Bailamos.

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Me miras con ternura mientras me tiendes tu mano. Me invitas a bailar esa pieza. Acepto. Me tomas de la cintura pegándome a tu cuerpo a la vez que tu mano sujeta la mía, con delicada firmeza. Te mueves lentamente y yo te sigo.

Voy dejando que la música deleite mis oídos, embriagándome del perfume que emana de ti, sintiendo mi cuerpo amoldarse al tuyo.

Nuestras miradas se encuentran, tus oscuras pupilas me sonríen extendiendo tu sonrisa a mi boca. Apoyo mi frente en tu hombro cerrando mis ojos al sentir tu mano acariciar mi espalda con suaves movimientos circulares.

La magia comienza. El tiempo se detiene, nuestras respiraciones se acompasan al igual que los latidos de nuestros corazones. Un fino hijo se teje entre nosotros, brillando intensamente con su dorada luz, representando la unión de nuestras almas. Reconociéndose. El cielo se pinta de azul para nosotros, llenándose de estrellas de colores.

Hace tiempo que la música se ha detenido pero seguimos bailando, en silencio, guiados por el ritmo que dictan nuestros cuerpos.

Y no existe nada más. Solo tú y yo.

Me abrazas mientras mis ojos buscan los tuyos, pegas tu frente a la mía y te beso. Nuestras bocas se unen suavemente, con infinita lentitud, como si quisieran memorizarse eternamente, grabarse a fuego en nuestra memoria. Tus labios prueban los míos, los saborean, los degustan. Mis brazos han rodeado tu cuello y mis manos se han encaprichado con tu pelo. Tus manos dibujan mis líneas, mis rectas y mis curvas.

Intensificamos el beso, ahora nuestras lenguas se han unido a la danza y bailamos.

Bailamos al ritmo de nuestras almas. No existe nada más. Solo tú y yo. Bailando.


Almas En LlamasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora