Capítulo 6.

7.9K 1K 100
                                    

Sentada en la sala de estar no paraba de mover mi pie con nerviosismo. En unos minutos Sébastien llegaría para realizar nuestro proyecto juntos, bueno, sí él era puntual y realmente esperaba que lo fuera.

Ni siquiera sabía por qué estaba tan nerviosa, tal vez porque este era otro intento para descubrir lo que fuera que Sébastien estuviera ocultando y de esto dependía el secreto de la identidad de Erinia. Lo que sé es que la noche anterior me la pasé leyendo artículos sobre cómo sacar las respuestas necesarias en un interrogatorio, cosas sobre leer el lenguaje corporal de la persona interrogada y eso.

Lo que no me estaba ayudando en realidad era el hecho de que Apolo estaba más inquieto que nunca, y mi madre se encontraba en una salida con sus amigas para poder controlarlo. Con Cerberus a unos pasos detrás de él corría por la casa con una cortina roja de mi abuela mientras gritaba: "SOY SUPERMAN". Intento atraparlo, pero es tan pequeño y escurridizo que de alguna manera se escapa de mis brazos. El timbre suena anunciando la llegada de mi invitado.

Al abrir la puerta Sébastien estaba frente a mí abrazando sus cosas contra su pecho y una sonrisa brillante en el rostro. ¿Acaso siempre estaba sonriendo? Aunque había que admitir que él tenía una gran sonrisa.

Su sonrisa se borra y sus cejas se juntan mientras mira sobre mi cabeza.

Déesse. —Señala algo a mis espaldas.

Giro sobre mis pies y encuentro a Apolo sobre la mesa con su mano alzada listo para saltar como todo un superhéroe.

—¡Apolo!

Salta de todas maneras sin importarle mi grito y yo tengo reprimir mis ganas de maldecir. Empieza a reír corriendo hacia mí y hace una pose que más que hacerlo parecer a Superman lo hace parecer el hombre araña.

—¿No eres el mismo chico que saltó sobre mí en el parque? —Le pregunta a Sébastien ladeando su cabeza.

Sébastien con una sonrisa se arrodilla para extender su mano a Apolo.

—Sébastien Trout.
Apolo acepta su mano con desconfianza.

—No eres de por aquí, ¿cierto?

—No —contesta Sébastien sin ahondar más en el tema.

Agarro la mano de Apolo y lo alejo de la puerta antes de que empiece con más preguntas. Le quito la cortina amarrada a su cuello y hago que me mire a la cara.

—Escucha, Sébastien vino hacer una tarea. Sabes qué significa eso.

—Que debo comportarme.

Sonrío y peino su suave cabello. Puede que Apolo a veces me vuelva loca pero la verdad no sabía qué sería de mí sin él alrededor con sus ocurrencias.

—Exacto. No te digo que no juegues, solo que lo hagas en silencio, ¿bien?

—¿Puedo ver solo el televisor? —pregunta señalando la pantalla en la sala.

—Claro.

Apolo corre hasta el sillón frente al televisor encendiendo éste. Miro a Sébastien que observa a mi hermanito divertido.

—Tu hermano es un niño único, Déesse.

—No tienes ni idea. —Le hago una seña para que me siga hasta la cocina donde se sienta tranquilo—. Te gustaría algo de beber, ¿agua o té frío?

—Agua está bien.

Sirvo un vaso de agua para Sébastien y otro vaso de té frío para mí. Tomo asiento frente a él deslizando el vaso. Esta sería la primera ver que tendría una real conversación con él. Las otras veces no valían nada porque nuestros encuentros fueron breves.

Preparo la pequeña grabadora que tenía y saco la lista de preguntas que tenía. La noche anterior formulé alrededor de diez preguntas, de esas tres involucraban a Sydney con el deseo de conseguir información. Sin embargo, cuando lo miro a los ojos todo relajado y sonriente se me hace imposible hacerle una simple pregunta. Me aclaro la garganta.

—Voy a admitir algo. —Sébastien hace un ademán para que continúe—. Se siente raro hacer esta entrevista. Y eso que elaboré una lista de preguntas para ti, pero ahora no sé si realizarlas.

—¿Te hago sentir nerviosa, Déesse? —Se inclina un poco sobre la mesa arremangando su suéter verde.

Ruedo mis ojos.

—Ya quisieras. Lo que digo es que...

—Entiendo lo que dices. Yo siento como si seré interrogado por el FBI o algo por el estilo —interrumpe y una risa se escapa de mi boca porque más o menos eso era lo que tenía planeado para él. Me arrebata la hoja con preguntas arrugándola para luego levantarse de su asiento—. ¿Te parece si vamos a dar una vuelta alrededor? Dejemos que las preguntas surjan por sí solas.

