|Corazón roto|
Catrina.
¿Cómo iba a quedarme ahí sabiendo que estaban coqueteando? No podía esperar a que se propusieran matrimonio.
La ira me consumió en segundos y ver cómo tomaba su mano fue la gota que rebasó el vaso.
Me paré y me fui sin despedirme. Seguramente ni siquiera les haría falta. De camino a casa tiré todo lo que me encontré.
Ver a mi mejor amiga coqueteándole a la persona que me gustaba era una gran tortura.
¿Por qué él? ¿Por qué justamente la primera persona que había logrado estremecerme el alma?
Llegué a casa muerta de ira.
—Mi amor. —saludó mamá desde el sofá.
—Hola. —respondí seca subiendo a mi habitación. ¿Qué iba a hacer?
Tenía que tranquilizarme y razonar.
Era imposible que no se fijara en mi mejor amiga. Ella era preciosa; su cuerpo era de infarto y era grande. Todo lo opuesto a mi.
Obviamente era mejor opción que yo. Yo sólo era una niña estúpida.
Cogí algunas hojas de papel que estaban en mi escritorio y comencé a dibujar corazones rotos, personas tristes y cualquier tontería que representara mi tristeza interna.
Era lo único que me tranquilizaba. Si me ponía a leer Romeo y Julieta de segura terminaba tirándome del balcón.
—¿Hija? —habló mi madre desde el umbral de la puerta. Me giré a verla.
—¿Sí? —respondí pausando mi dibujo.
—¿Qué tienes mi amor? —me preguntó cerrando la puerta y sentándose junto a mi.
Amor.
El amor es lo que me tenía así. El darme cuenta que era solo una vaga ilusión que podía destrozarte por completo. Qué tontería enamorarse.
—Nada, mamá. —mentí y ella hizo una mueca sin creer en mis palabras.
—Puedes decirme lo que quieras porque siempre te apoyaré. —me animó sonriendo con franqueza.
Mi madre era una gran persona y siempre estaba para mi sin importar qué. Lo único que tenía en la vida era a ella.
—Lo sé. —suspiré—. Solo que es difícil de explicar. —dije mirando el suelo.
—Eso me suena a que estas enamorada. —dijo y mi corazón se detuvo de angustia. ¿Yo enamorada? Jamás.
¿O si era posible?
—¡No! —me alarmé— ¿Cómo se te ocurre? —ella sonrió.
—Quizás porque a veces llegas muy feliz y otras veces muy triste. Los típicos síntomas del amor.
—Solo me gusta. —me delaté.
¿Cómo le decía a mi madre que me gustaba alguien nueve años mayor? Eso sería un crimen. Era comprensiva pero quizás me golpearía con una escoba y luego me tiraría por el balcón.
¿Cuál era mi problema con los balcones?
—¿Y qué es lo que pasa? —preguntó curiosa. Yo suspiré sintiéndome mucho peor.
—A Katia también le gusta.
—¿Y él gusta de ti o de Katia?
Esa era la temida pregunta.
¿Le gustaba Katia o yo?
—No lo sé. Katia es mayor y es probable que le guste ella porque es más grande y más atrevida que yo. —dije frustrada.
—Que ella sea mayor no significa que sea mejor que tú. De hecho nadie es mejor que nadie.
Tú eres joven y tienes todavía mucho que aprender. ¿Quien te asegura que a ese chico le gustan las chicas atrevidas y no las chicas inocentes? —acarició mi mejilla.—Él es mayor y ese es el problema.
—¿Quién dijo que para el amor hay edad? —frunció el ceño—. Puede ser cien años mayor que tú pero si le gustas; le gustas y eso nadie lo puede cambiar.
—Mamá son nueve años. ¿Como podría tener una relación con un hombre que tiene veinticinco años? —ella abrió los ojos comprendiendo la situación—. Me lleva una vida por delante.
Yo era una niña y él necesitaba una mujer.
—Nueve años no son nada y no significa que él sepa más que tú de la vida. Sólo que ya vivió etapas que tú apenas comenzarás. —dijo—. No importa que sea mayor. Si él es buena persona y gusta de ti arriésgate a ser feliz.
»Pero si la que le gusta es Katia debes alejarte.
Quizás mamá tenía razón.
Sólo quizá.
—¿Y si le gusta Katia? —me angustié—. Estoy segura que le gusta ella y no quiero perder una amistad por un amor. —suspiré.
»Pero él de verdad me gusta muchísimo. —tapé mi rostro con ambas manos.
—Solo ten paciencia. Si la vida quiere que estén juntos aunque estén muy lejos lo estarán y si no quiere aunque estén frente a frente no se verán. —dijo y yo suspiré nuevamente.
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Enamorada de un doctor.
Romansa¿Alguna vez se han enamorado a primera vista? ¡Yo sí! Me enamoré de un hombre mayor que curó todas mis heridas y encendió mis sueños. Me enseñó que no importaba la edad, la profesión o los obstáculos... En realidad nada importaba cuando estabas: «En...