Capítulo 4

784 137 54
                                    

Llevaba por lo menos quince minutos sentado frente a la televisión. El café ya estaba frío y su cigarrillo se había consumido casi por completo. Estaba demasiado adormilado todavía, era obvio. Y posiblemente volver a la cama sería una buena idea considerando que no tenía mucho que hacer aquél día. Pero en cuanto su mente volvió vagamente a la realidad descubrió que su teléfono celular estaba sonando, y dejando caer el cigarrillo dentro de la taza, se abalanzó a la mesita de centro para cambiar la taza por su teléfono. No se preocupó de ver quién llamaba y sólo contestó.

— ¿Señor Iero? —escuchó venir desde el otro lado de la línea. Era una voz joven y femenina.

— Sí, soy yo —respondió.

— Buenos días. Lo llamo desde la Estación de Policía, ¿sería tan amable de venir cuanto antes? Es importante.

— Estaré ahí en cinco minutos —dijo Frank poniéndose de pie de un salto. La mujer se despidió y él lo hizo también. Para cuando cortó la llamada ya estaba en el segundo piso de la casa y estaba vistiéndose con descomunal prisa. No había tiempo para darse un baño así que sólo se cubrió en desodorante y luego se puso encima algo de ropa limpia. Una camiseta, un negro suéter y jeans sin rasgaduras en las rodillas. También reemplazó las converse por zapatos formales. Y posiblemente era su nerviosismo actuando por él, pero no podía evitar pensar que eso era algo jodidamente importante.

Salió de casa con la misma prisa y se lanzó al auto, aunque siguiendo las reglas que Gerard le había enseñado con el pasar de los años, condujo con particular cuidado a la Estación de Policía. No estaba demasiado lejos de casa, así que muy posiblemente tardó menos de los cinco minutos que había dado con anterioridad, pero no tenía tiempo de mirar el reloj. En cuanto estacionó se encaminó rápidamente hacia el interior de la Estación y en recepción anunció su llegada. Su suegro no se veía por ninguna parte, pero posiblemente estaba patrullando a esas horas.

— Frank, por aquí —un hombre alto y delgado llamó su atención. Era el joven detective que había tomado su caso. Se dieron la mano a modo de saludo y juntos caminaron hasta la oficina de éste.

— ¿Hay algo nuevo, Alex? —preguntó un poco incómodo. Él mismo le había pedido que lo llamara por su nombre en lugar de decirle 'Detective Gaskarth' todo el tiempo, pero seguía siendo extraño. Aunque Frank lo agradecía en cierto modo, sabía que no pronunciaba bien el apellido.

— Algo así —dijo él como respuesta. Y no dijo ni una sola palabra hasta que llegaron a la oficina. Cuando abrió la puerta Frank pudo ver a su compañero ahí dentro. Era el Detective Barakat.

— Tome asiento, por favor —dijo él. Frank asintió una vez y de reojo vio como Alex cerraba la puerta a sus espaldas y se quedaba ahí, de pie.

— ¿Pasó algo? —preguntó Frank, estaba comenzando a impacientarse.

— Señor Iero... —dijo el Detective Barakat acomodándose en su silla— Sólo queremos hacer un par de preguntas. ¿Está bien? —Preguntó, Frank asintió— ¿Dónde estuvo la noche de la desaparición de su pareja?

— ¿Qué? —Frank se puso de pie de un salto. Era una maldita broma— ¡El asesino de Gerard sigue allá afuera y ustedes pierden el tiempo inculpándome a mí! ¡Esto es una estupidez!

— Responde, Frank —instó el Detective Gaskarth.

Frank dejó ir un largo suspiro y volvió a sentarse. Era totalmente estúpido.

— Donald Way estuvo en esa misma silla hace unos días. Es sólo rutina, necesitamos descartar sospechosos —dijo el Detective Barakat.

the hunt ・ frerardWhere stories live. Discover now