XI

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Ciel se despedía de Elizabeth con un ligero movimiento de muñeca y una fingida sonrisa. Estaba hecho un lío. Por un lado estaba su prometida: quien pronto dejaría de serlo, ya que la boda se celebraría dentro de no mucho; su prima, acompañándolo desde que tenía memoria, siempre intentando sacarle una sonrisa y hacerlo feliz, aunque el conde pensaba desde hacía ya mucho que ya no había sitio en la adorable familia de la felicidad para él.

Y por el otro, ______. Aquella que había conocido hacía medio mes. Ella... Tenía algo, no sabía el qué, pero estaba seguro de que le atraía bastante, quizá porque cabía la posibilidad de que fuese una persona que lo entendiese. Tampoco parecía molestarle o disgustarle la manera fría y despectivamente arrogante en la que solía comportarse él. Sin embargo, ¿realmente estaba bien llegar a enamorase? Porque una cosa ya era clara: ______ le gustaba, y ella no negaba que sintiese lo mismo. Pero la charla de unas horas atrás les había afectado a los dos. Se sentían mal por lo que habían dicho, y supuso que la joven no querría ser "segundo plato" de nadie.

Dejando de lado los molestos pensamientos de Elizabeth que se agolpaban en su mente diciendo qué debía y no debía hacer, se adentró a la mansión buscando cierta cabellera {c/p}___.

(...)

No podía despegar los ojos del techo de la habitación, revolviéndose entre las sábanas y sin poder conciliar el sueño. ¿Qué hacía? Creía que lo correcto. Creía. No era muy buena idea pelearse con Ciel, tampoco lo era tenerlo de enemigo, claro estaba que eso no pasaría, pero no se sentía cómoda dejando las cosas así. Esperaba que a la mañana siguiente pudiese hablar tranquilamente con él. Pensándolo mejor, ¿por qué no hacerlo ya mismo? No dejes para mañana lo que puedas hacer hoy, decían. Salió de la habitación.

(...)

Los dos jóvenes caminaban a oscuras, y ni rastro de Sebastian. Cada vez se acercaban más y seguían sin oírse sus acelerados pasos. Al chocarse se sorprendieron observándose entre la oscuridad. Ciel reaccionó antes, parándose y ofreciéndole la mano a la chica para levantarse. Cuando estuvo en pie, se deshizo de un polvo inexistente, sin apartar la mirada del joven olvidando por completo, el discurso que había preparado cinco segundos atrás.

-Hola -susurró tras unos minutos de silencio.

-Hola -y volvió la incomodidad.

-¿Podemos hablar? -Dijeron a la vez.

-C-claro -aseguró Ciel.

Lo siguió por las escaleras hasta llegar a una sala de lectura con algunas velas dando una vaga iluminación. Se sentaron juntos en uno de los sillones y se estudiaban con atención. La primera en hablar, fue ella.

-Al principio, tenía pensado hablarte, y recitarte un discurso precioso lleno de palabras bonitas; aunque si te soy sincera, se me acaba de olvidar absolutamente todo- respiró profundamente y soltó un largo suspiro, admirando el detallado techo-. Ciel, me gustas; no te lo voy a negar- dijo enfocando de nuevo la vista en él.

-______, yo... Quisiera contarte todo de mí, pero... -Sesgó la mirada y una mueca afligida apareció en su rostro.

-Empieza cuando quieras, tenemos toda la noche- sonrió de lado. Al ver que el joven continuaba callado, decidió dar el empujón ella-. Me llamo ______ Itami. Condesa Itami, tengo dieciséis años; me apodan La Silenciadora de La Reina, y eso es lo que ya sabes. Ahora dilo tú.

Tras dudar ante el comportamiento de Itami, respondió.

-Soy el conde Phantomhive, Ciel Phantomhive. Tengo diecisiete años y me llaman El Perro de La Reina -a partir de ahí, las palabras ya salían solas, prefiriendo ser directo y dejarse las vergüenzas para otro momento-. Mi familia fue asesinada, mi casa quemada, me hicieron sentir más humillación que un animal.

-Recuerdo que mis padres me decían de pequeño que los sueños podían volverse realidad -rió sin sentir más que un vacío-, pero se olvidaron de recordarme que las pesadillas también son sueños.

Era un niño pero yo... Para que esas personas sientan la misma humillación, regresé aquí -acarició el anillo que siempre mantenía en el pulgar-. Si para aquellos que asesinaron a mis predecesores, la mansión Phantomhive sigue siendo una molestia, si me mantengo como la cabeza de la familia, seguramente volverán a por mí -sostuvo los ojos en los de la ella-. Y estoy esperando. Esperando a que ellos vengan a asesinarme.

Más que sorprenderse, fue todo lo contrario. No sintió pena, ni mucho menos. Sino admiración, la fuerza siempre era movida por la misma causa: venganza. Inclinó el cuerpo hacia delante y con un movimiento suave sostuvo los mechones que tapaban algo de su ojo. Dejando completamente visible... Eso.

-¿Ves esto bien? Es mi ojo blanco; puede que al principio no lo notases, pero desde pequeña fui torturada por mis padres. En una de aquellas, me hicieron esto, dijeron que una persona patética como yo no podía ser agraciada con un rostro bello, entonces cogieron una de las velas y vertieron la cera en mi ojo izquierdo, dejándome casi completamente ciega. Si no fuera por el mayordomo de la familia quien los detuvo en el momento justo, habrían hecho lo mismo con el otro. Como avariciosos que fueron, me abandonaron a mi suerte en el barrio pobre. La verdad es que no les guardo rencor, simplemente hubiera preferido ser yo quien los silenciase, una pena.

Cómo no, una de las maneras fáciles de ganar dinero era convertirse en asesino a sueldo. Útil, ¿verdad? Nadie sospecharía de una niña de seis años. Pasaron algunos meses, y apareció Aron, poco después me enteré de que mis padres habían desaparecido; sigo sin saber si fue cierto o no, no me interesa ni lo más mínimo.

Aron me aseguró que podría cuidar de mí como mayordomo y que recibiría mi título de nuevo. Para ese entonces tenía diez años y se me habían olvidado las maneras de una noble, al volver a vivir en mi mansión, estudié para ser digna de la alta sociedad y tras dos años y medio conocí a Cheslock. La hermana de mi madre me ofreció mudarme con ella, pero acabé desechando aquella petición, lo que no quiso decir que no visitase a mi primo de vez en cuando. El tiempo pasó, y... Bueno, aquí estoy.

______ entendió que preguntarle por el parche quizá sería demasiado; para no incomodarlo, simplemente lo dejó estar.

No necesitaron palabras para entenderse y eso era lo que más le gustaba el uno del otro. Se sonrieron y se acercaron. Sosteniendo su mejillas, se besaron transmitiendo todo lo que no se podía decir con palabras.

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Antes de nada... AMO CON TODA MI ALMA ESE GIF. No sé por qué, pero es perfecto. :'D Para seguir compensando mi maldita inactividad, el siguiente capítulo ya está disponible. Sólo aviso... 7ww7

La Silenciadora {Ciel Phantomhive y tú}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora