Capítulo 26.

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El delicioso descanso del domingo se escapa tan rápido como un suspiro. Ante un pestañeo me enfrento al tedioso lunes, y lo hago con las estúpidas muletas. Con gran esfuerzo, subo las escaleras de la entrada de la escuela, y cuando llego a la cima no puedo evitar soltar un jadeo de cansancio. El fin de semana tampoco había sido fácil para mí, con los constantes dolores en mi tobillo, la montaña de tareas atrasadas y mi celular ahogado en el retrete. Creo que lo único bueno del fin de semana fue ganar la competencia y visitar la casa de mi abuela. Estaba al menos feliz del inicio de una nueva semana donde intentaría que las cosas salieran bien.

El primer indicio de una buena y feliz semana es cuando empujo las puertas de la entrada de la escuela para encontrarme con un enorme letrero que felicitaba al equipo de animación por su participación en la competencia. En mi camino a mi casillero varios compañeros se detienen para felicitarme y desearme que me mejore mientras otros se ocupan de mirar con mucha atención a su celular. Una vez frente a mi casillero saludo con un guiño a Jo Ann y Kris que conversan muy íntimamente.

Estoy realmente concentrada organizando mis libros y asegurándome que tengo todo lo necesario para el primer periodo de clase hasta que escucho las puertas de la escuela cerrarse y un aire de tensión lleno de susurros ocupa los pasillos. Con disimulo volteo a mirar sobre mi hombro y una extraña sensación de deja vu se apodera de mí con un poco decepción al mismo tiempo. Justo como hacía tan solo meses, Sébastien caminaba por el pasillo con su brazo alrededor de los hombros de Sydney, quien ocultaba sus ojos detrás de una gafa y tenía su cabeza apoyada del hombro de Sébastien. Lo único diferente en todo esto es el cabello de Sydney, su largo cabello negro hasta la cintura ahora le llegaba a su mentón y era de un rubio platinado el cual para ser honestos no le quedaba muy bien. Verlos alejarse juntos en el pasillo es como una apuñalada a mi corazón, y no puedo evitar pensar con tristeza el hecho de que eso podríamos haber sido nosotros sino fuera por mi culpa.

—Sydney no merece para nada a Sébastien —resopla Jo Ann con enojo.

—Tienes razón, no sé cómo él puede seguir con ella luego de ese video —comenta Kris con un tono de asco—. Es una zorra.

Esa fea y desagradable palabra es la que logra sacarme de mi pequeño trance. Aclarando mi garganta y tratando de parecer lo más casual posible giro a ver a Jo Ann y Kris lanzar miradas juiciosas a la espalda de Sydney.

—Disculpa que las interrumpa, pero ¿puedo preguntar de qué video hablan? —pregunto con mis cejas frunciéndose de confusión.

—¿No lo has visto?

—¿De qué video hablan? —repito.

Kris desbloquea la pantalla de su celular y desliza sus dedos con rapidez concentrada en su búsqueda.

—¡Aquí está! —exclama tendiendo el celular hacia mí.

Presiono mi dedo índice dos veces en la pantalla provocando que el video se reproduzca. Se trata de una habitación que está iluminada por la luz de la luna que se filtra por la ventana y una pequeña lampara que parece estar cerca desde donde se graba el video. Puedo ver la espalda musculosa de un chico que solo viste sus jeans y más tarde veo a Sydney entrar a la habitación vistiendo una lencería de color rojo y su cabello negro recogido en un desordenado moño. El chico cuya cara no se ve bien en ningún momento toma a Sydney por la cintura y comienza a besarla dirigiéndola hacia la cama mientras se deshace de la lencería con rapidez. No tengo que seguir reproduciendo el video para saber qué sucederá.

Una bola de asco se produce en mi estómago y tengo que tragar duro para no vomitar a los pies de Kris y Jo Ann. Tener sexo es algo natural, y no hay nada repulsivo sobre ello, pero hay que tener agallas para grabarse durante un acto tan íntimo y enviárselo a toda la escuela. No veía a Sydney como alguien capaz de hacerlo, en especial porque amaba tener una imagen de chica perfecta, pero debía haber enloquecido para acceder a esto.

No más corazones rotosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora