Johan.
Estábamos sentados en la mesa, cenando. Nuestras familias hablaban acerca del viaje.
- Papá, mamá, la familia de Johan ya tiene todo listo- decía Madison.
Sus padres sonrieron ante la insistencia de su hija.
- No quisiéramos ser una molestia- habló la madre.
- Ho, por favor. No es ninguna molestia- dijo mi madre- sería fabuloso tenerlos con nosotros.
- Por favor- suplicó mi amiga.
Su padre rió.
- Parece que está decidido-
Nuestras familias comenzaron a hablar de los detalles. Como ya me lo sabía de memoria, agarre por la muñeca a Madison y la guié, conmigo, hasta la casa del árbol, allí habría más tranquilidad.
- Será fabuloso- dijo- ¿no te emociona?
- Sí, por supuesto- respondí, fingiendo. Aún estaba preocupado por si algo salía mal- ¿nunca has visitado Brazil?- le pregunté, para cambiar de tema.
- No, nunca. Pero imagino que será precioso. La arena tan amarilla, el agua cristalina, los colores de las plantas...
Hay, Madison, siempre me contagias de tu ánimo, pensé.
No pude evitar reír. Ella me miró, sonrojada.
- ¿Por qué te ríes?
- Porque me contagias de tu entusiasmo- respondí, poniendome enfrente de ella.
En su cara se dibujó una amplia sonrisa, y sus ojos brillaron con esa luz que había visto en ellos el otro día.
- ¿Sabes qué será lo mejor?
Dudó por unos instantes, pensando.
- Estaré contigo-
Y nada te sucederá, pensé.
Suspiró y enseguida sus mejillas se sonrojaron levemente.
- ¿Sabías una cosa?- preguntó, refugiandoce en mis brazos.Ella esperó hasta que hablara, pero como no lo hice, continuó- Eres mi mejor amigo.
Esas palabras me hicieron feliz, y en parte triste. ¿Quería decir que sólo me veía como su amigo?
Las palabras luchaban por salir, pero me negué. No quería arruinar las cosas diciendo que la quería, este no era el momento. Ella es de este mundo, repetía en mi cabeza.
Escuché que se abría la puerta del patio.
- Madison, es hora de irnos- dijo su madre.
Por suerte estábamos del otro lado, donde no nos podía ver, ¿qué hubiera pensado?
No se movió, yo esperé que contestara.
Suspiró, fue casi imperceptible.
- Ya voy, mamá- contestó.
Oímos que se cerraba la puerta. Sentí sus ojos en mi rostro, esperando que digiera algo.
Resignado, me alejé un poco de ella y la miré, sus rostro expresaba, ¿qué era, tristeza?
- Será mejor que bajemos- dije, con una sonrisa. ¿Eso significaba que me quería, que sentía lo mismo que yo? ¿que estaba triste por tener que separarnos, aunque viviera alado?
Estábamos despidiendolos, en la puerta de mi casa.
Madison se acercó a mí.
- Prometeme una cosa- dijo, con una sonrisa en su rostro.
Yo dudé, no sabía si luego tendría que romper esa promesa.
-De acuerdo, dime.
Se acercó a mí y susurro a mi oído:
- Prometeme que estarás el viernes en mi casa con ese regalo sorpresa- Y sin decir nada más se encaminó a su casa, antes de entrar se volteó y me guiñó el ojo.
Yo reí con ganas.
- Por supuesto- grité.
Ese día desperté temprano, debía hacer algo.
Mis papas ya se habían ido a su trabajo, por lo que desayune solo.
Al terminar me dirigí a un local que quedaba en el centro. Allí compraría el regalo para Madison.
En la vidriera había miles de accesorios, collares, anillos, pendientes... De todo.
- ¿En qué puedo ayudarlo?- me preguntó el vendedor.
- Busco un collar...
Allí estuve como una hora, escogiendo. Todos eran precioso, pero ninguna iba con el estilo de Madison.
- Bueno, este es el único que queda por mostrarle- dijo el hombre, con voz cansada.
En sus manos resplandecía un precioso collar de plata, con un dije en donde se podía guardar una foto miniatura.
- Este- le indiqué.
Lo tomó y lo envolvió.
- Debe ser muy especial la señorita- comentó.
Yo reí.
Sí que lo es, pensé.
Salí fuera del negocio y comencé a caminar, de vuelta a mi casa.
Algo me llamó la atención en un negocio.
- Buenos días, ¿qué necesita?
Estuve unos minutos, meditando. No sabía se le gustaría, o no.
- Me llevo aquel- le dije.
Con ambos regalos, emprendí el camino a casa. Hoy era un día muy especial. Hoy era el cumpleaños de Madison.
- Buenos días, señora- saludé a ala madre de Madison, que justo estaba saliendo por su casa.
- Buenos días, querido.
- ¿Esta Madison?
- Por supuesto, pero todavía duerme, ¿ibas a verla?
- Así es, quería entregarle su regalo.
- Bueno,esta en su cuarto. Pasa si quieres.
Y sin decir nada más entró a su auto y condujo por la calle, en dirección a su trabajo.
Entre en la casa y me dirigí a la habitación de mi amiga. Abrí la puerta.
Allí estaba. Dormía boca abajo.
Me acerque a su cama y me arrodillé a su lado.
Duerme en paz, querida Madison, pensé.
Su rostro reflejaba serenidad, era hermosa aun durmiendo.
Deslicé mi mano por su rostro, acariciando sus mejillas, pasando la yema de mis dedos por sus labios.
Se movió ligeramente y comenzó a abrir los ojos.
Primero miró al techo, sin darse cuenta de mi presencia, pero luego pasó su mano por su rostro y acarició la mía. Sus ojos se clavaron en los mío, sorprendida.
- Feliz cumpleaños- susurre, antes de que pudiera decir algo.
Sonrió y cerró sus ojos. Con la punta de su dedo trazaba círculos en mi mano.
- ¿Madison?- dije en un murmullo. ¿Qué hacia? Había estado apunto de confesarle que la amaba, las palabras casi habían salido de mi boca, pero me contuve a tiempo- ¿Tienes hambre?- le pregunté, para disimular.
- Sí- susurró. Abrió sus ojos y se sentó en la cama.
- ¿A dónde crees que vas?- la detuve. Ella me miró- no vas a creer que tu te tienes que preparar tu desayuno el día de tu cumpleaños, ¿o sí?. Me incorporé y salí fuera del cuarto- no vayas a ninguna parte- Le dije, guiñandole un ojo.
Bajé las escaleras y entré a la cocina.
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Amor y magia, convinación perfecta.
RomantizmMadison conoce a Johan. Se hacen inseparables. Pero el destino los aleja. Madison, al verse sin saber nada de Johan quien ha desaparecido misteriosamente, decide ir en busca de su mejor amigo. Así descubrira un secreto.