Capítulo 21.

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El sol brillaba con toda intensidad sobre el cielo. Los últimos días había estado nublado y con una ligera lluvia, tener el sol de vuelta en el cielo traía consigo mucha humedad, pero esta no era lo suficiente como para detenerme de correr par de kilómetros.

El dolor en mis pulmones se extiende y el calambre en mis pies se intensifica cuando desacelero la velocidad al llegar hasta el parque. Detengo la música de mi reproductor para concentrarme en recuperar la respiración. Con una mano en mi pecho inhalo todo el aire que mis pulmones me permiten, asimilándolo y finalmente exhalando. Bajo mi mano podía sentir mi corazón finalmente calmándose ante la adrenalina. Así había sido durante los últimos días de vacaciones, al principio solo lo hacía bajo los insistentes mensajes por parte de Grace recordándome lo cerca que estaba la competencia y que no podía dejar dormir mi trasero durante el tiempo libre. Pero ahora recordaba lo mucho que disfrutaba correr, aquella liberación de endorfinas que me llenaba de energía, el sentimiento de cosquillas en mis pies, y el hecho me sentía productiva, activa. Viva.

Me dejo caer en el suelo y estiro mis brazos preparándome para el estiramiento. Justo en ese momento escucho una voz grave susurrar mi nombre a mi espalda. Me congelo de los pies a la cabeza, tensión probablemente visible en mis hombros. Reconocería esa voz a donde sea que fuera, porque yo amé esa voz durante mucho tiempo hasta que me di cuenta de que de su boca solo salían puras mentiras.

—Aphrodite.

Giro mi cabeza para ver al dueño de esa voz. Tengo que parpadear varias veces para poder hacerme la idea que es real. Había pasado tanto tiempo desde la última vez que lo había visto y se veía tan diferente. Su cabello rubio estaba más largo, casi tocando su barbilla de la cual se veía una incipiente barba. Unos anteojos cubrían sus ojos grises, recuerdo la batalla que solíamos tener cada día porque él se negaba a utilizarlos, prefiriendo los de contacto mientras yo insistía en lo inteligente que lo hacía ver el llevar sus gafas. Se veía más alto y fuerte, igual de guapo que siempre pero ya no hacía que en mi estómago volaran mariposas de amor.

Aclarando mi garganta asiento en forma de saludo:

—Adrian...

Debería darme una palmada en el hombro orgullosa de lo mucho que me había superado en estos meses. Hace un tiempo tenía por seguro que si lo volvía a ver le saltaba encima a golpearlo y gritarle un montón de obscenidades. O bueno, tal vez eso solo es una exageración. Imaginaba que sentiría más odio, decepción y tristeza. Sorprendentemente, solo sentía una pequeña pizca de disgusto e incomodidad. Esta última se podía sentir en el aire, más cuando él decide tomar asiento el banco frente a mí.

¿En serio planeaba iniciar una conversación como si nada?

Me recordé que si pude hacer esto con Naomi lo podía hacer con él. Después de todo, ninguno era menos culpable que el otro. La única razón por la cual me había nacido el perdonar a Naomi primero fue por los constantes recuerdos de la buena amistad que solíamos tener en un inicio, pero con Adrian era difícil entender si lo nuestro fue real.

—Guau... Ha pasado mucho tiempo, ¿cómo estás? —Pregunta juntando sus manos y mirándome atentamente. Al chico había que darle un premio de romper incomodidad.

—Todo va bien —Respondo secamente, arrepintiéndome en el momento por ser tan grosera—. ¿Cómo te va a ti?

—Todo va genial. Estoy de vuelta visitando a la familia durante las vacaciones de primavera —explica de manera casual como si quisiera que yo tuviera claro que no me estaba siguiendo o algo por el estilo. Fue algo que hizo durante mucho tiempo antes de tener que irse a estudiar fuera de la ciudad.

—Eso veo...

Me impulso con mis manos a ponerme de pie, ya que mis pobres piernas tiemblan como gelatina. Una vez de pie miro hacia mis manos sin saber qué hacer. ¿Qué se suponía que debía decirle? "Aléjate" "Vete" "¿Qué quieres? " "No te me acerques" "¿Por qué?". Había tanto que decir y al mismo tiempo nada.

No más corazones rotosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora