capítulo 12

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Con cada día que pasaba, me convencía más y más. Sin duda algún suceso extraño estaba pasando... algo que tenía que ver con la desaparición de Johan. Sí, mientras más lo pensaba menos entendía, pero de algo estaba segura: debía encontrarlo.Y lo encontraría.

Una lágrima descendió por mi mejilla, mientras terminaba de empacar mi ropa en la maleta. Todo esto era muy extraño, pero lo era aún más que Johan no se hubiera comunicado conmigo. Había miles de preguntas y debía encontrar las respuestas.

Tomé mi equipaje y decendí las escaleras. Era temprano, por loq ue mi madre todavía dormía.

Adiós, mamá, susurré, mientras cerraba la puerta tras mío. Estaba decidida, iría a buscar a Johan, pero el gran problema era... ¿dónde lo buscaba? podría estar en miles de lugares... ¿por dónde empezar?. Caminé hasta su casa, y sin más entré.

Todo esata silencioso, y oscuro. Los pocos muebles que quedaban, de todos los que habían tenido, estaban cubiertos de polvo. Era sin duda una imágen de abandono, lo que confirmaba mis sospechas de que mi amigo y su familia se habían ido de allí.

Ignorando el dolor que se apoderaba de mi corazón, entré lentamente. Y comencé a buscar algo que sirviera para mi búsqueda. Caminé por cada cuarto, sin encontrar absolutamente nada.

Llegué al fin, al patio de la casa. Y allí me quedé, mirando por el vidrio. Mi corazón se oprimía cada vez más, ¿qué estaba pasando?, ¿por qué Johan había desaparecido? y sin pode hacer nada para evitarlo, comencé a llorar, liberando toda la frustración que había sentido.

Venían a mi mente miles de recuerdos, de Johan y yo, juntos, en la pequeña casa del árbol. Cuando todo era perfecto. Cuando tenía su compañía. Respiré hondo para calmarme. No podía venirme abajo ahora. ¿Si Johan necesitaba mi ayuda y yo estaba aquí lloriqueando en vez de ponerme a hacer algo que sirviera?. No. Seguiría adelante.

Sin intenatar detener las lágrimas, abrí la puerta y salí. Allí estaba, tal y como la imaginaba, el lugar donde había pasado momentos felices. Subí por la escalera, y contemplé el paisaje, anelando contar con la presencia de él.

Comencé a mirar toda la casita, recordando cada detalle. De repente, mis ojos captaron... ¿una foto? sin detenerme a pensar, caminé hasta allí. Sí era una foto... mía. La tomé entres mis manos y acaricié la superficie. Johan tenía una foto de mi en su casa del árbol. Suspiré, mientras mi iniciativa se hacía más fuerte.

De repente, tropecé con algo tras mío, y la fotografía calló al suelo, quebrandoce el marco y el vidrio. Me agaché para limpiar el desastre, pero algo me detuvo. Saqué cuidadosamente la foto y observé la parte posterior. Mi corazón latía a mil. Al fin, encontraba algo.

   ¿Era esto lo que había estado buscando, una dirección? ¿una fotografía mía en donde estaba escrita una dirección?. Me incorporé, algo decepcionada. Y llena de preguntas. ¿Por qué estaba escrita la dirección de la casa de Quevin? La respuesta llegó velozmente. Allí debía ir. Quizás, allí podría encontrar las respuestas a mis preguntas.

Sin perder ni un sólo segundo, salí de la casa de los que habían sido mis vecinos, echandole una última mirada y prometiendome a mi misma que vovlería a ver la casa con su antigua alegría, y comencé a correr por la calle.

   No habré tardado más de cinco minutos en llegar. Entré en un abrir y cerrar de ojos, y comencé a buscar alguna pista. La casa de Quevin estaba en igual estado que la de su hermano, los pocos muebles cubiertos de polvo  y en total silencio. Sólo podía escuchar mi respiración.

Uno por uno, pasé por cada cuarto de la casa, pero no hallé nada. Podía sentir las lágrimas acudir a mis ojos, pero no las dejaría salir. Estaba segura de que allí encontraría algo.

Convencida de mi ipótesis, comencé a caminar por los cuartos, observando cuidadosamente uno por uno. Nada, nada, nada, nada...

Quizás sea mejor seguir, murmué, un poco derrotada. Comencé a caminar hacia la salida, cuando de repente, frené. Una suave brisa acacrició mi rostro, desde atrás. Giré lentamente, y mi corazón dió un vuelco.

En medio del pasillo, había una puerta. Me acerqué hasta ella un poco insegura. Estaba ligeramente entreabierta, y dejaba ver una intensa luz que provenía del otro lado. Sentía una extraña sensación que me impulsaba hasta allí, que me susurraba al oído que la cruzara...

Ignorando los desesperados latidos de mi corazón, giré cuidadosamente la manija y de pronto me ví envuelta en aquella luz. 

Amor y magia, convinación perfecta.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora