Capítulo 3.

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Ni siquiera me pregunto cómo lo descubrió, la pregunta que venía a mi cabeza en estos momentos era: ¿Qué es respirar? Porque creo que he perdido toda la capacidad para hacerlo. Como si mis pulmones hubieran sido robados con solo Sydney decir esa oración. Estaba acabada.

Lo peor es que nunca preparé un plan en caso de que esto ocurriera. Siempre he sido tan cuidadosa y tenía la esperanza de que nadie me atrapara. Pero había ocurrido y lo único que pasaba por mi cabeza es que lo negara. Negarlo hasta que me mostraran pruebas concretas.

La risa brota de mi boca en mi camino al sillón frente a Sydney. Me carcajeo con ganas esperando que mi risa suene divertida y no histérica.

—Ay, Syd, ¿no crees que el día de los inocentes está muy lejos para este tipo de broma?

Ella rueda sus ojos sacando un sobre amarillo de una gaveta.

—No sé qué piensan que ganan con la negación. Si te descubrí, te descubrí, en este tipo de cosas no me equivoco. —Coloca la carpeta sobre el escritorio y me hace una seña con sus cejas para que lo chequee.

Dentro de éste se encuentran fotografías mías y de Erika durante las misiones de Erinia y hojas con toda la información del blog como cuando fue creado, la cuenta con la que se creó y desde donde se hacen las publicaciones. Siento un barril de agua fría caer sobre mí. Todo este tiempo pensé que había sido cuidadosa, pero me equivoqué. Fui ingenua y descuidada.

—Al principio pensé que era tu prima, pero al rastrear la dirección del blog di con tu casa. Se puede decir que no pensaste en eso.

—Nunca pensé que alguien se molestaría en rastrear la dirección del blog.

Y eso era cierto, ¿quién iba a pensar que a alguien le interesaría tanto la identidad de Erinia para llegar ese nivel? ¡Ni que estuviera haciendo algo ilegal! Solo ayudaba a chicas con sus problemas amorosos.

—Por favor, no le digas a nadie —suplico. Parezco tan patética solo falta que me arrodille frente a ella y bese sus pies.

—Esas son las peores palabras que se le puede decir a alguien que vive de la noticia. —Gira en su silla con gracia—. Pero tranquila, no le diré a nadie.

—¿En serio? —Una chispa de esperanza crece en mí.

—Al menos no por ahora. —Sonríe de manera misteriosa. Olvídenlo, sigo acabada—. La verdad es que ahora me gustaría tu ayuda.

—¿Mi ayuda? ¿En qué?

—Tengo que admitir que eres buena en lo que haces, así que por eso te encargaré una misión como Erinia.

—¿Qué tipo de misión?

—Necesito que vigiles a mi novio.

Una imagen de Sydney y Sébastien caminando de la mano por los pasillos de la escuela vino a mi cabeza. Eran los monarcas de la escuela, los reyes S le llamaban. Habían empezado a salir al principio de este año escolar, aunque creo que ambos estaban tonteando el uno con el otro desde el momento en que Sébastien pisó el colegio como el chico caliente y extranjero.

—¿Qué pasa con Sébastien?

—¡No lo sé! —Exclama frustrada golpeando la mesa—. Eso es lo que pasa. Todo estaba perfecto entre nosotros hasta las vacaciones navideñas, y desde entonces ha estado actuando raro. Distante y serio, solo conmigo.

Asiento comprendiendo. Si ganara un dólar por cada vez que escuchaba estas mismas palabras sería la mujer más rica del mundo.

—¿Piensas que te engaña?

No más corazones rotosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora