Hogar ¿Dulce hogar?

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Camino a la Mansión Malfoy, las rubias permanecieron en silencio. Primero mientras caminaban hacia un lugar donde poder desaparecerse, Narcisa miró con fingido interés todo lo que no sea Luna y la pequeña rubia, con la cabeza baja, no se preocupó por nada más que el suelo.

La niña soñadora y alegre que solía ser, ya no existía, murió junto a su padre, y no volvería nunca más. Se sentía, sola, desamparada y triste.

Al aparecer cerca de la residencia de los rubios, Luna no pudo evitar asombrarse, y en su rostro se reflejó aquel sentimiento, aquella casa -si es que podía llamarse así- era realmente grande. No solo Luna tenía aquella reacción, Narcisa también estaba asombrada, no con su casa obviamente, pero sí con Luna, a quien miraba como un asqueroso bicho raro.

Mientras caminaban rápidamente por un sendero angosto, Luna pudo ver a la izquierda algunos setos pulcramente recortados y algunos matorrales salvajes de corto crecimiento, terminaban en un amplio camino que a su vez era cortado por un par de impresionantes verjas de hierro forjado, marcando los límites de los terrenos de la mansión. Al tocar las puertas de hierro, las barras se retorcieron formando una cara espantosa que preguntó con voz gruesa.

- Nombre y el motivo de la visita.

- Narcisa Malfoy, regreso a mi casa.

Ambas puertas se abrieron rápidamente dando paso a extensos terrenos, arbustos y pavos reales que rondaban por ellos. Cerca de unos setos Luna pudo observar una fuente. Ambas mujeres siguieron el camino recto que llevaba desde la verja hasta la puerta de la mansión, la cual se encontraba elevada del suelo por unas amplias escaleras de piedra. Las ventanas del piso inferior lucían una forma de diamantes que las hacía ver tan elegantes, encajando perfectamente con lo demás. Al llegar a las escaleras la puerta se abrió sin ni siquiera tocarla, ni hacer algún hechizo.

- ¿Cómo puede vestirse así? - pensaba espantada la mujer - Bien, será mejor que me sigas - habló por fin Narcisa - tengo que mostrarte tu cuarto.- Así ¿Nada más? - preguntó Luna.- ¿A qué te refieres?- ¿Por qué está haciendo esto?- Sigo sin entender - respondió la mujer, con mucha menos paciencia que al principio.- ¿Por qué me está ayudando, por qué me aloja en su casa?- Ya te lo dije, soy tu madrina y se lo prometí a tu madre.- Pero no se preocupe, finjamos que aquello no ocurrió, así podré ir a vivir con los Weasley y usted no tendrá que ocuparse de mi - habló ilusa la chica.- Se nota que no me conoces, yo cumplo lo que prometo, y le juré a tu madre que te cuidaría y querría como si fueses mi hija, y quieras o no lo voy a cumplir, así que será mejor que me sigas para que te enseñe tu nuevo cuarto - antes de terminar de hablar Narcisa siguió caminando, así que Luna no tuvo más remedio que seguirla.

Narcisa le mostró todo el lugar a Luna -lo que se demoró un buen rato- partiendo por el amplio vestíbulo que se encontraba en la entrada de la mansión, pobremente iluminado y suntuosamente decorado, con una gran alfombra que lo cubría en su mayoría. Luna observó que había algunos retratos de antiguos miembros de la familia.

Cissi, como le llamaba su hermana, abrió una pesada puerta de madera con manilla de bronce y caminaron hacia la siguiente habitación. Una sala grande con una hermosa chimenea de mármol trasmontada por una ventana dorada y sobre el un espejo con marco dorado. El suelo de la habitación estaba pulido y cubierto en parte por una alfombra; una lámpara de araña colgaba del techo. Más retratos habían colgados en las paredes de un color morado oscuro y varias sillas y sillones. Subieron por las escaleras en silencio, hasta llegar a una de las tantas puertas Narcisa abrió la boca.

- Bien, esta será tu habitación. Aquella es la de mi hijo, y esa es la mía - dijo la mujer mostrando una recámara más alejada.

Luna no quiso preguntar por las otras tantas puertas que había, ni siquiera por la residencia actual de su marido.

- ¿Puedo entrar?- ¡Claro! entra, estás en tu casa - dijo la mujer acercándose a la niña, quien instintivamente se alejó con cara de espanto.- Luna, no voy a hacerte daño, puedes estar tranquila, en mi casa no te pasará nada, se lo juré a tu madre y te lo juro a ti, aquí estarás a salvo - repitió.- Yo...- Tranquila, no te obligaré que me quieras a buenas y primeras pero créeme que haré todo lo posible por ganarme tu confianza, vuelvo enseguida.

Cuando Narcisa se marchó, Luna iba a entrar a su nuevo cuarto pero una fría voz, que arrastraba las palabras, la interrumpió.

- Estas más desquiciada de lo que creí ¿Cómo se te ocurre venir acá? Sabes que te haré la vida imposible, sabes que haré que desees volver a tu casa junto a tu padre, ah no, espera, ya no puedes. Tu papi está muerto porque su imprudente bocota lo mando al otro mundo, ya sabes lo que les pasa a los que traicionan la sangre. Ten cuidado Lovegood puedes ser la próxima - luego de su discurso Draco espero una buena respuesta, pero aquella le desconcertó totalmente.

- Eso espero.- ¿Cómo dices?- Que eso espero, quiero ser la próxima, ya no quiero vivir, ve y dile a tu padre y a tus amiguitos que se deshagan de mí, porque ya di su mensaje al Ministerio, ya no les sirvo de nada, puedes terminar el trabajo que dejaron inconcluso.- ¿Perdón? ¡De qué demonios hablas!- Bien lo sabes, a mi padre lo mataron los mortífagos y apostaría mi cabeza a que tu padre estaba entre ellos.- Como si tu cabeza valiera algo - Draco se acercó amenazante ante la rubia - lávate la boca, mugrosa traicionera de sangre, antes de hablar de mi padre... o de algún Malfoy... no eres digna - dijo el rubio mirándola despectivamente como solía hacerlo.

En aquel momento llegó Narcisa quien se hizo notar al instante.

- ¡Ya déjala Draco! - gritó molesta la mujer desde las escaleras. Draco volvió a mirarla amenazante y la soltó, marchándose de ahí.

- Lo siento, yo...- No se preocupe, ya sé cómo es su hijo, sabía que no lo aceptaría - respondió tranquila Luna, al fin y al cabo no esperaba menos de él.

Draco caminó furioso por el salón, no podía creerlo, su madre realmente lo había hecho, Lunática Lovegood estaba allí. A los pocos minutos una lechuza se posó en su ventana mientras le movía la pata que traía enrollado un pequeño papel.

Draco.

Necesito que llegues antes a mi fiesta, ya sabes para ensayar la entrada y todo eso.

Besos, Pansy.

- ¡Demonios! Con todo esto olvidé el cumpleaños de Pansy - se quejó el rubio, y al releer en la nota no pudo evitar preguntarse - ¿Qué rayos quiere ensayar?

Sin otra alternativaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora