Capítulo 2. Primer encuentro

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Eran las cinco de la mañana cuando estaba parada en misma plaza de ayer, hacia frío, pero estaba despierta.
Demasiado despierta, demasiado ansiosa. Queriendo saber en que falle.
Mire mis manos, no pude matarlo. Su voz me había obligado a no hacerlo.
Los cazadores siempre tenían un poder en particular, algo que perfeccionaban, pero no todos, solos los cazadores de sangre pura, y creo que el la tiene.
Que su voz sea tan poderosa me hace recordar a una persona.
-¿Estas despierta?- dijo agustín acercándose a mi cara.
-Si- haciendo que salga de mis pensamientos en el momento justo en que iba a volverme a deprimirme.
Escuchamos la moto de martín. Sonreí, mar tiene la misma moto, que curioso.
-Perdón por llegar tarde.
-Son solo cinco minutos- calme.
-Cinco minutos pueden salvar una vida- ataco agustín con enojo.
Puso los ojos en blancos.
-Muéstrame que tienes Emilia.
Asentí rápidamente, ya no hacia falta que me concentre, simplemente abría mis manos y el fuego se extendía por ellas, la tire lejos como si fuera una bocha y luego la volvía atraer a mi.
-¿Solo eso?.
Sonreí, eso me hizo acordar a la primera entrevista que tuve con el. Sin poder evitarlo el recuerdo de ese primer encuentro vino a mi mente.
El viento despeinaba mi cabello, que me azotaba la cara, odio este dia. Comente por lo bajo.
-Si no te gusta puedes irte- dijo a lo lejos.
-Eso te gustaría- dije irónica.
-Sabes que sí.
Me acerque a él. No sabía cuál era la razón, pero tanto rechazo hacia mí, en una cierta forma me atraía. Me atraía mucho.
Quizás el me viera como una chica malcriada, que quiere explorar su poder, pero no me importaba. Iba a cambiar de opinión.
-Empezaremos con algo sencillo.
Asentí en silencio. Sus ojos marrones estaban serios y enojadas, al igual que su postura, no estaba cómodo conmigo.
-¿Cuál es tu cualidad?
Guarde silencio, quería mantener eso en secreto.
-El fuego- admití despacio, y a medias.
-Bien, eso es bueno- comento rascándose la barbilla- ¿Qué tal si me lo muestras?
Controlar el fuego, no era nada para mí. En unos segundos, en mis manos, una llama considerable bailaba a mi ritmo.
Coloque el fuego entre nosotros dos, rápidamente convertí una mujer de fuego, siempre me había gustado hacer eso, con un cierre de manos, la hice desaparecer.
Aunque él no pareció impresionado, para nada.
-¿Y?- pregunto frunciendo el ceño.
-¿Y qué?
-Que más hace, solo eso, una mujer de fuego desaparece y punto.
Apreté los dientes. Volvía crear fuego en mis manos, pero rapídamente lo destruí.
Debía obrar con tranquilidad, no dejar que mi temperamento lo arruine, si quería permanecer a esto, debía calmar mis ansias primero.
El solo sonrió, y pareció satisfecho.
-No sos tan tonta.
-Gracias- sonreí sin humor
Con un poco de suerte conseguiría que el confié en mí.
-¿Qué más haremos?- pregunte mientras observaba que él se alejaba.
-Nada más.
-¿Cómo que, nada más?- se me heló la sangre.
Me había hecho levantar a las cuatro de la madrugada, para que solo estuviésemos cinco minutos. Me olvide de mi tranquila postura, un calor abrasador recorrió mi columna vertebral.
Y explote ligeramente. Mi cuerpo levanto temperatura.
Sin pensarlo me abalance sobre él.
Intento frenarme pero se quemó, cuando intento alejarme.
Solo sonreí, disfrute lastimándolo. Quizás mi resentimiento era demasiado grande hacias los hombres en general.
-Tranquila- grito.
Y me calme, solo quería mostrarle una pequeña dosis, no que corra despavorido de mí.
Me queje parada, sin bajar mi temperatura corporal.
Se acercó lentamente hacia mí, no moví ni un musculo. Él estaba inspecionándome y deje que lo hiciera.
-Es asombroso- sonrió, mientras me tocaba la cara con un dedo, y siseaba por el ardor.- ¿Cómo es que tu ropa no se quema?- dijo tocando mi campera.
-Lo controlo- levante la mano para tocarlo y se alejó de un salto- Confía en mi- pedí.
Volvió a acercarse lentamente. Acaricie su mejilla, y vi la sorpresa en su cara.
-Lo controlo, puedo desviar la temperatura hacia distintas partes de mi cuerpo.
Volví a mi temperatura corporal normal, me aleje.
Había algo en el que me ponía nerviosa.
Empezamos muy mal, pero no significa que no me sienta atraída por él.
Es más diría con toda seguridad que me gusta. Y mucho.
-Me convenciste- dijo en un suspiro.
Como si estuviese cansado.
-Lo sé- admití con una sonrisa.
-me gustaría que fueras un poco más modesta- aclaro.
Sonriendo me fui. A mi también me gustaría serlo.
Eso fue hace un año atrás, cuando intente sentirme mejor y entre en el grupo de agustín, hace año mi vida cambio de rumbo.
