Capítulo 04.

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|Hasta luego|

Martín.

Era imposible dejar de verla. Todo en ella era especial y aunque no la conocía se notaba que era una caja de sorpresas.

Cuando se reía lo hacía de una forma única, me hacía querer besarla cuando cerraba sus ojos y agachaba la cabeza con ternura.

Sus ojos me observaban detenidamente. La descubrí mirándome los labios, aunque no era delito ya que yo hacía exactamente lo mismo.

Hubiera dado lo que sea solo por un beso. Tan solo uno muy corto.

Se sonrojó al instante —de forma particular—, ella era única. Emanaba una chispa de inocencia e inspiraba a abrazarla y nunca soltarla.

Era imposible que una niña como ella estuviera soltera. De seguro tenía una fila entera de admiradores.

¿Cómo no admirarla? Era perfecta.

—¿Ya me puedo ir a casa? —preguntó luego de tomar las pastillas que le di.

¿Cómo decirle que no a esos ojitos?

Era imposible pero quería tenerla conmigo un rato más. Me negaba a dejarla ir.

—Sólo te haré algunas preguntas y podrás irte. —dije y ella asintió como una niña pequeña.

—¿Nombre completo?

—Catrina Coller Trunn.

—¿Edad?

—Dieciséis años. —contestó acabando con mi ilusión. El estómago se me revolvió con su respuesta y de forma despiadada la realidad me golpeó. Era tan solo una niña.

—¿Qué grado cursa?

—Último grado

—¿Tan joven? —pregunté sorprendido.

—Ella es una cerebrito. —se burló su amiga, ella solo río, esa risa que me dejaba sin habla.

—¿Número de teléfono?

Me lo dio un poco dudosa.

—Es por si algo sale mal. —mentí intentando lucir creíble.

»Ya te puedes ir. —dije algo decepcionado—. ¿Tú eres mayor de edad? —pregunté a la pelirroja y ella asintió. Hice que firmara como acompañante de la menor.

Catrina se puso de pie y pude notar que le doblaba la estatura. Era muy pequeña.

—Adiós, doctor. —dijo mirándome con los ojos muy abiertos. No pude evitar quitarle un cabello que sobresalía por su frente, inmediatamente se tensó por mi tacto.

¿Por qué me sentía así?

Me sentía nuevamente como un adolescente, moría por besarla o por tan siquiera besar a ese precioso ángel.

Salió lentamente con su amiga y antes de salir me dio una última mirada; de esas que dicen hasta nunca. Aunque yo conversaba la esperanza de verla nuevamente.

—Un ángel. —suspiré. Sonreí al recordar sus expresiones tan cómicas y tiernas.

Que lastima.

Continúe con mi trabajo de salvar vidas y no de admirar a ángeles. Reí al pensar en ese ángel de cabello dorado y ojos mieles; tan mieles como el sol o una barra de oro.

Enamorada de un doctor.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora