Disculpa, desconocido, se te quedaron los 789 recuerdos de nosotros, en un baúl, encerrados. Las arañas se dieron el tiempo más que suficiente para cubrirlos en una manta, para que perduraran tibios en el baúl, en un rincón de una habitación.
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Perdón si te molesto, pero encontré la lágrima que se te cayó un 24 de abril, cuando lo único que hacía era frío y el clima estaba raro.
Me sentaré aqui, a un lado, en el abismo donde nos dejamos, a ver si en la caida logre volver a perderme en tus brazos [en tí].
Y no paro de pensar en qué pasará mañana, si lloraré otro recuerdo más, o si tal vez no exista y los recuerdos de nosotros danzen silenciosos en lo que alguna vez fueron nuestros corazones, porque los recuerdos son sempiternos.