Incluso si eso nunca fue parte de mi plan sonrío y asiento de acuerdo. Tal vez me sorprendo consiguiendo más información de la que esperaba.

—¡Apolo!

Unos segundos después mi hermano asoma su cabeza por la puerta de la cocina.

—¿Sí, Tite?

—Busca tu bicicleta, iremos a dar una vuelta.

Una sonrisa ocupa de inmediato sus labios revelando sus pequeños dientes o la falta de estos y corre hasta el garaje en busca de su bicicleta. Puedo escuchar como mueve y tumba cosas para cantar victoria cuando encuentra su bicicleta.

—Creo que ya tengo mi primera pregunta. —Sébastien se inclina, esta vez para alcanzar la grabadora. Puedo sentir el olor de su colonia, suave y atrapante—. ¿Por qué tu hermano te llama Tite?

Parpadeo varias veces con sorpresa porque de todas esa era la pregunta que menos esperaba.

—Bueno, como comprenderás Aphrodite es un nombre un tanto largo y complicado para enseñar a un niño cuando está creciendo. Pero yo tenía esta urgencia de que él me identificara de alguna manera así que insistí en que me llamara sister, y de esta él sacó Tite.

—Todo en mi vida ahora tiene sentido —dice en broma—. Yo por suerte no tuve que pasar por esa con mi hermano mayor.

—¿Tienes un hermano mayor? —pregunto casual, aunque ya sabía la respuesta esto. Estaba entre sus archivos, aunque no recordaba su nombre.

—Luc, de veinte y tres años, pero vive en Francia junto a mi padre.

—Oh. —Señalo la puerta trasera para que salga. Yo le sigo a unos pasos para asegurar la casa mientras que Apolo corre con su bici en el patio—. ¿Tus padres están juntos o divorciados?

—Juntos, pero el trabajo de papá está en Francia. Mi madre quiso volver a su ciudad natal para poner su propio negocio y yo decidí acompañarla.

Sintiéndome un poco atrevida me acerco para apretar su mejilla.

—Eres un niño de mami.

—Como no tienes idea. Pero ya dejemos de hablar de mi familia. ¿Qué hay de tu familia de dioses?

—Solo somos mamá Atenea, Apolo y yo. Gobernando el olimpo.

—¿Qué pasó con tu padre?

Es inevitable que una mueca se forme en mi boca y que algo de enojo crezca en mí a la simple mención de mi padre. Aunque con un vistazo de Apolo pedaleando con alegría me recordó el hecho de que estábamos bien. Estábamos bien sin él.

—Engañó a mi madre con su secretaria.

Hubo un momento de silencio antes de que Sébastien soltara un silbido de asombro.

—Eso debe ser duro.

Me encojo de hombros y me apresuro a cambiar del tema. Detesto hablar de mi padre, es más, detesto solo pensar en él. Si tan solo su traición se limitara a engañar a mi madre tal vez mi rencor hacia él no sería tan grande, pero la cosa es que luego del divorcio nos había dado la espalda como si ninguno de nosotros existiéramos y había creado una nueva familia junto a su amante.

—¿Trabajas? —Extiendo la grabadora hacia él.

—Ayudo a mi madre a veces en su negocio.

Asiento porque ya sabía eso. Había seguido a Sébastien hasta el negocio de su madre y lo había vigilado desde lejos. Sí, como toda una acosadora. Pero ni siquiera en su trabajo encontré algo incriminatorio. Parecía llevarse bien con los demás empleados, pero era el tipo de relación profesional.

—¿De qué es el negocio de tu madre?

—Tiene una repostería en el centro de la ciudad. Juro que hace los mejores postres que podrías probar —dice inflando su pecho con orgullo—. Es más, deberías visitarnos un día.

—Tal vez lo haga, chico-trucha.

Hace una mueca.

—Ay, no sabes cuánto odio ese apodo.

—¿En serio? —Él asiente en respuesta y yo golpeo su hombro—. Pero sí te va bien con tu apellido y eres todo un pez en la piscina olímpica.

—No siempre fui bueno nadando.

—¿No?

—No. Cuenta la leyenda que cuando tenía alrededor de siete años visitaba la casa de verano de mis primos. Estos solían lanzarme al agua y burlase del hecho de que no podía nadar. —Su tono de voz pasa de ser misterioso a expectante—. Tuve suficiente cuando se burlaron de mí frente a la niña que me gustaba. Así que me entrené durante todo un año, yo solo, a aprender a nadar. Incluso durante el invierno para así probarles algo a mis primos el próximo verano.

