Capítulo 6

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Así que así estaban las cosas: Lucas llevaba durmiendo en mi casa 5 días, mi madre y su prometido estaban asquerosamente enamorados y yo..., bueno, creo que yo empezaba a sentir algo por Dan, el chico del diario, ¿es posible enamorarse de alguien a quien ni siquiera conoces? No estaba segura y, por ese motivo, se lo pregunté a la persona con las ideas más locas que conozco:

-Oye Lucas, ¿puede ser posible que yo esté enamorada del chico del diario?

- ¿Me lo estás preguntando a mí? Por poder, se puede, pero eso tendrás que saberlo tú, no yo. -Volvía a tener razón, como siempre, y yo lo odiaba por ello.

Al día siguiente, me fui a La Guarida del Lobo. No estaba muy segura de qué buscaba allí. Quizás solo la tranquilidad de un lugar conocido, porque, al parecer, mi casa ya no lo era. Mi madre estaba redecorando la casa para la boda y ella y Lucas no dejaban de mirar revistas de muebles. Mientras tanto, el novio de mi madre intentaba ganarse mi confianza intentando explicarme no sé qué de sus hijos, que, al parecer, se quedarían unos días con nosotros.

Una voz conocida me sacó de mi ensoñación:

- ¿Qué tal princesa? No esperaba verte aquí hoy. Más que nada porque el bar está cerrado.- Era verdad, estaba en la puerta del bar, donde había un cartel: Los lunes cerrado por descanso. Supongo que el no tener instituto te hace perder la noción de en qué día vives.

- Supongo que lo olvidé- fue lo único que acerté a decir- y tú, ¿qué haces aquí si está cerrado?

-Mis tíos me pagan si vengo a limpiar los lunes.- y, ante mi prolongado silencio, añadió- si me ayudas, acabaré antes.- No tenía nada mejor que hacer y, después de todo, mi otra opción era volver al bullicio de una boda, así que acepté.

-Bueno, ¿y por qué querías venir aquí un día de verano cuando podrías estar en la playa con ese amigo tuyo del que siempre estás hablando?

-¿Con Lucas? Por lo visto él tiene una mejor relación con mi madre que yo. Además, está un poco deprimido desde que salió del armario por todo eso de que sus padres no lo aceptan y, para un día que está un poco distraído, no quería molestarlo.

-¡Y yo que pensaba que mi vida era complicada! Pero, aparte de Lucas, tendrás más amigos con los que ir a la playa, ¿no?

-Bueno...- no sabía qué responder. La gente, por lo general, pasaba de mí, y la que no lo hacía, me odiaba. Era lo que tenía haberles dicho a las populares del instituto que al menos yo no iba a clase en ropa interior, pero, ¿qué podía hacer sino? Eso de estar callada es más difícil de lo que parece, sobre todo si ellas empiezan la pelea- No suelo caer muy bien a la gente.

- ¿Por ese pequeño incidente con Melany y su grupito?- lo dijo mientras me miraba con cara de satisfacción. Me había cogido completamente por sorpresa. ¿Cómo podía saberlo? Ni siquiera estaba en mi instituto. Tras ver mi cara de desconcierto añadió- Todo el mundo lo sabe. Pero hiciste bien en decírselo. Todos lo pensamos, la única diferencia es que tú lo dijiste en voz alta. Si eso te hace mala persona, eres la mejor mala persona que conozco.

-¿Eso es un cumplido?

-Puedes tomártelo como quieras.

-¿Y tú? Ni siquiera sé si te gusta ir a la playa, ni si la gente de tu instituto te odia, ni nada sobre ti con lo que pueda sorprenderte. Estoy en desventaja.

-Ya lo sé. Si lo supieses todo sobre mí, ¿seguirías viniendo a la Guarida tan a menudo? Estoy seguro de que no vienes aquí solo por el café, porque, reconozcámoslo, no es demasiado bueno.

-El café de aquí no es tan malo...- y los dos nos empezamos a reír. El café de allí era pésimo, pero adictivo.

-Aún así no has respondido a la pregunta, princesa. ¿Seguirías viniendo si yo ya no fuera un misterio?

-Es imposible que tú dejes de ser un misterio. Aunque lo supiese todo sobre ti, siempre encontrarías algo para sorprenderme así que, supongo que sí.

-No me lo creo. Pero, ¿qué más da? Nunca lo sabrás todo sobre mí, no permitiré que eso pase, ni ahora, ni nunca.

Tras pasarnos el resto de la tarde limpiando y hablando de diversos temas, sobre todo de música, acabamos de limpiar y, lejos de dejar que me fuera sola a casa, Leo se ofreció a acompañarme. Por supuesto, yo no iba a volver a casa todavía. Me negaba a repetir la cena de anoche, donde mi madre y su novio se pasaron la comida dándose de comer el uno al otro. Casi vomito. Así que la llamé para decirle que iba a comer en casa de una amiga, y, tras su visto bueno, llamé a esa amiga para decirle que iba a ir a cenar a su casa.

No era la típica persona a la que pudieras llamar cuando estabas triste o que iba a llorar contigo si tenías 9 años y se moría tu perro, pero teníamos enemigos comunes. Después de todo, eso es lo que realmente une a dos personas, ¿no?

Diario Secreto De Un AdolescenteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora