PARTE 1
EL FLORECIMIENTO
<<No se sabe con certeza cuándo ni por qué motivo comenzó a nevar interminablemente sobre la faz de la tierra, pero la postura más defendida por científicos del momento es la de experimentos con energía nuclear cientos de años antes de nuestra era. El polvo elevado por las devastadoras explosiones se mantendría en la atmósfera el tiempo suficiente como para privar de vida a todos los individuos. Las temperaturas comenzarían a descender sin control, originando toda una serie de catastróficas consecuencias. Sin embargo, tanto el humano como otros seres vivos lograron adaptarse a este modo de vida tras la recuperación gradual del planeta, poco después de su casi extinción.>>Eve levantó la mirada de La verdadera historia de Inalbis cuando las campanillas de la puerta repiquetearon, indicando que acababa de entrar un posible cliente.
-Buenos días -saludó un hombre de mediana edad, quitándose el sombrero-. Busco al señor Strauss.
-Yo soy Eve, su nieta. ¿Necesita algo en particular? Yo misma le puedo atender, si no le importa -se presentó la joven-. Mi abuelo ha salido a recoger las primeras flores de la Cosecha.
-Bonito nombre -sonrió el hombre.
Eve se fijó en que el hombre reparó en la esquina del mostrador, donde se hallaba una cesta llena de flores de Pascua, las cuales parecían brillar con luz propia. El hombre se quedó mirándolas un instante, pensativo, y alzó la cabeza, fijándose en el cabello rojizo de la muchacha. Sonrió.
-Sí, mi abuelo me llamó así por el color de mi pelo -respondió, intuyendo la duda del hombre y pasándose una mano por el cabello-. Por el color de esas flores.
-Preciosas, por cierto -añadió el hombre, a lo que Eve sonrió levemente-. Bueno, Eve, estaba buscando un ramo que llevarle a mi esposa.
Eve reaccionó mecánicamente, recordando cómo trabajaba su abuelo. Acababa de comenzar la Cosecha, la estación cálida; su contraparte, la Siembra, era la estación fría. Y, pese a ser la estación en la cual la temperatura ascendía levemente, el manto de nieve seguía cubriendo el país, con excepción de algunas partes de la Ciudadela, la capital.
-¿Qué le parecen estas prímulas? Las recogió mi abuelo ayer mismo -dijo la joven, saliendo del mostrador y acercándose a las flores, que descansaban en una bonita cesta de mimbre-. Estoy segura de que a su esposa le encantarán.
-Le habrían encantado -respondió el hombre a media voz.
Entonces Eve se percató de lo que estaba ocurriendo. Se fijó en la vestimenta del hombre, totalmente negra. Llevaba un abrigo con parches cosidos, unos pantalones desgastados y unas botas sucias. El hombre vestía, obviamente, de luto.
-Yo... lo lamento -dijo Eve, bajando la mirada. Se sentía avergonzada.
-Es igual -sonrió el hombre, amargamente-. Quería llevárselas al cementerio.
El abuelo de Eve, el florista Herbe Strauss, cuidaba también del pequeño cementerio que se encontraba al final del pueblo. Era tal su devoción y amor por todos los seres vivos, que depositaba y plantaba flores alrededor de todas las tumbas. Algunas veces incluso hacía de enterrador, cuando éste último se estaba emborrachando en lata berna del pueblo.
Habían pasado unos incómodos segundos en silencio cuando las campanillas repiquetearon de nuevo y su abuelo apareció por la puerta. Eve sabía que su abuelo atendería al hombre, por lo que se volvió a sumergir en la lectura del libro que le había regalado el gobierno por su dieciséis cumpleaños, la mayoría de edad.
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IN ALBIS: Euphorbia (INCOMPLETO)
Ficção Científica''No se sabe con certeza cuándo ni por qué motivo comenzó a nevar interminablemente sobre la faz de la tierra...'' Ya no queda nada fuera de los muros, salvo frío y soledad. La nieve se extiende a lo largo de todo el planeta. En una tierra...