-martín- la voz de agustín nuevamente me hizo volver al presente.
-Muéstrame el tuyo.
Martín cerro los ojos, que empezaron a parpadear, para luego sufrir una metamorfosis y tomar la forma exacta de agustín. -¿Eso solo?.
Martin-agustin sonrío me tomo de las manos, que hizo ponerme nerviosa.
Para luego imitar mi acto con el fuego.
-Si que eres talentoso- aplaudió agustín.
Martín volvió a convulsionarse para volver a ser el en aparecía.
-¿Esto es una competencia?- pregunte sonriendo con arrogancia.
-Al parecer- respondió martín.
Si previo aviso me subí a hurtadillas sobre el, tomándolo de la cara y mirándolo fijamente a los ojos.
Salte lejos cuando el comenzó a tener la primera alucinación, para quedarme sorprendida por que veía. Asombrada por descubrir la debilidad de martín, me quede bastante sorprendida mirándolo.
Vi como el cuerpo de martín caía arrodillado al suelo, ambos estábamos con la respiración agitada.
-¿Como has hecho eso?- pregunto intercortadamente.
-Solo lo hago, no se como.
-¿Que hiciste?- agustín estaba curioso.
-puedo descubrir los miedos de las personas y hacerlos realidad.
-¿Desde cuando?.
-No lo se, se hacer otras cosas también.
-¿Muéstrame?.
Sonreí modestamente.
-No creo que quieras.
Agustín frunció el ceño, había olvidado lo atractivo que era. También fruncí el ceño por el extraño pensamiento que llego de repente.
-Te lo ordeno.
Me acerque lentamente a el, midiendo mis pasos, comprender que en cierto modo agustín me gusta, me hace poner nerviosa.
Lo tome de la nuca y se tenso. Le dedique una mirada reprobatoria.
Solo se relajo un poco.
-Mírame- dije bajando una octava mi voz.
Agustín abrió grandemente sus ojos marrones, sorprendido y obediente.
Mi respiración comenzó a agitarse, mientras tejía los lazos que nos unirían.
Lo había estado entrenado con mar, ella me lo enseño, no se como, había empezado como un juego, que luego quisimos perfeccionar.
Lo solté, y el se cuadro de hombro como si nada hubiese pasado. Es obvio el no siente lo que hago, el no siente como estamos unidos.
Retrocedí un paso.
-salta- fue lo primero que se me ocurrió decir. No estaba muy ingeniosa, quien lo estaria a estas horas.
Agustín comenzó hacerlo, sin comprender.
-¿Que hiciste?- pregunto molesto. -No hables- ordene, y lo deje saltando.
Cruzando los brazos lo mire con una sonrisa satisfecha.
Martín estaba nervioso a mi lado. -Te lo puedo explicar.
Me tense, no era necesario.
-Luego.
Cuando la cara de agustín paso del enojo al cansancio, me acerque a el y mirándolo a los ojos lo libere.
Cayo al suelo agotado, respirando como si fuese un pez que salio del agua.
-Te lo advertí.
-Magnifico- dijo con la respiración cortada.
-¿Magnifico?- preguntamos al unisono con martín.
-Si imagínate, poder extender esos poderes a otros hechiceros, haríamos grandes avances.
-No se como transmitirlo, ni siquiera se como lo hago.
-No mientas Emilia- dijo agresivo agustín.
-No miento, no se como enseñarlo.
-¿intenta imitarla?- ordeno a agustín.
Martín volvió a tomarme de las mano, mirándome a los ojos.
Intente sostener su mirada, lo logre con mucho esfuerzo, saber cual era su miedo, sabia que lo estaba torturando por dentro.
Martín levanto temperatura, para luego llenarse de fuego, tomar mi apariencia, y finalmente negó con la cabeza.
-No puedo, lo tiene oculto.
Agustín se humedeció los labios, me di cuenta que hace eso cuando esta molesto o frustrado.
Apareció frente mio en un abrir y cerrar de ojos, su velocidad era sorprenderte, se igualaba al de los cazadores, con la diferencia que el no puede aparecer en otro continente.
Me tomo del borde de mi campera y me acerco a su cara.
Lo observe directamente, y comprendió mi plan, me soltó rápidamente tal como me había sujetado.
-no se, no te miento, no podría mentirte- dije sincera.
-Pueden irse- dijo molesto- intenta descubrir como lo haces.
Asentí silenciosamente y me dirigí a martín.
-¿Podemos hablar?.
Martín se tenso visiblemente. Es un tema delicado.
Agustín desapareció y nosotros nos sentamos en las hamacas de la plaza, estaba amaneciendo, el cielo esta por iluminarse.
-¿Cuando pensabas decírmelo?.
Martín se tapo la cara y hablo.
-Es muy vergonzoso.
-Soy tu amiga.
Respiro profundo exageradamente.
-Me enamore, no es broma para mi.
Asentí lentamente.
Observe como el sol se hacia presente, para comenzar un nuevo día.
Mientras llegaba a mi casa, entrando por el patio, así subía por la ventana para que nadie me viera llegar, recordé la debilidad de martín.
Su debilidad es mar, mi mejor amiga.
Lo cual es magnifico, mis mejores amigos juntos. Seria genial.

Queriendo al enemigoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora