburrido lugar—

--Entonces no habrá problemas en llevarme al almacén—

--Está bien, si eso hace que dejes de molestar—

--Y luego hablaremos sobre ese pago a plazos—

--Mierda—

Nos dirigimos al pequeño ayuntamiento del pueblo, construido con madera vieja y ladrillos rotos. Por dentro se veía igual de viejo que por fuera, los ayuntamientos fueron hechos para hacer reuniones importantes acerca del pueblo, pero este se veía que no fue usado en años. La puerta del sótano se hallaba oculta entre varios libreros, el alcalde las empujó con dificultad, exponiendo la puerta de metal que tenía enrollada una gruesa cadena asegurada con un enorme candado.

Una vez que el alcalde abrió el candado, la cadena se soltó al instante y la puerta se abrió de par en par. Ambos entramos en el sótano bajando unas largas escaleras chirriantes

--Ya verás que cuando lleguemos todo estará como la última vez que lo dejé—insistía el alcalde

Una vez que llegamos al almacén, los dos nos llevamos una gran sorpresa:

--Oiga se supone que deben haber hierbas en un almacén de hierbas—dije sarcásticamente al ver que todo estaba vacio

--¡E-esto no puede ser! ¡Se han llevado las plantas!—

--¿Enserio?—continuaba con mi sarcasmo

--Esto es malo, esto es muy malo, no es posible que alguien haya entrado aquí—

Ya sea por la impresión del alcalde o por mi falta de picardía al evitar decir "¡Te lo dije!" ya sabíamos que la cosa estaba más que clara:

Se robaron las plantas.

Continuara...

La muerte negra (+18)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora