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—Amor, yo de verdad, de verdad quiero saber si es niño o niña —siguió murmurando, entre besos, sin alejarse de mi boca más de un segundo—. Por favor.

—Pero yo no quiero, Drew —me quejé en su boca, subiendo mis manos a sus brazos lentamente y acercándome más. Sonreí y suspiré contra él, perdida en mi éxtasis y entregándome. Porque no podía ser más feliz.

—Ya sé que podemos hacer —dijo sonriente de repente, separándose—. ¿Qué tal si vamos a un doctor o lo que sea y me dice sólo a mí lo que es? Así yo me quito las ganas de saber y le compro cosas y voy pensando el nombre porque... Lo siento, bonita. Pero eliges nombres horribles.

—No, Justin —negué con la cabeza—. De todos modos me enteraría cuando viera las cosas que compraste. Y, ademas, no elijo nombres feos.

—No, no. Te juro que esconderé las cosas y no te dejaré verlas ni aunque me ruegues.

Lo pensé un momento, el pobre hombre se moría por saber. Decidí que tenía todo el derecho de enterarse y asentí con una leve sonrisa. Justin me abrazó de nuevo.

—Demonios, algunos de nosotros somos solteros, contrólense ahí atrás... —nos regañó Kevin. Justin movió una mano a mis espaldas y todos rieron. Supuse que le levantó el dedo grosero o algo así.

—Ignora al solitario —dijo él y rió de nuevo. Se separó de mí un poco sin dejar de rodearme y yo me incliné inconscientemente sobre su cuerpo a rayar su nombre en la esquina empañada de la ventana a su lado.

—Me gusta escribir tu nombre —dije, y lo escribí de nuevo con letra grande en la mitad.

—Yo no escribo nunca pero me gusta tu nombre también —admitió y levantó su mano izquierda para escribir mi nombre debajo del suyo, y dibujar un corazón demasiado horrible para ser verdad. Nos reímos—. Apesto en esto, lo sé. Nunca había dibujado corazones antes.

—Está bien, bebé, no te preocupes. A mí si me salen bonitos.


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—Ya estamos aquí —anunció Kevin aparcando frente a una casa muy bonita y grande color gris oscuro— Entonces, ¿Irás tú sola o quieres que todos te acompañemos?

—Por favor acompáñenme. Necesito apoyo con esto, o empezaré a gritar...

—De hecho, ella realmente necesita apoyo en esto, yo ya no la puedo controlar, hombre. Aunque me gusta escucharla gritar cosas divertidas como las que le grito a la mujer de la veterinaria, no me quiero meter en problemas.

Le puse los ojos en blanco al tonto de Justin y todos nos bajamos del carro, yo batallé mucho para poder siquiera levantarme del asiento, pero ya no me dolía tanto en el ego aceptarlo porque ahora tenía a Justin ayudándome, rodeándome cálidamente y levantándome con delicadeza para que yo no hiciera ningún ridículo.

Nos acercamos todos a la puerta de la casa, y por todos me refiero a Justin, Trisha cargando a Freddy –quien milagrosamente era el bebé más tranquilo del mundo y no lloraba nunca– Lizzy y yo. Jazzy se había quedado con Marbe, porque tenía los pies hinchados y no podía salir con nosotros, así que decidió cuidar a Jazmín.

Me acerqué a la puerta y la toqué con fuerza tres veces, esperé unos segundos y cuando no abrieron toqué de nuevo, más fuerte y más constante hasta que alguien gritó desde dentro:

—¡Ya voy!

Miré a mis amigos un segundo y tomé aire cuando los pasos se escuchaban más cerca de la puerta.

—¿Sí? —preguntó una mujer, viéndonos uno por uno con una sonrisa confundida pero amable—. ¿Se les ofrece algo?

—Sí, mire, el problema aquí es que... —empecé a hablar pero de pronto me quedé en silencio y mi mente se iluminó, porque esa mujer parecía exactamente el tipo de madre que le consentiría cualquier cosa a su hija y que haría lo que ella dijera. Las cuales no eran buenas señales porque eso quería decir que tener de regreso a mi querido Druwstin sería muy difícil si la niña llegaba a ser una clase de caprichosa y malcriada, así que debía usar otra técnica para recuperarlo.

—Lo que pasa... –empezó a hablar Kevin al ver que yo no decía nada pero lo hice callar disimuladamente pellizcando su mano.

—Nosotros somos estudiantes de la Universidad Autónoma Y Aristócrata De Londres, la "UAYADL" ¿Había escuchado antes hablar de ella? —pregunté improvisadamente poniendo mi cara de chica intelectual con una ceja ligeramente arriba. Pude casi sentir la confusión de los chicos detrás de mí. Justin tomó mi mano y la apretó.

—Mmm, no, no lo creo. ¿Existe? —preguntó mirándome raro.

—Sí, señorita, claro que sí existe —Punto clave: le dije señorita, así que automáticamente la mujer ya me ama porque es como si le hubiera dicho "joven" —Es una universidad muy, muy privada, recatada, exclusiva y escondida, por eso no había escuchado hablar de ella. Nos especializamos en investigar y encontrar nuevos virus realmente peligrosos, dañinos y mortales, y hoy hemos venido a hablar con la gente de uno en especial que ha estado propagándose por la ciudad de una manera horrorosa... ¿Nos permite un minuto de su tiempo? Nosotros sólo los queremos informar.  

Real Life, real love- TPBL #2Donde viven las historias. Descúbrelo ahora