—¿Lo lograste?

—Claro, y desde ese entonces me gusta nadar.

La charla continuó sobre nuestros pasatiempos y otras cosas que nos gustaban. Tener esta entrevista con Sébastien me permitió comprender el por qué le caía bien a todos. Resulta ser que hasta a mí me caía algo bien, era un chico agradable, divertido y sobre todo educado.

—¿Tu mayor sueño? —Pregunta de repente.

Me quedo mirando hacia el cielo por un rato. Como si las nubes fueran a darme la respuesta correcta a esta pregunta. Tenía un montón de sueños, algunos tan simples como pasar de curso, enorgullecer siempre a mi madre, ser siempre una buena hermana para Apolo. Quiero destacarme más en el equipo de animación. Pero creo que de todo eso no sobrepasaba mi objetivo con Erinia, ayudar a las chicas con sus problemas.

—Creo que sería marcar la vida de alguien, en una buena forma. No sé si entiendes lo que digo.

—Entiendo perfectamente —murmura tamborileando sus dedos en el espacio de distancia que había entre nosotros sentados en el banco—. ¿Persona en la que más confías?

Sin dudarlo dos veces contesto:

—Yo misma, por supuesto.
Su ceño se arruga con confusión. De seguro esperaba que dijera algo como: Mi mejor amiga o mi prima. O no sé alguien más cercano a mí.

—¿No crees que eso es algo muy pretencioso?

—Para nada. Creo que confiar en uno mismo que en alguien más es lo correcto. Las demás personas en el mundo no les interesa tu felicidad, algunos fingen hacerlo para luego traicionarte. Entonces... ¿Por qué confiar en ellos si puedes tenerte a ti mismo para eso?

Sébastien me miraba como si tratara de descifrarme. La verdad es que tenía una idea de lo que podía pasar por su cabeza; de seguro se preguntaba qué me había pasado para ser tan desconfiada.

—¿Y tú? ¿Quién es la persona que más confías?

—Mi madre.

Es ahí cuando decido por fin mencionar a Sydney.

—¿Qué hay de tu novia?

Él suspira y no sé qué pensar de eso. Un suspiro podía ser un sentimiento de pena, cansancio, alivio, anhelo y leer sus gestos al hablar de Sydney tampoco me decían algo.

—Syd es mi novia, la quiero mucho y evidentemente confió en ella, pero no significa que tenga que ser la primera.

Asiento comprendiendo. Escuchar sobre esto a Sydney no le gustaría. Miro hacia el cielo y veo como el sol va descendiendo, dejando atrás de él un hermoso atardecer. Me levanto del banco y llamo la atención de Apolo con un silbido.

—Ha sido una buena tarde, pero debería regresar a mi casa.

Sébastien se levanta sacudiendo la tela de sus pantalones.

—Si quieres te acompaño.

—No te molestes, estaremos bien. —Levanto mi mano como señal de pare antes de que insista—. Editaré esto en mi ordenador y me encargaré de enviártelo antes de entregarlo al profesor. —Sacudo la grabadora.

Él extiende su mano y yo extiendo la mía porque creo que quiere sacudirla de manera amistosa. Sin embargo, me sorprende cuando la toma con delicadeza acercándola a sus labios y dejando un beso en el dorso de esta. Alejo mi mano de inmediato y la sacudo ignorando el cosquilleo.

—Un gusto charlar contigo, Déesse.

—Nos vemos en clase. —Agito mi mano como despedida y corro hasta Apolo sin darle tiempo de decir otra cosa.

—¿Esese tu nuevo novio Tite? —pregunta Apolo cuando me encuentra mirando sobre mi hombroa Sébastien.

—¡No! —Palmeo su espalda para que continúe pedaleando—. ¡Qué cosas dices!

Él se encoge de hombros.

—Solo preguntaba, es que besó tu mano. Lo vi.

Resoplo. Hablar de noviazgo con un niño es complicado. No quieres revelar muchainformación, pero al mismo tiempo quieres que al menos tenga una idea.

—Que un chico bese mi mano no lo convierte en mi novio.

—Cierto. —Asiente y una sonrisa bromista se va asomando por sus labios—. Paraeso debe besar tu boca.

—¡Apolo!

Ríe y pedalea con más fuerza para alejarse de mí antes de que tenga laoportunidad de regañarlo. Se salva no por la velocidad adquirida en subicicleta sino por la vibración en el bolsillo trasero de mis pantalones.

De: Erika

¿Encontraste ya un sucio secreto de nuestro bombón?

Para: Erika.

Nada.

La misión chico-trucha tomará más tiempo y trabajo del esperado. 

No más corazones rotosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora