2- Se aconseja correr

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Cuando mi madre trabajaba hasta tarde en un bar, yo pasaba para disfrutar del show de las diez. A veces tocaban bandas, o recitaban poesía; pero recordaba claramente a aquella mujer. Aquella mujer de voz dulce y melodiosa que siempre, siempre, cantaba aquella canción: Amapola.

Comencé a cantarla en voz bajita, mientras me acomodaba los bucles despeinados frente al espejo y me alisaba las arrugas del pulcro suéter. 

  Amapola, lindísima amapola 
Será siempre mi alma tuya sola 
Yo te quiero amada niña mía 
Igual que ama la flor la luz del día   

Abrí mi pequeño estuche y saqué mi labial rosa. Me apliqué una pequeña cantidad y le sonreí con tristeza al espejo.

  Amapola, lindísima amapola 
No seas tan ingrata y ámame 
Amapola, amapola 
Cómo puedes tu vivir tan sola?   

Suspiré y guardé el labial. Me calcé la mochila al hombro y, justo cuando estaba por encaminarme a la puerta, alguien la aporreo con tal violencia que me disparó el pulso.

La abrí rápidamente y, del otro lado, Yoongi dió un último golpecito con el puño en el aire. Yacía con la espalda apoyada al marco de la puerta, de perfil a mi, la mirada gacha y vestido casi completamente de negro con una polera de cuello alto y un saco de pana.

Me ruboricé de sólo pensar en que me había escuchado cantar.

-¿Qué haces?-inquirí, molesta-. ¡Me has asustado!

Levantó la mirada y clavó sus ojos negros en los míos.

Me encogí, cohibida.

-Mi madre dijo que sería muy "grosero" que no te llevara al instituto si vamos juntos; y aunque francamente no tengo ninguna gana de tenerte de compañía no me gusta desobedecer a mi madre.

Asentí, muda, pensando en que sería un camino demasiado extenso como para darme el gusto de insultarlo e ir por mi cuenta.

Yoongi suspiró, apartándose del marco.

Lo seguí, pisándole los talones, hasta la salida de la casa y se me subió la adrenalina cuando el muchacho abrió la puerta del Meredes negro.

Sin embargo, sacó unas llaves y volvió a cerrar la puerta. 

Hice una mueca.

-¿Qué? ¿No vamos en el auto?-inquirí.

El muchacho se limitó a sonreír burlonamente y caminó con paso tranquilo hasta la motocicleta vespa. 

Me abroché rápidamente el abrigo hasta la nariz, y me acerqué al muchacho que se había puesto la mochila sobre el pecho. 

Dudé un poco, a unos pasos de él.

Yoongi descolgó el casco y me lo puso en la cabeza sin dejarme ni chistar.

-Vamos, ¿qué esperas?-dijo con tono apremiante, sin mirarme. Metió las llaves en la motocicleta y su ronroneo me hizo subir de un brinco detrás del muchacho-. Sujétate.

-¿Qué?

El muchacho chasqueó la lengua, como si simplemente no me soportara, y arrancó la moto haciéndola girar a todo lo que daba para tomar el camino de la carretera. Al hacerlo el vehículo se inclino tanto que habría podido rozar el suelo con la mano. 

Solté un pequeño chillido y me abracé a la cintura de Yoongi sin siquiera pensarlo.

Cuando el muchacho tomó la línea recta, no aminoró la velocidad de la motocicleta.

Eh, Pabo! [Min Yoongi]©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora