Capítulo 6

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Había ido antes a esa área del bosque. Eran recuerdos difusos en donde él y sus amigos se habían perdido en ese bosque apropósito, con mochilas repletas de cervezas, una guitarra y algo de comida que habían robado desde sus propios refrigeradores. Pero esos días habían acabado hace años, cuando todos crecieron y se encontraron demasiado ocupados como para pasar tiempo con sus amigos.

Frank estacionó y apagó las luces del vehículo, más dejó el motor corriendo. Era la única cabaña que había encontrado y ya estaba bastante cerca del acantilado. Metió las manos en sus bolsillos para protegerse del gélido viento y avanzó a ciegas a través del pequeño claro hasta llegar a la puerta de madera. No fue difícil quebrar el vidrio de la ventana junto a la puerta, y luego forzarla fue cosa fácil. Olía a madera fresca y dentro se estaba realmente cálido.

No había absolutamente nadie ahí.

Usó la linterna de su celular para alumbrarse y sin saber bien qué buscar comenzó a mirar las montañas de madera apilada, las sillas y la solitaria mesa, el pequeño congelador que en ese momento no estaba funcionando porque no había energía. Dejó la habitación principal para ir a mirar el par de puertas a los costados. Una era una habitación un poco más pequeña, estaba totalmente desnuda y no encontró absolutamente nada extraño ahí. La otra puerta conducía a un baño cuyo inodoro todavía no estaba fijado al suelo. Era un espacio bastante reducido, y tampoco había nada llamativo ahí. Quizás había sido sólo una pista, no era como que fuese a encontrar algo en su primera noche de búsqueda. Si la policía no lo había hecho, que habían rastreado el bosque con perros, mucho menos iba a hallar algo él. Un idiota desesperado.

Dejó ir un largo suspiro y se dejó caer con la espalda apoyada a la pared. En su celular, como fondo de pantalla, tenía una foto a blanco y negro que Gerard se había tomado así mismo. Sonreía de forma tan sincera. Era feliz.

— Por la mierda... —bufó para sí mismo.

Había pasado poco más de un mes desde la muerte de su amado y ya estaba hecho pedazos. Pensaba sólo en morir y en vengarse. Ya no imaginaba un futuro, ¿Cómo hacerlo? ¿Cómo pensar en un futuro en donde no estuviera el amor de su vida? Era una locura. Todo era una locura.

Se puso de pie y como último destino se dirigió al congelador desconectado. Dentro olía a rayos, más no había nada extraño. Sólo algunos plásticos y entre ellos algo que no pertenecía a ese lugar. Se estiró en puntillas para alcanzar el fondo del congelador y entonces su cabeza dio vueltas y su estómago se contrajo.

Era el teléfono de Gerard. Tenía la misma pegatina de un storm trooper que él había pegado ahí. Su pantalla estaba destrozada y claramente estaba apagado. Pero era de Gerard. Era de Gerard. Podía jurarlo. Lo dejó ahí dentro y caminó a ciegas hasta que su espalda golpeó contra una pared. Tomó su teléfono y marcó el número de la oficina de policía. Y entonces sólo tuvo que esperar, con las manos metidas en sus bolsillos para no tocar nada.

El reloj de su celular marcaba las seis de la mañana cuando se encontró nuevamente en su vehículo, frente al volante. Había por lo menos unas siete patrullas de policía y el sitio estaba cercado, personas locales y un par con chaquetas del FBI entraban y salían sin descanso de la propiedad. Vio al detective Barakat salir desde la multitud, acercándose a él.

— Hay huellas —dijo como saludo. Frank bajó la ventanilla por completo—. Muchas. Están tomando muestras de todo. También hubo mucha sangre, pero fue limpiada. No queda nada. Pero estuvo ahí. El celular ya fue llevado al laboratorio, también unas hebras de cabello que encontraron. Serán analizadas...

the hunt ・ frerardWhere stories live. Discover now