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Valerie Willson una muchacha de 21 años, vive en Nueva York, destacando como diseñadora gráfica.
Sus padres ambos británicos, nunca estuvieron de acuerdo con sus decisiones y con su (ahora exitosa) carrera.
Su mejor amiga Melody, pelinegra, ojos color avellana, extrovertida, casi todo lo contrario a Valerie, pero ambas trabajaban en el mismo lugar, compartían la pasión por el diseño.
Stephen, el novio de Valerie. Según él, es el chico que desearía tener cualquier chica y Valerie es la "suertuda" (ella no cree eso), alto, cabello negro y sus ojos azulados.
[...]
Era una mañana, no una soleada, el cielo se teñía en un gris con unas nubes amenazando la caída de una fuerte lluvia, había un poco de fresco, en enero el clima siempre había sido muy frío y este año no había sido una excepción.
—Valerie, el director solicita tu presencia en la junta— Melody irrumpió en la oficina.
—¿Ahora?, no puedo, estoy trabajando para la nueva campaña— Valerie soltó un suspiro cansino.
—No puedo decirle eso, tienes que asistir— Valerie se levantó, se arregló su cabello y salió detrás de Melody.
—Deberías tomarte unos días, Val— la miró con preocupación.
—Lo consideraría, pero por ahora terminaré esta campaña—.
—¡Valerie!— la sala se llenó de miradas hacia la puerta, por el grito de júbilo del hombre regordete sentado en medio de la larga mesa.
—Señor Gligges— Valerie sonrió con amabilidad. El hombre sonrió y miró a todos los espectadores.
—Me complace presentarles, señores, a mi mejor diseñadora de la empresa, Valerie Willson— en la sala se escuchó unos aplausos que cesaron en cuanto la chica asintió con amabilidad.
—Valerie, toma asiento— la castaña se sentó a un lado de su jefe, sonriendo con amabilidad.
La reunión había transcurrido sin ningún incidente, aunque ella tenía otros planes en mente.
—¿Aceptas Valerie?— su jefe preguntó.
—Temo decirle que, no— Valerie se levantó de su asiento. —He trabajado en las últimas 10 campañas, han sido exitosas, sí, pero supongo que merezco unas vacaciones—.
El señor Gligges la miró con una sonrisa.
—¿Y a quien propones para que se encargue de esta campaña?— desvío su mirada hacia la puerta y sonrió con satisfacción.
—Melody, Melody Scott— su jefe quedo atónito ante la respuesta de la joven.
—¿Segura de que la señorita Scott puede con esta campaña?— las dudas no se hacían notar y la chica lo miró con decisión firme. —De acuerdo—.
Valerie salió de la oficina y vio que su amiga seguía ahí.
—Pasa— Melody se quedó confusa, pero Valerie le hizo un ademán para que entrará en la oficina. —Suerte — susurró y le guiñó.
Valerie se dirigió a su oficina, esperando a una Melody completamente feliz.
—¿Como lo hiciste?— Melody decía sentándose en frente de ella.
—Bueno, debo decirte que tomaré mis vacaciones— Valerie estaba muy pensativa en su silla.
—¿Cuando?— Melody preguntó.
—A partir del lunes— Valerie dijo suspirando. —Terminaré esta campaña en una semana—.
—Bueno, ¿que te parece si el sábado vamos al Tompkins?— Melody le lanzó una mirada pícara.
Valerie enarcó su ceja y negó. —No creo poder ir.
—Oh vamos— Melody últimamente estaba demasiado rara. Ya le había dicho como 2 semanas atrás que vaya con ella al parque, pero, Valerie siempre se había negado.
—Lo pensaré— Valerie tomó unos cuantos papeles y se puso a trabajar.
—El sábado, a las 5:00 en punto de la tarde— Melody salió. Valerie sonrió negando.
La tarde paso e incluso no se había dado cuenta de que se había hecho de noche y tenía que haber visto a Stephen hace más de hora y media. Cansada suspiró y se levantó. Recogió todos los papeles tirados en su escritorio. Tomó su abrigo y salió del edificio rumbo a su departamento.
La noche era fría. A penas se encontraban unas cuantas personas por la calle. Optó por tomar un taxi. Iba cruzando la calle cuando se escuchó un estruendoso freno, proviniente de una motocicleta. Valerie cerró los ojos, esperando el golpe. Pero sin embargo el golpe nunca llegó.
Abrió sus ojos lentamente, dejando ver a un muchacho un poco mayor que ella, junto a la motocicleta en el frío suelo.
Ella se acercó, para comprobar que estuviese bien.
—¿Te encuentras bien?— Valerie se acercó lentamente. La única respuesta que obtuvo fueron los gemidos de dolor que hacía, mientras se levantaba con cuidado.
—Sí, solo fue un golpe— el chico se quitó el casco y paso una mano por su cabello.
—Lo siento, no me fije que venías— Valerie se disculpo.
—No, yo lo siento, no debí de haber ido muy rápido— empezó a recoger su motocicleta y la miró. —Marcus, Marcus Mumford— le tendió su mano.
—Valerie, Valerie Willson— aceptó su mano en forma de saludo.
—Un placer— sonrió y se quedaron parados a un lado de la acera. —¿Que haces a estas horas por aquí?— Marcus preguntó.
—Bueno, acabo de terminar mi trabajo. En realidad no me había dado cuenta de que ya era tarde— Valerie hacia todo por evitar mirarlo a los ojos.
—¿Entonces esperas un taxi, no?— se encogió de hombros y sonrió.
—Eso espero— Valerie miró hacía la calle y vio que se aproximaba uno vacío. Hizo un ademán con su brazo y el taxi paró a pocos centímetros de la acera. Ella sonrió por última vez hacía él, observando por primera vez sus ojos. Eran verdes y por su acento se ve que no era de E.U.
Se subió al taxi y este comenzó a andar. Iba mirando por la ventana, cuando una motocicleta negra los alcanzó. Marcus miró a Valerie y aceleró, haciendo que ella negara con una sonrisa en sus labios.
Sabía que no iba a hacer la última vez que se vieran. Sin duda alguna se volverían más que amigos, sin que ellos mismos se dieran cuenta.

Tompkins Square Park Donde viven las historias. Descúbrelo ahora