Capitulo 10: El Pentanomicon (Parte 1)

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Los ataques de malaria cada vez frecuentaban más en mí. Por la mañana desperté con fuerte fiebre, náuseas y escalofríos. Mi rostro estaba ya muy pálido y me encontraba demasiado débil como para mantenerme erguido. Volví a tomarme otra de las píldoras del hechicero y me tumbé de nuevo en la cama, pude sentir como los males de esta enfermedad se iban de mí, sin embargo solo era cuestión de esperar a que regresaran en algún momento.

Ese mismo día visité al doctor para explicarle sobre mi enfermedad:

--¿La muerte negra te implantó malaria?—

--Si, fui con el hechicero para que me ayudara con mi problema, pero tan solo me dio unas píldoras que tranquilizan los efectos—

--Ya veo—respondió el doctor algo preocupado

--¿Usted puede curarme?—

--Veraz Sam, las enfermedades implantadas por la muerte negra no son algo que se puedan tratar con medicinas tradicionales, ni siquiera una simple gripe se puede curar con tratamientos normales—

--¿Insinúa que estaré así por siempre?—

--No lo sé, hasta ahora no he conocido a alguien que se haya curado de una enfermedad provocada por el asesino—

--¡Tiene que haber alguna manera doctor!, la muerte negra dijo que solo yo debía buscar la forma de curarme, pero ni siquiera entiendo a que se refería con eso—

--Te recomendaría que volvieras con el hechicero—

--¿¡Esta loco!? Me llevaría una semana volver con ese drogadicto—

--No es necesario, se encuentra aquí en Soon Valley—

--¿Qué?—

--La hierba se le acabó en su cueva, así que no vio motivos para continuar viviendo allí. Emigró a este pueblo para reunirse con viejo conocido—

--¿Y en donde se encuentra ahora?—

--En la biblioteca abandonada, al oeste de aquí—

Emprendí mi viaje para reunirme nuevamente con el hechicero. Mientras caminaba hacia la biblioteca abandonada recordé lo duró y agotador que fue la primera búsqueda, hace ya varias partes atrás, nunca olvidaré como aquel maldito perro hermafrodita me mordió las bolas, y que casi muero de calor. Pero luego recordé que la segunda vez que fui a ver al hechicero, no hablé de ningún viaje, tan solo aparecí hablando con él en su cueva en el siguiente texto, tal vez porque el escritor se apiado de mí, o solo le dio paja describir el segundo viaje. Sea como sea, ya nada de eso importaba.

La biblioteca abandonada parecía más bien uno de esos burdeles de segunda en el que las putas ya están feas y demacradas. El edificio era completamente antiguo, echo con tablas de madera vieja, techo de tejas rotas, y una estructura poco segura. No me atreví a entrar en aquel sitio, pues temía que se me fuera a caer encima, pero pude escuchar el distintivo sonido de alguien fumando hierba:

--ffffuuuuu oohhhhh—

Supe al instante que se trataba del hechicero drogadicto, así que no tuve otra opción que entrar en aquel sitio, pero justo cuando iba a poner un pie en la entrada de la biblioteca, adivinen, alguien me volvió a golpear en la cabeza, creo que ya se había vuelto un hábito, me sorprende que ni siquiera haya escuchado pasos detrás de mí, y como cosa rara (lo digo sarcásticamente) caí al suelo inconsciente.

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Desperté atado a una silla en medio de grandes libreros que me rodeaban en formación circular, con una bombilla blanca colgando en el techo justo arriba de mí, los alrededores estaban completamente oscuros pues la bombilla no alumbraba lo suficiente como para alcanzar toda la sala. Estaba nervioso sí, pero no era la primera vez que me ataban a una silla en un lugar oscuro.

La muerte negra (+18)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora