IX

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Valerie había seguido el consejo de Marcus, no había regresado con Stephen, aunque este, le insistía cada vez más. Tampoco había hablado con Marcus, después de todo, aún le preocupaba, no estaba segura sí se había enamorado de él, pero sí lo quería, eso era verdad.
El clima había cambiado, pasó de un frío a una tormentosa lluvia. Simplemente observaba las gotas resbalar de su ventana, sus pensamientos, todos los ocupaba Marcus. Sus sentimientos estaban totalmente perdidos, aún quería a Stephen, aunque sea un poco, pero lo hacía. En comparación con el cariño que sentía hacia Marcus, era mucho más grande que el que había sentido por Stephen durante sus 3 años de relación. Eso la confundía aún más y sabía que no estaba lista para decidir entre ellos dos. Valerie no era estúpida y sabía que Stephen, en algún momento, la engañó y sabía que no se lo podría perdonar, sobretodo por el hecho de no haber sido sincero con ella. Se podría haber sentido culpable al salir con Marcus, pero ahora que lo pensaba más y más, no tenía porqué, eran amigos. Aún sabiendo que Marcus se enamoró de ella y de cierta forma, ella le correspondía, inconscientemente, pero lo hacía.
La lluvia aumentaba torrencialmente, en el centro de Nueva York. El silencio reinaba en el cuarto de hotel, solamente se escuchaba el chocar de las gotas contra la ventana de la habitación. Ahí se encontraba Marcus, mirando hacia el vacío. Había comenzado a empacar, hacía falta una semana para que se fuera de Nueva York, y quien lo habría dicho, se iba con el corazón roto. Sus amigos hacían todo lo posible para que saliera de la habitación, pero, simplemente se negaba y se ponía a escribir. Nadie sabía que era lo que anotaba en tantas hojas de papel, conociéndolo, seguramente eran canciones. Eso era bueno para el futuro de la banda, pero no para Marcus, ahora sólo era el recuerdo de los días que pasó junto a Valerie. Ahora se daba cuenta de las advertencias que le hacían, nunca las escuchaba, así que él, se sentía culpable haciendo que sus amigos se preocuparan por él, cuando la culpa sólo la tenía él.
Pasaron horas hasta que la lluvia se detuviera. No quería seguir encerrado, los chicos habían ido a cenar, en un restaurante que se encontraba por el Tompkins. Caminó sólo por las calles, ignorando a las personas que pasaban junto a él, se había colocado unos lentes de sol, simplemente para ocultar sus ojeras, tantas noches sin poder dormir, era lógico que salieran, pero lo notó hasta esa tarde. Tenía que cruzar por el parque para llegar al restaurante, así que se tomó el tiempo libre para fumar. Sentado en la misma banca de siempre, suponía que ahí se apreciaba mejor la vista, sus piernas estaban cruzadas. Observaba como el cigarro se consumía y caían las polillas en el húmedo suelo. A pesar de haber llovido, la noche era hermosa, había menos gente como de costumbre, eso la hacía tranquila.
Marcus miraba hacia el cielo, se había nublado de nuevo, así que comenzó a caminar de nuevo, dirigiéndose al restaurante. Las gotas comenzaron a caer poco a poco, aumentando cada vez más, esta vez los truenos no se hicieron esperar. Empapado se quedó esperando en un aparador de una tienda, ahora pensaba que fue una mala idea salir. Un suspiro cansado hizo que notara la presencia de alguien a su lado. Marcus miró de reojo, le ganaba la curiosidad, pereciera que el destino le jugaba una mala broma o más bien, era un signo de buena suerte. Valerie se encontraba junto a él, empapada por la fuerte lluvia.
—¿Mal día, eh?— simplemente comentó.
Al parecer Valerie no se había percatado de él, así que siguió mirando la calle.
Valerie igual miró de reojo, pero no podía distinguir muy bien su rostro, los lentes de sol le estorbaban. Incluso llegó a pensar que había escogido un mal lugar para refugiarse. Marcus se acercó lentamente, haciendo que Valerie se girara de golpe y le diera con su bolso.
—Soy yo, Marcus— Valerie comenzó a disculparse, no había reconocido su voz, no era el mismo barítono con el que siempre hablaba. Se notaba que estaba un poco ronco.
—Casi me matas del susto Marcus— exhaló un aire de alivio y lo miró. Él simplemente sonrió con pena.
—Lo lamento, no creí que reaccionarás así— Marcus se retiró sus lentes y los colocó en el cuello de su camisa.
Valerie observó su rostro, notando las ojeras debajo de sus ojos. Sonrió apenada, y se dio cuenta que el igual estaba empapado.
—Estas todo mojado— puntualizó, haciendo que Marcus sonriera. —Necesitas cambiarte—. Era verdad, si no se cambiaba, de verdad podría resfriarse y sería peor.
—Solo tengo que regresar con mis amigos, estaré bien— la lluvia cesó y Marcus comenzó a caminar hacia su hotel. Valerie se quedó en el aparador viendo como Marcus se iba.
—¡Espera, Marcus!— entonces él volteó y pudo sentir los brazos de Valerie alrededor de su cuello. Correspondió al abrazo, hundiendo su rostro en el cuello de Valerie. Respirando su aroma, el aroma que tanto estaba añorando en volver a oler.
—Lamento todo lo que te he hecho pasar, el no confiar en ti, lamento haberte alejado de mí— Valerie le susurraba al oído. Marcus se separó de ella y tomo su rostro entre sus manos. No diferenciaba entre sí eran lágrimas o eran las gotas de la lluvia que comenzaba a caer de nuevo. Pero no importó. Nada importó. Ambos mirándose a los ojos, sólo ellos dos. Y ocurrió. Marcus se inclinó suavemente hacia ella, quedando a centímetros de su rostro. La respiración de ambos se agitaba, sentían que sus corazones se iban a salir de su caja torácica. Lentamente se iban acercando, hasta que sus labios se encontraron. El beso era lento y tierno, pero poco a poco iba aumentando toda esa pasión reprimida. Valerie colocó sus brazos alrededor del cuello de Marcus. Acercándolo más a ella, las manos de Marcus pasaron a la región lumbar de Valerie, atrayéndola más a él. Se separaron lentamente, mirándose a los ojos y sonriendo.
—Me he enamorado de ti— Valerie trataba de regular su respiración. Marcus sonrió y la abrazó, era lo que necesitaba oír, sólo eso. Aunque eso no sería suficiente para no irse de Nueva York.

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