Esa misma tarde, después de comer, Alison decidió echarse una siesta. Le dolía un poco el cuello por la caída de esta mañana.
-Que sueño tengo. -dijo Alison mientras bostezaba. -Voy a echarme una siestecita.
Se tumbó en su cama, cerró los ojos y se acomodó. Mientras intentaba dormir recordaba su paseo de esa mañana. El viento chocaba suave contra su cara, hacía un tiempo perfecto, y Steve... Aquí ya se durmió.
Iba andando por el mismo camino de esta mañana. Pasaba por el árbol y buscaba a Steve. No lo veía por ninguna parte, y comenzó a llamarlo: "¡Steve!". Volvió a llamarlo varias veces más pero ni rastro del chico. Entonces intentó subir a la rama donde esa mañana había estado conversando con él. Tampoco lo vió. Le dijo que estaría ahí. De repente escuchó que alguien la llamaba: "¡Alison!" ¿Sería Steve? Se giró, mirando a todas partes, pero no vió a nadie. Otra vez su nombre: "¡Alison!"
-¿Steve? -despertó Alison.-Oh... había sido un dueño.
-¡Alison! -ahora escuchó la voz de su madre que la llamaba desde el comedor. Era ella la que había interrumpido su sueño.
-Dime, mamá
-Llevas dos horas durmiendo, ve a dar una vuelta. -¡¿Dos horas?! Que rápido se le habían pasado a Alison.
-Vale.
Se fue directamente al árbol centenario, donde antes en su sueño iba a ocurrir algo. Subía la rama con dificultad. Una vez sentada comenzó a mirar a todas partes pero ni rastro de Steve. Ya comenzaba a pasar como en su sueño.
-¿Steve? -se dispuso a llamarlo. Parecía que no contestaba.
-Hola, ¿me llamabas? -Steve apareció como por arte de mágia sentado al lado de Alison.
-¡Ah! -gritó ella del susto.
-Perdona, no te quería asustar.
-No tranquilo, no me has asustado... -mintió.
-Ya... Bueno, ¿querías algo?
-No, tan solo me paseaba por aquí y he parado a descansar. -vuelve a mentir.
-Bueno, pues conozco un mejor lugar donde descansar. Sígueme. -Steve se levantó y cedió su mano a Alison. Ella agarró de la de él y también se levantó.
-Pero cuidado, nos podemos caer.
-Tranquila, no nos caeremos. Ven, súbete a mi espalda.
-Esto es peligroso, podríamos caer. -dijo Alison asustada.
-Alison, confía en mí. -le dijo Steve mirándola a los ojos. Alison no pudo decir que no, por tanto le hizo caso, aunque luego se arrepintiera.
Alison subió a caballito en la espalda de Steve. Él comenzó a trepar por el tronco del árbol hasta llegar al centro de la multitud de hojas.
-Steve, ¿dónde vamos? Tan apenas se puede respirar aquí. Hay demasiadas hojas.
-Te voy a llevar a un sitio, pero no tienes que contar nada de esto a nadie. -comentó serio.
-De acuerdo. -sonrió ella.
Tras unos minutos esquivando hojas Alison se puso nerviosa.
-Estamos en la copa del árbol, no queda más tronco y vamos a caer.
-No, no te preocupes. He aquí la mágia del sitio. Puedes soltarme y quedarte a mi lado.
-¡Si me suelto caeré! -Alison comenzaba a ponerse má y más nerviosa.
-Por favor, baja.
Alison no se soltaba, así que Steve tuvo que dejarla a su lado. Ella estaba con los ojos cerrados, tenía miedo de abrirlos.
-Abre los ojos. -exigió amablemente Steve.
-No, tengo miedo.
-Vamos... te he dicho que es un sitio mágico.
-Por muy mágico que sea podemos caer igual.
-Escucha, vivo aquí. -al oí esas palabras Alison abrió los ojos. Rápidamente abrazó muy fuerte a su amigo y le preguntó.
-Pero... ¡estamos flotando! ¡Y aquí hay de todo! -se sorprendió ella mientras onservaba la casa. Era todo como si fuesen muebles flotantes.
-Sí, esa era la mágia. ¿nos tumbamos en la cama?
-Sí. Pero... no se caerá nada al sulo, ¿no?
-Noo mujer, ya te he dijo que es mágia.
-Bien.
Los dos amigos se dirigieron a una cama marrón de paja que tenía por encima una sábana blanca con olor a campo. Steve se acomodó en la cama, tumbado, e invitó a Alison a que se tumbase a su lado. Ella obedeció sonriente y algo tímida. Los dos estaban abrazados en la cama como si fuesen amigos, o incluso hermanos.
-¿Me puedes explicar por qué no se ve todo esto desde abajo? -preguntó Alison, que no se pensaba ir sin saber qué pasaba ahí.
-Por supuesto. Es mágia.
-Eso ya me lo has dicho, pero no entiendo
-Mágia -interrumpió él. -La mágia hace que nos preguntemos muchas cosas, pero yo no te las sé explicar.
-Entonces, ¿cómo vives aquí sin saber ni siquiera por qué tu casa no se ve desde abajo?
-Un día jugaba con mi perro a lanzarle la pelota y por casualidad se coló entre las hojas. Comencé a escalar hasta que llegué aquí y me encontré con todo esto. Quedé tan maravillado como tú. Encontré la pelota y se la lancé a mi perro desde lo alto de la copa. Miró extrañado hacia arriba ya me no conseguía verme ni oírme, solo vió como su pelota caía de la nada. Entonces fui descubriendo todo esto. Venía todos los días a pasar el rato mientras mi perro esperaba abajo paseándose. Yo cada pocos minutos bajaba y jugaba con él, pero nunca llegué a subirlo conmigo al árbol ya que un día desapareció mientras yo me relajaba aquí.
-Wooooow.... Es increíble. Y si tu vives aquí, ¿tus padres...?
-Yo vivía en una granja cercana a este árbol pero cuando mis padres se mudaron a la ciudad no me encontraron por ninguna parte. Yo estaba aquí viviendo. Me relajo mucho estando alejado pero a la vez metido en el mundo.
-No está bien que hicieras eso. Son tus padres...
-Lo sé... soy así. Además, mis padres nunca me trataron bien.
-Vaya, ya veo...
-Oye, ¿por qué no dormimos un rato?
-¿A las 19:00 de la tarde?
-Sí, será una cabezadita.
-Está bien. -Steve pasó su brazo por el cuello de alison y le dió un beso tierno pero familiar en la cara. Ella sonrió y quedaron dormidos.